La palabra de los comunes
Finaliza en Venecia el proyecto coreogr¨¢fico de Virgilio Sieni sobre el ¡®Evangelio seg¨²n San Mateo¡¯
A lo largo de todo el mes de julio, y ya con cierta independencia del festival de danza contempor¨¢nea de la Bienal de Venecia, pero siempre medularmente ligado a ¨¦l, el core¨®grafo y director Virgilio Sieni (Florencia, 1957) ha puesto en pie este largo proyecto, madurado durante a?os, con la colaboraci¨®n de casi 300 personas, un coro, varias regiones italianas y el soporte de la propia Bienal, con el patrocinio de la Fundaci¨®n Prada.
El Evangelio seg¨²n San Mateo tuvo un exitoso adelanto dentro de los fastos inaugurales de la Bienal de Arquitectura en la nave de Corderie de Arsenale, cuando Rem Koolhaas inst¨® a varios arquitectos a crear escenarios para la danza dentro del marco expositivo. El resultado fue espectacular, bien acogido por la cr¨ªtica y con alguna que otra sorpresa por el propio p¨²blico de la arquitectura; era una especie de lujoso pr¨®logo a lo que vendr¨ªa despu¨¦s. EL PA?S ha sido el ¨²nico diario extranjero escogido por la Bienal de Venecia para seguir todo el proceso del?Evangelio hasta su culminaci¨®n esta semana. Han sido tres ciclos coreogr¨¢ficos de muy diverso signo y formato, algunos convivientes, altern¨¢ndose en las amplias y ¨²ltimas naves reci¨¦n restauradas tras el Teatro alle Tese, un verdadero para¨ªso espacial para la experimentaci¨®n coreogr¨¢fica. En total m¨¢s de 13 horas de redacci¨®n cor¨¦utica segmentados en 27 cuadros. Cada ciclo contiene unas cuatro horas de acci¨®n pl¨¢stica y sonora, pero las escenas van sucediendo seg¨²n un estricto plan planim¨¦trico y se a¨²nan siempre en una especie de tutti final en que, los actuantes, m¨²sicos bailarines y otros figurantes, amablemente expulsan lentamente al p¨²blico hasta la puerta de la nave. Siempre el efecto es el mismo, en la atm¨®sfera queda una tensi¨®n m¨¢gica, difusa y poderosa de integraci¨®n y arte verdadero. ?Se podr¨¢ repetir este experimento grandioso y ¨²nico, sin dudas el espect¨¢culo del a?o en Italia y seguramente en Europa uno de los mejores? Virgilio Sieni se queda en silencio y no responde taxativamente ante el compromiso de la pregunta. Es muy dif¨ªcil. Algunas partes, por s¨ª misma, poseen una entidad propia y conclusiva, como es el caso del coro de Carpi Crucifixi¨®n, venido de la Emilia Romagna, o las acciones del bailar¨ªn invidente Giuseppe Comuniello (Deposici¨®n del cuerpo de Cristo en la oscuridad), por citar al vuelo dos de las entre muchas escenas llenas de belleza y de poes¨ªa.
En los tres ciclos, hab¨ªa una dominante sonora que aprovechaba la reverberaci¨®n natural de la nave: en el primero un violonchelo (Naomi Berrill, int¨¦rprete y compositora); en el segundo el coro de Carpi, y en el tercero el muy reconocido contrabajista Daniele Roccato, que toc¨® sus?Le?ons de t¨¦n¨¨bres (2014) para contrabajo solo. El vestuario siempre a cargo de Giulia Bonaldi, una sutil y coherente selecci¨®n de ropa civil muy dentro de los est¨¢ndares, sin exageraciones crom¨¢ticas sino en busca de una funcionalidad que no empa?ara los prop¨®sitos de fondo del trabajo, si acaso, una gama de tierras y arenas en el coro, unos grises en la madre y el hijo que hacen La Piedad. La idea base de Sieni tiene un hilo conductor preciso y firme que se palpa en cada escena, ha sido capaz de amalgamar en una est¨¦tica ¨²nica a tan variopinta plantilla donde lo que destaca es el amor al arte y a expresarse sobre un plan tan meditado como verdadero.
En las tres ocasiones se entreg¨® a los espectadores a la entrada un plan. No es un recorrido, el p¨²blico est¨¢ invitado a deambular libremente entre los escenarios acotados a nivel del pavimento por cintas blancas. Hay pocos elementos: mobiliario escolar maltratado, maderas de desecho, las encajeras con su labor a medias, las laborantes de los tomates ensartando sus ristras coloradas, una silla desgastada, unas varas de ca?a para la flagelaci¨®n, unos maderos r¨²sticos para se?alar la gran cruz que nunca llega a armarse del todo. Se sugiere el encuentro de los dos maderos, pero nunca se hace firme, el ondulante movimiento del coro parece proponerse, mientras canta a Pergolesi, que aquella tragedia del mito o de la historia, de la religi¨®n o de las m¨¢s arraigadas tradiciones culturales, no culmine en un inevitable sacrificio del hombre. Todos van descalzos, el sonido de las palmas a veces teje un dibujo sonoro de respuesta en el aire, lo mismo que los jadeos acompasados o los susurros que sugieren salmodia. Hay muchas citaciones de la pintura, de Pontormo a Caravaggio, de Rivera a Vaccaro. Si miras las arrugas en esos rostros seleccionados por Sieni, encuentras el puente moral, la justificaci¨®n, pero en todo ello hay una profunda derivaci¨®n te¨®rica del hecho coreogr¨¢fico en s¨ª mismo. Ni?os, adolescentes, maduros, ancianos, juntos, exponi¨¦ndose, como en la l¨¢mina de agua que acoge el Bautismo. Juanetes, varices, artrosis, cabezas hirsutas, el contraste con una lejana voz infantil. Todas las partes de todos los cuerpos hablan un mismo idioma.
El Evangelio seg¨²n San Mateo ha sido cuidadosamente registrado en v¨ªdeo por la propia Bienal de Venecia y ahora se espera la edici¨®n, que ser¨¢ compleja y ardua, de todo ese material que recuerda en su extensi¨®n a los grandes montajes maratoniano y masivos de otros tiempos abordados por Maurice B¨¦jart, Pina Bausch, Peter Brook o Ariane Mnouchkine. No es exagerado calificarlo de gesta. Hay mucho de heroico en todo lo que se ha visto, y sobre todo, de una incontestable autenticidad que ya queda inscrito en los anales de artes esc¨¦nicas de nuestra ¨¦poca.
Babelia
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