Apoteosis a cuatro manos
Barenboim y Argerich ofrecen un recital hist¨®rico en el Col¨®n El teatro de Buenos Aires les vio nacer como artistas
La noche iba a ser perfecta. Iban a tocar por primera vez juntos en el Teatro Col¨®n dos leyendas mundiales del piano, dos porte?os que dieron sus primeros pasos art¨ªsticos ah¨ª mismo: Daniel Barenboim, de 72 a?os, y Martha Argerich, de 73. Pero la expectaci¨®n era tal que desde hac¨ªa meses no hab¨ªa entradas ni para muchos periodistas, ni para familiares de ambos, ni para los 110 miembros de la West-Eastern Divan, la orquesta que fund¨® Barenboim en 1999 junto al pensador palestino Edward Said con m¨²sicos israel¨ªes, palestinos, sirios y espa?oles y que acompa?a al m¨²sico argentino esta semana en Buenos Aires. De pronto, casi un d¨ªa antes del concierto, a Barenboim se le ocurri¨® que los m¨²sicos de la West-Eastern Divan pod¨ªan escuchar el concierto ah¨ª arriba, junto a los dos solistas, en el escenario.
La direcci¨®n del teatro lo autoriz¨®. Y por aquello de que actuaban en la ciudad donde nacieron se habilitaron algunas sillas delante y detr¨¢s de los pianos para un ramillete de familiares y amigos ¨ªntimos de ambos. En ese privilegiado grupo, entre Barenboim, Argerich y los m¨²sicos de la West-Eastern Divan, hubo espacio para algunos periodistas, como el autor de esta cr¨®nica. La direcci¨®n del teatro sigui¨® abriendo la mano y permiti¨® algo in¨¦dito: la presencia de p¨²blico de pie en el pasillo que rodea como un abrazo las butacas de la platea. La noche iba a ser perfecta. Pero, gracias a todas esas improvisaciones, fue mucho m¨¢s que eso.
Se acced¨ªa al escenario por un pasillo muy estrecho. Junto a la puerta de su camerino charlaba Martha Argerich en alem¨¢n con un se?or. Los invitados pasaban respetuosamente sin molestarles. El Col¨®n estaba abarrotado. Normalmente hay aforo para unas 3.500 personas, pero esa noche tal vez alcanz¨® los 4.000. Los dos pianistas hab¨ªan tocado juntos en Europa. Pero nunca en su casa, entre los suyos. Argerich no se dejaba ver por Buenos Aires desde hac¨ªa unos 10 a?os y Barenboim desde hac¨ªa cuatro. En 2005 ella se vio obligada a cancelar un concierto en el Col¨®n a causa de un conflicto laboral en el teatro y prometi¨® que nunca m¨¢s volver¨ªa a tocar en Argentina. Su amigo Barenboim la convenci¨®.
Toda la noche tuvo ese aire de homenaje a la amistad. Y qui¨¦n sabe si tambi¨¦n flotaba en el ambiente la alegr¨ªa de que el nieto de la presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, el m¨²sico Guido de Carlotto, acababa de ser ¡°recuperado¡± ese mismo d¨ªa, despu¨¦s de 36 a?os de b¨²squeda.
Primero tocaron la Sonata para dos pianos en Re mayor K448, de Mozart. Parec¨ªa por momentos tan alegre y ligera como una excursi¨®n de ni?os en el campo. El riesgo, el peligro de dar un traspi¨¦s siempre estaba ah¨ª, rondando la liviandad del momento hasta convertirlo en sublime. Barenboim, en su vertiente de director de orquesta, tocaba siempre con un ojo puesto en Argerich. Y ella, simplemente, se dejaba llevar. ¡°Argerich lo hace todo tan sencillo¡¡±, dec¨ªa Pablo Gianera, cr¨ªtico musical del diario La Naci¨®n.
Gianera comentaba que eso de estar ah¨ª arriba, junto a los dos solistas, le recordaba a un chiste de Quino en donde en el escenario aparece el p¨²blico, como si hubiera un gran espejo. Y curiosamente, entre el p¨²blico se encontraba Quino, el creador de Mafalda. Tambi¨¦n estaba la pianista Elena Bashkirova, esposa de Barenboim. Y entre los m¨²sicos de la West-Eastern Divan, como espectador en el escenario, atend¨ªa su hijo Michael Barenboim, primer violinista de la orquesta.
La m¨²sica flu¨ªa y uno se olvidaba de mirar las caras de ¨¦xtasis entre el p¨²blico. Despu¨¦s, tocaron la Variaciones sobre un tema original para piano a cuatro manos en La bemol mayor Op. 35, de Franz Schubert. El p¨²blico estaba tan entregado que solo se atrev¨ªa a toser en los breves instantes en que el propio Barenboim abr¨ªa la espita de las toses. Argerich sonre¨ªa viendo c¨®mo los espectadores aprovechaban esos recreos que les dejaba el maestro. Y la excursi¨®n campestre parec¨ªa seguir. Dos ni?os prodigios sentados ah¨ª, cerca de los barrios donde aprendieron las primeras notas, una movi¨¦ndose alegre sobre la butaca, casi bailando de forma sutil, el otro, con el ce?o fruncido, inclinando la cabeza de vez en cuando hacia ella, correteando cada uno a su manera.
Argerich jur¨® en 2005 que no volver¨ªa a Argentina pero su amigo la convenci¨®
Durante el ¨²nico receso, detr¨¢s del escenario, un timbalero de la orquesta, Pedro Torrej¨®n, comentaba: ¡°Lo m¨¢s bonito de estar en el escenario es captar la actitud del m¨²sico ante el instrumento y ante el p¨²blico. Ellos se meten totalmente en s¨ª mismos, llega un momento en que la m¨²sica es tan importante, est¨¢ tan dentro de ti, que te olvidas, te abstraes del p¨²blico y de todo¡±. Otro compa?ero suyo, el contrabajista, Jos¨¦ Luis Sosa Mu?iz, dec¨ªa que se notaba que eran amigos desde hac¨ªa muchos a?os, que se notaba en la complicidad con que tocaban. ¡°Y para el p¨²blico es especial tambi¨¦n¡±, a?ad¨ªa otro m¨²sico. ¡°No son dos estrellas tocando, son sus estrellas¡±.
Barenboim quer¨ªa ofrecer al mundo la imagen de que la uni¨®n es posible, otra forma de hacer las cosas. De que mientras en Gaza mueren cientos de personas, ah¨ª conviven en armon¨ªa israel¨ªes, palestinos, sirios y tambi¨¦n espa?oles, ya que la sede de la orquesta se encuentra en Sevilla, gracias al patrocinio de la Junta de Andaluc¨ªa. Y ah¨ª estaba la foto, todos los m¨²sicos parec¨ªan extasiados. El programa conclu¨ªa con La consagraci¨®n de la primavera de Stravinski, en versi¨®n para piano a cuatro manos. Al concluir, el Col¨®n parec¨ªa venirse abajo. Un grupo de seguidores roci¨® cientos de papelillos de colores desde los pisos superiores y a los maestros no les qued¨® m¨¢s remedio que regalar varios bises.
El primero consisti¨® en una Variaciones de Schuman para dos pianos. Tocaron con ellos tres m¨²sicos de la orquesta. En esa pieza, complicada y sutil, vieron algunos el respeto con que Barenboim y Argerich trataban al p¨²blico. ¡°Pudieron optar por un peque?o tango de dos minutos para meterse a la gente en el bolsillo, pero evitaron la demagogia¡±, comentaba un espectador.
¡°Llevo m¨¢s de 10 a?os en el teatro y nunca vi algo igual¡±, cuenta un empleado
¡°Tengo m¨¢s de diez a?os en este teatro¡±, dec¨ªa un empleado que prefer¨ªa mantenerse en el anonimato, ¡°y puedo asegurar que nunca vi una cosa igual. Ha sido algo irrepetible¡±. El concierto forma parte de un festival de m¨²sica y reflexi¨®n que se inici¨® el s¨¢bado en el Col¨®n con un concierto en el que Barenboim dirig¨ªa a la orquesta West-Eastern Divan y Argerich tocaba como solista. Continuar¨¢ el s¨¢bado con otro concierto con el conjunto humor¨ªstico argentino Les Luthiers. Y terminar¨¢ el domingo con un di¨¢logo a entrada abierta en el teatro entre Barenboim y el expresidente de Gobierno espa?ol Felipe Gonz¨¢lez.
Dentro de unos meses, la fiesta, la excursi¨®n, la aventura musical entre los dos porte?os continuar¨¢ en otros escenarios de Europa. Y qui¨¦n sabe si habr¨¢ espacio para una apoteosis parecida.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.