Sara Baras se queda en el intento de abarcarlo todo en La Uni¨®n
La bailaora gaditana presenta 'Medusa' en la cuarta gala del Festival del Cante de las Minas
Zapatera, a tus zapatos... o a tus zapateados, cabr¨ªa decir con m¨¢s exactitud trat¨¢ndose del baile de Sara Baras. No es la primera vez que decimos que a los ¨²ltimos espect¨¢culos de Sara Baras le sobra todo lo que no es su propio baile. No se puede estar en misa y repicando, sobre todo si no se sabe de la misa m¨¢s que la mitad, es decir, si se ignora mucho sobre escritura teatral, dramaturgia, escenograf¨ªa y coreograf¨ªa y otros elementos del espacio esc¨¦nico que, sin embargo, ella se empe?a en abordar en solitario en cada uno de sus ¨²ltimos espect¨¢culos.
As¨ª ocurre, revisado y aumentado, en su ¨²ltimo espect¨¢culo, Medusa, con m¨²sica de Keko Baldomero, recientemente estrenado en el festival de M¨¦rida, y presentado la noche del lunes en la cuarta gala del festival del Cante de las Minas de La Uni¨®n.
Nada m¨¢s comenzar el ballet, la presencia p¨¦trea de los dioses Poseid¨®n y Atenea (como si hubiesen sido v¨ªctimas de los ojos de la Medusa) est¨¢ entre el teatro de sal¨®n parroquial y una falla valenciana. Lo mejor de Sara Baras, lo que la convirti¨® en una bailaora ante la que se rend¨ªa cualquier p¨²blico, era aquella naturalidad de su en¨¦rgico y femenino baile, la muchacha gaditana que bailaba como un impulso genuino, vital. No es que pensemos que deba quedarse siempre en eso, que no pueda ir m¨¢s all¨¢, pero el resultado de su ambici¨®n crea un espect¨¢culo pretencioso que hace aguas por todas partes, que necesita de una revisi¨®n esc¨¦nica de principio a fin.
Porque si se pone maravillosa sobre el suelo nos acordamos de que no es una bailarina de contempor¨¢neo ni tampoco Marina Abramovic; si se pone tr¨¢gica nos recuerda que no es Margarita Xirgu, como no es tampoco Shakespeare ni Lluis Pasqual ni nada que se le parezca. Podr¨ªamos resumir todo en lo siguiente: cuando baila (flamenco) todo va bien; cuando dirige y quiere ser Lindsay Kent, el tinglado se viene abajo estrepitosamente.
Hay dos momentos brillantes que, no casualmente, coinciden con su baile, con sus taconeos que preludian, anuncian o marcan la tragedia. En la primera parte, cuando, todav¨ªa pura e inocente, baila antes de la violaci¨®n por Poseid¨®n. Y despu¨¦s, cuando ya ha sido condenada a la soledad y al poder fatal de sus ojos, que petrifican a todo el que la mira, y baila a d¨²o con Jos¨¦ Serrano (Perseo). El resto es prescindible.
Tampoco a?aden nada unos versos del cantautor Javier Ruibal, que van siendo desgranados a lo largo de la obra. Quiz¨¢s una voz que hubiese pautado la obra hubiese servido, al menos, para introducir y explicar la historia a los espectadores que no conozcan el mito griego en el que se basa la historia (en La Uni¨®n se da la nefasta costumbre de no repartir programas de mano), ya que al parecer de lo que se trata es de hacer?teatro.
En unas recientes declaraciones, a prop¨®sito del estreno del ballet en el Festival de Teatro Cl¨¢sico de M¨¦rida, la propia Baras dec¨ªa: "A veces s¨ª que apetece bailar por bailar, ser t¨² misma y utilizar el cuerpo por encima de todo". Pues eso, se?ora, ?por qu¨¦ no baila usted, que es lo que verdaderamente la ha hecho grande?
Babelia
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