La alucinaci¨®n, nuestro destino
Ari Folman crea una distop¨ªa sobre la farmacocracia, asoci¨¢ndola a las ¨²ltimas perversiones de la cultura de la fama y a la mercantilizaci¨®n del cuerpo virtual
Entre las muchas distop¨ªas planteadas por los escritores de ciencia-ficci¨®n del siglo XX y m¨¢s o menos cumplidas en este siglo XXI que empezamos a transitar, la farmacocracia, imaginada por Stanislaw Lem en su sat¨ªrica Congreso de futurolog¨ªa, se fundamentaba en el control del individuo a trav¨¦s de la inducci¨®n qu¨ªmica del placer y de la soluci¨®n ilusoria de toda necesidad. Una distop¨ªa disfrazada de utop¨ªa hedonista seg¨²n la herencia del visionario Aldous Huxley en Un mundo feliz, obra apoyada en la brillante idea de que el ¨¦xito de los totalitarismos futuros no estar¨ªa en la dominaci¨®n por la fuerza, sino en la (envenenada) satisfacci¨®n del consumidor.
El congreso
Direcci¨®n: Ari Folman.
Int¨¦rpretes: Robin Wright, Harvey Keitel, Jon Hamm, Paul Giamatti, Danny Huston, Kodi Smith-McPhee, Sami Gayle, Michael Landes, Sarh Shahi.
G¨¦nero: ciencia-ficci¨®n.
Israel-Alemania-Polonia-Luxemburgo-B¨¦lgica-Francia, 2013.
Duraci¨®n: 122 minutos.
En plena era de lo que Beatriz Preciado denomina el control f¨¢rmaco-pornogr¨¢fico, el israel¨ª Ari Folman ampl¨ªa el campo de batalla de la farmacocracia, asoci¨¢ndola a las ¨²ltimas perversiones de la cultura de la fama y a la mercantilizaci¨®n del cuerpo virtual, en su ambiciosa El Congreso, que es demasiadas cosas menos una adaptaci¨®n sumisa del original.
En la pel¨ªcula, la actriz Robin Wright, interpret¨¢ndose a s¨ª misma, desplaza de su papel protagonista al astronauta Ijon Tichy. La firma de un contrato que ceder¨¢ la propiedad del cuerpo virtual de la actriz a un estudio cinematogr¨¢fico domina el primer tramo de la pel¨ªcula, que culmina con un intenso mon¨®logo de Harvey Keitel servido con vehemente autoridad: la distop¨ªa, la disoluci¨®n de lo real en lo ilusorio y manipulable, parece subrayar Folman, empez¨® aqu¨ª, el d¨ªa en que un actor se someti¨® a los protocolos del motion capture. Andy Serkis como paciente cero de la matrix-izaci¨®n de nuestra realidad.
Tras una elipsis de veinte a?os, la pel¨ªcula de Folman emprende su particular lectura de la obra de Lem transform¨¢ndose en pesadillesca fantas¨ªa animada, con ecos del cine de los hermanos Fleischer, pero tambi¨¦n de esos cortos de la Warner donde se concentraban caricaturas del star-system de Hollywood: el director corresponde a la fertilidad imaginativa de Lem con un despliegue de afortunadas ideas visuales ¡ªde los brazos alados a las citas a El Bosco¡ª, transformando el afilado tono c¨®mico del original en un poema on¨ªrico de aire melanc¨®lico. En Vals con Bashir (2008) la animaci¨®n le sirvi¨® para describir la emergencia de un reprimido cargamento de culpa, aqu¨ª le permite mostrar que la alucinaci¨®n es nuestro destino.
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