Carla Fracci encarna a Artemisia Gentileschi
Un ¡®coreodrama¡¯ po¨¦tico acerca hasta el espectador una vida llena de aventuras y misterios
La gran diva del ballet italiano de nuestra ¨¦poca, Carla Fracci (Mil¨¢n, 1936) ha celebrado su 79? cumplea?os sobre las tablas con un estreno absoluto pensado para ella e inspirado en la biograf¨ªa de la pintora barroca Artemisia Gentileschi (Roma, 1593 ¨C N¨¢poles, 1654?). El ¡°coreo-dramma¡± lleva por t¨ªtulo a secas ¡°Artemisia¡± y tiene una duraci¨®n cercana a las dos horas. Fracci se mantiene en escena casi todo el tiempo dando vida a las escenas que evocan, a trav¨¦s de algunos bailarines y de un grupo de actores, la agitada vida de la pintora, sus viajes solitarios, sus amores pasionales, la m¨¢cula de la violaci¨®n y el uso mezquino que hizo su padre del proceso judicial posterior. De alguna manera, todo eso est¨¢ en sus pinturas y en sus cartas y se ha tratado de reflejar en la pieza, con libreto de la historiadora Federica Tornese y coreograf¨ªa de Toni Candeloro, nacido precisamente en esta ciudad meridional, Oria, el punto m¨¢s cercano a Grecia. Frente a su catedral, un inmenso y generoso escenario casi vac¨ªo se llenaba con la presencia de septuagenaria bailarina, que no teme ni el espacio ni el tiempo, haciendo gala de una energ¨ªa contagiosa y una brillantez interpretativa que dice todo de su leyenda y categor¨ªa. La direcci¨®n esc¨¦nica corri¨® a cargo de Beppe Menegatti, marido de la artista, su compa?ero en la vida y en el arte que ha ideado multitud de espect¨¢culos para la bailarina.
Fracci escogi¨® la fecha del 20 de agosto para el estreno mundial (en la pr¨®xima temporada habr¨¢ una gira con otra versi¨®n ideada para teatros cerrados), pero cosa rara, llovi¨® a mares en Oria, una tormenta de verano larga que moj¨® dos veces seguidas el escenario. La obra se suspendi¨® y solamente pudo hacerse la funci¨®n del d¨ªa siguiente, el 21; hab¨ªa escogido para el paso a dos l¨ªrico al napolitano Luca Giaccio (artista actualmente del Ballet de Munich), que encarnaba a Nicholas Lanier (1588 ¨C 1666), compositor, cantante, tocador virtuoso del la¨²d, y pintor ingl¨¦s adem¨¢s de ser el gran amor en la vida de Artemisia. Candeloro se reserv¨® el papel de Bernardo Cavallino, tambi¨¦n un personaje real que entra en la leyenda biogr¨¢fica de la Gentileschi, al que las cr¨®nicas de la ¨¦poca definen poco menos que como un desgraciado con joroba.
En la escena italiana existe el t¨¦rmico ¡°coreodrama¡± que permite unir los fragmentos de baile, pantomima y prosa en todo arm¨®nico respaldado por la m¨²sica, en este caso, seleccionada de Gesualdo de Venosa, Alessandro Stradella, Tommaso Albinoni, Juan Sebastian Bach, el ardoroso Lainer y unas partes del siglo XX de Anton Weber que asombraron por su modernidad. El cuerpo de baile eran miembros j¨®venes del Balletto di Puglia. Gaccio y Fracci, enlazados en una cor¨¦utica que recordaba con facilidad los d¨²os de ¡°Romeo y Julieta¡± dieron el momento de ballet m¨¢s intenso y a¨¦reo de la velada. El actor Aldo Bianco fue aplaudido espont¨¢neamente por el p¨²blico que llenaba las gradas y la plaza por su manera de encarnar a Francesco Maria Maringhi, su amante florentino y posible padre de una de sus hijas. Al final, en vez de la muerte, se representa una especie de ascensi¨®n muy en tono barroco, una exaltaci¨®n coral del talento que en paridad, val¨ªa para el personaje del seiscientos tanto como para la primera bailarina italiana del siglo XX.
Sabemos que Artemisia Gentileschi fue la primera mujer admitida en la Accademia del Disegno, que entabl¨® correspondencia con Galileo Galilei, que sus cuadros pueden leerse como un manifiesto feminista muy de futuro; se conoce su itinerario a Venecia, donde encuentra al apuesto Nicholas Lainer y tambi¨¦n sabemos que muere en N¨¢poles tras pasar calamidades y con toda probabilidad arrastrada por la peste. La fecha de 1654 es del todo hipot¨¦tica. Carla Fracci nos recita con su poderoso rostro y sus brazos, con su respiraci¨®n y su aplomo, esa vida tan tr¨¢gica como productiva e intensa, todo entonado en una especie de oratorio gestual que deja claro que hay diva milanesa para mucho tiempo y en gran forma.
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