Llegando al tercer acto
Tras quedarse ciego, Moondog vivi¨® unos sesenta a?os haciendo lo esencialmente que quiso
Cr¨ªa fama y ¨¦chate a dormir. Es decir, cuidado con la imagen que cultivas: se te puede quedar pegada para siempre. Woody Guthrie qued¨® inmortalizado por aquella audaz chuler¨ªa que escribi¨® en su guitarra ¡ª¡°esta m¨¢quina mata fascistas¡±¡ª cuando hoy sabemos que sus pasiones pol¨ªticas se amainaron y que era un hombre complejo, m¨¢s movido por sus pulsiones sexuales que por la ideolog¨ªa.
Los t¨®picos tambi¨¦n trivializaron a Louis Thomas Hardin (1916-1999), alias Moondog. Incluso los libros ¡ªo el pr¨®ximo documental¡ª que reivindican su seriedad como compositor, usan como gancho su imagen de los a?os sesenta: era ¡°el vikingo de la Sexta Avenida¡±, otro freak m¨¢s del mosaico humano de Nueva York.
Hasta que rascas debajo de esa leyenda. Primero, nada de homeless: Moondog siempre tuvo techo y, durante los cincuenta, esposa y hogar; en esa d¨¦cada, se hizo su hueco en el mundillo del jazz. Segundo, ninguna excentricidad en lo de salir a la calle diariamente: aunque la polic¨ªa le calific¨® como ¡°mendigo¡±, en realidad vend¨ªa sus discos y escritos, aparte de que le permit¨ªa ser localizado; se situaba cerca de las sedes de los grandes medios y la industria discogr¨¢fica.
Sigamos: su indumentaria, que ¨¦l mismo confeccionaba, obedec¨ªa a una identificaci¨®n con las culturas n¨®rdicas precristianas; el casco con cuernos no respond¨ªa a la realidad hist¨®rica pero era ¨²til para un ciego que se mov¨ªa por calles abundantes en letreros colocados a baja altura.
Exacto: llegamos al punto esencial. Moondog perdi¨® la vista a los 16 a?os y se empe?¨® en conseguir una completa autonom¨ªa personal, aunque eso supusiera romper con su familia. Asombra comprobar su ¨¦xito: tras salir del colegio para ciegos, vivi¨® casi sesenta a?os haciendo lo esencialmente que quiso. Viaj¨® sin miedo. Adquiri¨® peque?os terrenos en el campo y construy¨® caba?as donde se refugiaba cuando Manhattan se le hac¨ªa insoportable. Y no siempre estaba solo: manten¨ªa relaciones, no necesariamente sexuales, con abundantes mujeres.
Pudo haber funcionado como gur¨² en los sesenta, cuando buena parte de la juventud estadounidense buscaba sabios; luc¨ªa como una variaci¨®n sobre Mr. Natural, el personaje de Robert Crumb. Pero rechazaba las drogas ilegales; libertario, no le interesaba liderar ninguna secta. Seg¨²n recuerda Philip Glass, que le acogi¨® durante un a?o en su casa, ten¨ªa costumbres feas. Se declaraba antisemita y racista, aunque algunos de sus colaboradores fueran negros o jud¨ªos. Era muy sob¨®n, incluso con mujeres que acababa de conocer. Y se escudaba en su ceguera para vivir entre basura.
C¨®mplice de Glass y Steve Reich, pudo subirse al carro triunfal del minimalismo. Hab¨ªa afinidades, pero su testarudo individualismo le imped¨ªa incorporarse a cualquier escuela. Detestaba la atonalidad o, en sus palabras, ¡°prefiero escuchar rock¡¯n¡¯roll que Sch?nberg¡±. Rechazaba los instrumentos electr¨®nicos y amaba formas como el canon o el madrigal.
A lo que iba: Moondog crey¨® que le hab¨ªa llegado la aceptaci¨®n con sus dos publicitados elep¨¦s para CBS pero ya no hubo m¨¢s (Terry Riley sufri¨® un tratamiento similar). Parec¨ªa condenado a envejecer en las calles de Nueva York, v¨ªctima de aquella maldici¨®n de F. Scott Fitzgerald: ¡°no hay segundos actos en las vidas americanas¡±. Hasta que se instal¨® en Europa; aqu¨ª, solemos simpatizar con los inconformistas made in USA. Encontr¨® una familia de acogida, a trav¨¦s de una estudiante alemana que se convenci¨® de su bondad innata.
Moondog dej¨® tal cantidad de m¨²sica escrita ¡ªen muchos casos, nunca interpretada¡ª que todav¨ªa queda margen para discutir si estamos ante un na?f o un vanguardista. Lo gratificante es que vivi¨® el ¨²ltimo cuarto del siglo pasado con confort y con la seguridad de que finalmente hab¨ªa hallado un p¨²blico: recib¨ªa encargos, su m¨²sica se interpretaba y se grababa; adaptaba sus partituras (escritas en braille) a formaciones de diferente tama?o Ahora, ya muerto, ha vuelto al American way of life: los herederos, que le ignoraron en vida, pelean por sus derechos de autor.
Babelia
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