El grito abstracto del ¨²ltimo Turner
La Tate Britain cuestiona la idea de la vejez del artista en una exposici¨®n
Controvertido, prol¨ªfico, pol¨¦mico y genial J. M. W. Turner (Londres, 1775-1851) est¨¢ considerado, junto a Constable, como el indiscutible maestro del paisajista y el artista que mejor supo plasmar el temperamento de la naturaleza. Precoz en sus inicios ¡ªempez¨® con solo 13 a?os¡ª y reconocido desde muy joven, es despu¨¦s de cumplir los 60, ya en 1835, cuando consigue desgarrar la luz y el tiempo en sus paisajes hasta el punto de que muchos creyeron que las vistas casi abstractas de su ¨²ltima etapa eran producto de la locura, del desvar¨ªo senil o de la acusada presbicia que sufr¨ªa.
La Tate Britain, propietaria de gran parte de su legado, se ha atrevido en una exposici¨®n que ma?ana abre al p¨²blico, Late Turner. Painting set free, a cuestionar la idea del artista envejecido para asegurar que los radicales cambios de los ¨²ltimos a?os son consecuencia de incansable esp¨ªritu rompedor y de su necesidad de desmenuzar el paisaje hasta las ¨²ltimas consecuencias. Tres son los comisarios que durante los dos ¨²ltimos a?os han trabajado conjuntamente para demostrar al mundo del arte que la obra ¨²ltima de Turner no es producto de un artista ni viejo ni demente, sino de la plenitud de un genio. Son Sam Smiles, profesor de la Historia del Arte y Cultura Visual de la Universidad de Exeter; David Blayney Brown, comisario de la Fundaci¨®n Manton de Arte Brit¨¢nico, y Amy Concannon, comisaria asistente, ambos de la Tate Britain.
La muestra se centra en la obra del pintor a partir de sus 60 a?os
Dividida en cinco apartados, la exposici¨®n comienza con un resumen en el que se cuenta su vida, su trabajo y su legado con algunos de sus primeros paisajes y retratos hechos por artistas contempor¨¢neos suyos en los que siempre se ve a un hombre grueso de baja estatura y gesto ce?udo frente a un caballete sobre el que pinta de manera compulsiva. Ah¨ª est¨¢n tambi¨¦n dos de sus muchas paletas de colores junto a sendos pares de gafas de montura negra y gruesos cristales que hablan de sus dificultades visuales.
La exposici¨®n muestra una gran parte de sus obras m¨¢s conocidas. Prueba de que no era un artista acomodaticio es que durante su etapa m¨¢s madura es cuando decide salir de Inglaterra y buscar nuevos paisajes por toda Europa. Quiere ver nuevas monta?as, nuevos cielos y otras atm¨®sferas. Francia, Austria o Alemania son algunos de los pa¨ªses donde decide dar nuevos bocados a la naturaleza, pero es en Italia donde reintenta de nuevo el paisaje. A veces lo deja desnudo como un escenario sin personajes y otras veces recurre a los h¨¦roes de la Antig¨¹edad para reescribir la historia. Roma antigua, Agrippina desembarcando con las cenizas de Germ¨¢nico o Boya se?alando a un naufragio son algunas de las telas m¨¢s impresionantes realizadas en este largu¨ªsimo viaje. Con esas energ¨ªas renovadas pint¨® tambi¨¦n otra de las joyas de la exposici¨®n, enfocando energ¨ªas renovadas a la exploraci¨®n del desarrollo social tecnol¨®gico y cient¨ªfico de la vida moderna, que plasm¨® en, por ejemplo, Lluvia, vapor y velocidad. El gran ferrocarril del Oeste (1844).
La producci¨®n de su madurez no es la de un demente, sino la de un genio
Puede que lo m¨¢s controvertido de sus ¨²ltimos a?os fueran sus obras realizadas en formas octogonales o redondas; iniciativa que puso en pie de guerra a sus cr¨ªticos. En la exposici¨®n, aquellas telas raras han sido reunidas en una sala especial y fascinan a los visitantes por los juegos geom¨¦tricos que acent¨²an la abstracci¨®n de las obras finales.
El colof¨®n est¨¢ dedicado a sus supuestas pinturas inacabadas que, en realidad, salvo una, todas estaban perfectamente rematadas. Los comisarios se?alan Sombra y oscuridad y Luz y color, ambas de 1843, a modo de ejemplo de c¨®mo Turner desarroll¨® sus t¨¦cnicas m¨¢s revolucionarias con unos planteamientos que despu¨¦s han seguido sucesivos movimientos y legiones de artistas.
Con esta exposici¨®n dedicada a Turner, la gran temporada londinense que se avecina no pod¨ªa empezar mejor. En solo una semana, el otro gran paisajista brit¨¢nico, John Constable (1776-1837) llega al Victoria & Albert Museum nada menos que con 150 obras. La muestra trata de explorar las fuentes de inspiraci¨®n del artista y revela la narrativa oculta tras la creaci¨®n de lienzos tan conocidos tal como El carro de heno (1821), El maizal (1826) y La catedral de Salisbury desde los campos (1831).
Pero parece que ha sido la casualidad la que ha hecho que ambos maestros del g¨¦nero coincidan en la temporada. Nada estaba planificado. Lo mismo ocurre con la exposici¨®n dedicada al Rembrandt tard¨ªo, The late works, que a mediados de octubre se mostrar¨¢ en la National Gallery de Londres y a partir de la primavera pr¨®xima en el Rijksmuseum de ?msterdam.
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