Dante no es ¨²nicamente severo
Algunas actividades humanas, no todas, admiten juicios de espectro variable: desde el aullido indignado hasta la carcajada desternillada. Una de ellas es esa que seguimos llamando ¡°arte¡± a falta de mejor palabra. Uno puede especular sobre el arte con absoluta seriedad, como acaba de hacer F¨¦lix Ovejero en El compromiso del creador (Galaxia Gutenberg) en donde contrasta la actividad art¨ªstica nada menos que con la tradici¨®n cient¨ªfica. El subt¨ªtulo resume perfectamente la fascinante bronca que se trae Ovejero con el arte actual: ?tica de la est¨¦tica.
Puede uno, tambi¨¦n, darle al arte una dimensi¨®n menor, dom¨¦stica y amable. Es lo que escribe Winston Churchill en un texto diminuto y estupendo: La pintura como pasatiempo (Elba). Cuenta en ¨¦l c¨®mo descubri¨® la pintura a los 40 a?os, abrumado por sus tareas guerreras, y da consejos desinhibidos a los pintores de domingo para que no se averg¨¹encen de ir por el mundo con un escabel, los pinceles y un bocadillo. Planten su caballete donde les d¨¦ la gana y pinten sin complejos, les dice. ?l lo hizo, y no tan mal como aseguran sus enemigos.
Como quer¨ªa aprender, Churchill comenz¨® a fijarse mejor en los pintores que le ca¨ªan a mano, sobre todo en la Tate. Y como buen brit¨¢nico se qued¨® pasmado ante Turner. Luego descubrir¨ªa a los impresionistas, era inevitable. Sin embargo, un hombre de guerra lleva siempre el combate en su alma, de modo que lean esta frase admirable: ¡°Cuando contemplamos un turner de gran formato (¡) sentimos la presencia de una manifestaci¨®n intelectual que iguala en cantidad e intensidad los m¨¢s logrados ¨¦xitos de la acci¨®n b¨¦lica, del argumento forense o de las adjudicaciones cient¨ªficas o filos¨®ficas¡±.
Churchill se percat¨® de que el aficionado pod¨ªa perfectamente proyectar su mentalidad profesional sobre la realizaci¨®n art¨ªstica y all¨ª en donde ¨¦l, en plena guerra mundial, ve¨ªa estrategias, cuerpos de ej¨¦rcito, avanzadillas o cabezas de puente, bien pod¨ªa un juez ver en la misma tela un juicio por asesinato alevoso o el cient¨ªfico una representaci¨®n simb¨®lica de los fractales.
Lo fascinante de la actividad art¨ªstica, tanto si hablamos de una catedral g¨®tica como de un mont¨®n de ladrillos alineados en una galer¨ªa, es que permite indignarse, re¨ªr o participar a la manera del ciclista dominguero. Ovejero nos pone ante la responsabilidad del artista como si este hubiera de responder en un tribunal. Churchill m¨¢s bien agradece al artista que le permita pedalear a su lado durante unos kil¨®metros para despu¨¦s volver a su despacho y decidir la muerte de cientos de miles de muchachos. Ambas posiciones son legales, ambas tienen un gran inter¨¦s para el lector reflexivo.
Contra Ovejero, Churchill lleva raz¨®n en un punto. Visto desde la perspectiva de la guerra, el arte es un modo de entretener las horas hasta que llegue nuestra inevitable muerte. En este sentido, sin embargo, el arte es como la religi¨®n, la filosof¨ªa, la ciencia y la pol¨ªtica. E igualmente irresponsable.
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