Carmen Linares y Jorge Pardo visten de jazz las voces jondas en el Teatro Central
Espect¨¢culo transversal programado por la Bienal de Flamenco
La flauta travesera espera a porta gayola a que el fandango la embista. Jorge Pardo ha toreado en peores plazas, y por eso sabe que esta Bienal de Sevilla no va a poder tampoco con ¨¦l. Y ten¨ªa raz¨®n. Porque la noche que empez¨® m¨¢s all¨¢ de las once en el teatro de la Isla de la Cartuja resultar¨ªa una mezcla rica, interesante y vibrante con la guitarra de Carles Benavent y la bater¨ªa de Tino di Geraldo, y todo bendecido por la presencia de esa matriarca de voz ronca que es Carmen Linares.
CU4TRO empezaba con esos fandangos con una flauta travesera enloquecida haciendo de cantaora apasionada en las manos de Pardo, pero segu¨ªa recordando a Borges con su Milonga del forastero. En esta pieza, parte de esos cantes de ida y vuelta que se han vuelto a ir para volver a volver revestidos de jazz, el ritmo impera cuando la voz quebrada de Linares deja de resonar en la sala y Pardo se enzarza en una cadencia medida de flauta con sonido cristalino.
Para volver a la esencia, Linares ¨Cde la que dec¨ªa Estrella Morente que ¡°lo ha cantado y puede cantarlo todo¡±- cede a la flauta el honor de hacer el solo de una fragante taranta que juega en un fest¨ªn de modulaciones para alcanzar el quej¨ªo m¨¢s agudo antes de cederle el protagonismo a la guitarra flamenca. Es entonces cuando Linares recupera el poder con una cartagenera muy bella, refinada, cantada con gusto y en la que la cantaora paladea y disfruta cada s¨ªlaba.
Porque si algo se nota en este montaje de flamenco-jazz es que los que est¨¢n sobre el escenario son felices con lo que est¨¢n haciendo. Bien sea en el solo instrumental de los tanguillos que comienzan con un ¡°?Viva Cai!¡± del flautista a sus compa?eros, como en la posterior cadencia de la guitarra el¨¦ctrica en un momento en el que busca el requiebro con tintes el¨¦ctricos.
Tambi¨¦n hubo anoche momentos de intimidad, de esa que desgrana el cante que suena ronco pero penetrante cuando va solo acompa?ado de la percusi¨®n, como sucede en la seguiriya repleta de matices que ejecuta Di Geraldo con su bater¨ªa. Una percusi¨®n que acababa donde empezaban las piernas de Pepe Torres, el bailaor que acompa?a al cuarteto y que ayer derroch¨® arte y m¨²sculo sum¨¢ndose al solo en¨¦rgico del bater¨ªa. Las guitarras protagonizaron, por su parte, una carrera de relevos entre trastes pisados y rasgueos secos que llevaron a una grana¨ªna a tornarse pieza de deleite por su tempo delicado y una Linares que se enzarza al final en quej¨ªos imposibles, alardeando de voz.
Al final, todo termin¨® como acaban las buenas juergas flamencas, por buler¨ªas y dej¨¢ndole a cada uno su sitio. Aunque aqu¨ª no se sabe bien si es el jazz el que est¨¢ a gusto arranc¨¢ndose por fandangos o la cantaora de raza la que se deja llevar, a sabiendas, hacia ese mundo del jazz donde poco hay escrito y mucho por escribir.
Babelia
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