Ai Weiwei se encierra en Alcatraz
El artista chino expone en el m¨ªtico penal situado en la bah¨ªa de San Francisco
Ic¨®nica, reconocida, cercana y a la vez lejos de la civilizaci¨®n. La isla de Alcatraz, con su m¨ªtico presidio clausurado en 1963, es uno de los monumentos m¨¢s visitados de EE UU. El cine, con sus escapadas de leyenda y alcaides mal¨¦volos, as¨ª como la sombra de Al Capone, lo convirtieron en una fortaleza de m¨¢xima seguridad. Desde el muelle no da esa sensaci¨®n inexpugnable. Al contrario, si no se sabe del rigor de las corrientes y la baja temperatura de sus aguas, sazonadas con tiburones, la haza?a de escaparse no se ve tan compleja. Lo del rigor, s¨ª, empezando por el clima. La humedad cala y las normas de la fortaleza dejan claro que no hay marcha atr¨¢s. Los presos ten¨ªan solo cuatro derechos: comida, techo, ropa y asistencia m¨¦dica.
El artista chino Ai Weiwei (Beijing, 1957) juega con estas ideas preconcebidas sobre la isla, cuyo primer uso fue como fort¨ªn espa?ol, para evidenciar la carencia de libertad. En lugar de escapar de Alcatraz, se cuela en su interior convirtiendo algunas de sus ajadas dependencias en oasis de libertad expresiva y color. Como no pudo salir de China, Weiwei ha hecho este camino con una propuesta creativa, adapt¨¢ndose a un espacio al que no ha tenido acceso. Lo explica Cheryl Haynes, comisaria de la exposici¨®n: ¡°Ha sido fascinante. Su Gobierno le ha quitado el pasaporte, entonces fui seis veces a su estudio para llevarle v¨ªdeos, pel¨ªculas, libros, planos...¡±. Hace un mes el disidente envi¨® a varios miembros de su estudio para rematar el montaje seg¨²n sus deseos.
Sin una complicidad y una relaci¨®n estrecha no habr¨ªa sido posible. Pero en resumen, s¨ª, Ai Weiwei se adentra en el espacio del que todos quer¨ªan salir, lo conquista sin poner un pie en ¨¦l. ¡°Con la diferencia horaria¡±, expone Haynes, ¡°nos pas¨¢bamos la noche haciendo videoconferencias para tenerle al tanto de todos nuestros progresos. Ha estaba atento¡±.
El resultado impacta. @Large, nombre de la exposici¨®n, (at large es una expresi¨®n que en castellano significa pr¨®fugo) est¨¢ llena de peque?os detalles. La ruta comienza en la lavander¨ªa, que era un lugar de trabajo. Seg¨²n el c¨®digo de conducta, el derecho a tener un oficio dentro de la c¨¢rcel hab¨ªa que conquistarlo. Es lo que hacen las cometas en forma de drag¨®n que ocupan la nave central, que con frases de Julian Assange o Edward Snowden dejan claro cual es su mensaje. Lavabos, oficinas y apliques se han dejado como contraste por su ¨®xido, un contrapunto al colorido del papel volador.
Ai mezcla lo actual, lo modulable, como son las piezas de Lego, con lo vetusto de una estructura que por momentos hace sentirse peque?o al visitante. Ha aprovechado la segunda nave de la lavander¨ªa para construir un mosaico con reconocidos defensores de la libertad. Nelson Mandela y Martin Luther King cuentan con un lugar destacado. La siguiente parada es una sinuosa galer¨ªa. Mientras se atraviesa el pasillo, un esqueleto de paneles solares y ollas amenaza con salir hacia el cielo.
Tras atravesar el patio donde los reclusos paseaban, como premio, menos de 20 minutos al d¨ªa, se llega a una enfermer¨ªa hasta la fecha vedada para los visitantes. Se intercalan lugares intactos, como la sala de hidroterapia, todo un eufemismo para dos ba?eras, o la t¨¦trica de rayos X, con letrinas y lavabos convertidos en recipientes de flores de porcelana.
El artista, que no puede salir de China, dise?¨® la muestra a distancia
Muchos de los presos ten¨ªan una arm¨®nica o una guitarra como ¨²nica forma de expresi¨®n y distracci¨®n. Ai le da una vuelta buscando sacar a la luz a cantantes que sufren, como las Pussy Riots, o sufrieron, como V¨ªctor Jara, la represi¨®n. La impersonal hilera de barrotes pasa a tener sonido. Los altavoces se camuflan en los conductos de ventilaci¨®n.
El final aguarda en el comedor, ¨²nico lugar en el que se relacionaban los reclusos. Dos estanter¨ªas colmadas de postales dise?adas por Ai invitan a mandar mensajes a disidentes y presos pol¨ªticos de todo el mundo. Las postales no tienen el remite pero s¨ª el destinatario impreso. ?La intenci¨®n? Apoyar a los que est¨¢n privados de libertad. No se garantiza la entrega, pero el franqueo est¨¢ pagado y la saca de correos espera a los pies. Ah¨ª termina el viaje. Por primera vez se ha provisto al recinto de conexi¨®n wifi. ¡°Queremos aparecer en las redes, molestar a los que no creen en la libertad. Pedimos que se tuitee y comparta¡±, insiste la comisaria, al tiempo que a?ade un deseo, que el acceso a la Red se mantenga cuando acabe la muestra.
La exposici¨®n abre sus puertas ma?ana hasta el 26 de abril. El precio, 30 d¨®lares (24 euros), incluido el trayecto en ferri. Se sale desde el muelle 33 en San Francisco y es recomendable reservar con antelaci¨®n porque la isla tiene un cupo de visitantes por d¨ªa. Una advertencia final: no es para todos los p¨²blicos. No se espera una audiencia pasiva, sino curiosa y con una m¨ªnima condici¨®n f¨ªsica, dispuesta a recorrer m¨¢s de cinco kil¨®metros con patios, pelda?os gastados, escaleras inseguras... una yincana que pesa en la conciencia. El efecto de inmersi¨®n se mantiene horas despu¨¦s de abandonar la isla.
Babelia
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