Peque?os tiranos

Los ni?os ya no lloran. No al menos si mam¨¢ o pap¨¢ pueden evitarlo. Consentidos, excesivamente complacidos, mimados. Un tr¨ªo de cualidades educativas que convierte a los infantes en peque?os grandes tiranos al mando de las rutinas de todos aquellos que les rodean. Es la idea de la que parte Els Joglars para su nueva obra, V.I.P., la iron¨ªa de que los m¨¢s peque?os se conviertan en esa very important person de la que todo depende, para la que todo vale y a la que todo se le da. El m¨¢ximo privilegio para unos peque?os que crecen bajo el suave y bienintencionado mando de los padres, "por complejo o por dar una confortabilidad de la que ellos carecieron", explica su director, Ram¨®n Fontser¨¦. Estar¨¢n desde el mi¨¦rcoles 8 de octubre hasta el domingo 26 en el teatro Mar¨ªa Guerrero de Madrid. "Encantados de volver", asegura Fontser¨¦, con la segunda pieza bajo su direcci¨®n despu¨¦s de El coloquio de los perros y tras el pase del testigo por parte de Albert Boadella en el oto?o de 2012.

Un ceremonial con el que Els Joglars tratan de hacer una reflexi¨®n y una cr¨ªtica sobre la actual educaci¨®n: "La sobreprotecci¨®n, la abundancia, la falta de disciplina, ?est¨¢n construyendo un peque?o reyezuelo?", se pregunta Fontser¨¦. Los padres son, para el catal¨¢n, unos pseudo insectos, "progenitores que se encogen frente al ni?o", cuenta mientras contorsiona manos y brazos para teatralizar su narrativa. Una vez que vuelve a estirarse, recuerda su ¨¦poca, y no encuentra comparaci¨®n: "Rigidez, disciplina y collejas. El jarabe de palo era lo m¨¢s normal". El p¨¦ndulo ha ido de un extremo a otro sin apenas detenerse en la verticalidad. Sin t¨¦rminos medios.

El retrato de la sociedad que ha hecho la hist¨®rica compa?¨ªa, fundada en 1961, ha partido de la observaci¨®n: "A los hijos, a los sobrinos. En la calle, en los restaurantes, viajando. A veces los ni?os lo dominan todo, en cualquier parte", comenta el director. Una pieza sin pretensiones did¨¢cticas e hilada mediante la asociaci¨®n de sentimientos y emociones. Tiene un lenguaje propio y humor¨ªstico. "La inmersi¨®n en la realidad es a trav¨¦s de escenas recogidas de momentos para nada ficticios. Flashes que se materializan en la obra con los comentarios, micr¨®fono en mano, de los actores". Solo cinco para m¨¢s de treinta personajes cubiertos por una escenograf¨ªa minimalista y funcional, "como siempre en esta casa. El teatro es el arte del actor, y este espacio ayuda a evidenciarlo", sentencia Fontser¨¦. Para Martina Cabanas, ayudante de direcci¨®n y encargada del espacio esc¨¦nico, la dramaturgia de la obra, organizada a trav¨¦s de gestos y sentimientos, ha llevado a este universo austero: una especie de rueda blanca tumbada sobre el suelo que va dando paso a los distintos personajes. "Un espacio de juego y no realista que nos permite pasar de una escena a otra con la ayuda de una preciosa iluminaci¨®n que contextualiza".

La sobreprotecci¨®n, la abundancia, la falta de disciplina, ?est¨¢n construyendo un peque?o reyezuelo?

Alejados de la parodia, "si no es perfecta se puede caer en el rid¨ªculo", avisa Fontser¨¦, han intentado convertirse en ni?os sin que se note el esfuerzo. Dolors Tuneu, actriz de la compa?¨ªa, ampl¨ªa el concepto y los visualiza como v¨ªctimas de esa educaci¨®n: "Construyes un monstruo que es v¨ªctima de ese entorno. A algunos padres les parece que la educaci¨®n es solo responsabilidad de las escuelas; a la misma vez a los profesores se les coarta much¨ªsimo. Y la ley lo respalda. Tanto si es como si no es cierto. El poder que acumula el ni?o es tremendo".

Una realidad de vol¨²menes aumentados para mostrar un segmento candente y dif¨ªcil de resolver que produce carcajas y mejillas ruborizadas en los espectadores cuando se ven reflejados sobre el escenario. Tuneu cuenta que, el maestro de timbalas, en un ensayo en la C¨²pula ¡ªsu m¨ªtico laboratorio creativo¡ª se puso rojo el d¨ªa que vio que coronaban a Ram¨®n (en la obra Lucas, el ni?o protagonista), y dijo: "Es exactamente lo que yo hago en casa". No importa la geograf¨ªa ni el umbral de la renta, Martina Cabanas rememora una conversaci¨®n con una pediatra: "Trabaja en un barrio marginal con gente con pocos recursos. Una madre le explicaba que su hija solo com¨ªa hamburguesas, porque era lo ¨²nico que le gustaba. La ni?a era adem¨¢s diab¨¦tica, y la madre lo permit¨ªa. De locos".

La esclavitud de los padres hacia los hijos no es cuesti¨®n de cuentas corrientes y se extiende, adem¨¢s, hacia todos aquellos dentro del per¨ªmetro. Fontser¨¦, con la mirada c¨®mplice de Dolors Tuneu, cuenta c¨®mo se preparan para la invasi¨®n cuando sus sobrinos, convertidos en el hurac¨¢n Katrina, llegan a la mas¨ªa donde viven. Es el piano de su mujer el que sufre la peor parte: "Hay que quedar con el afinador una vez al a?o para que venga hasta la casa, de nada vale cuando llegan ellos. Los padres no dicen nada, y mientras yo oigo c¨®mo aporrean las teclas ellos siguen hablando de f¨²tbol y otras cosas y t¨², por educaci¨®n, callas".?

Para sus sobrinos, machacar el piano debe ser una actividad divertida, no tanto para Fontser¨¦, "a veces es un mal sue?o". Pero tanto ¨¦l como el resto de la compa?¨ªa saben que se siente al jugar. Es lo que ellos hacen cada d¨ªa en cada teatro que pisan y cada bambalina que trasiegan. Lo asegura el director, con una media sonrisa: "Tenemos el privilegio de seguir haci¨¦ndolo, de seguir jugando sobre el escenario". Llevan en ello 53 a?os y m¨¢s de cuatro decenas de obras.