Alice Munro, una vida inesperada
Los relatos de la Nobel de literatura de 2013 se caracteriza por las extra?as vueltas de la vida, la intervenci¨®n del azar, la desaparici¨®n y reaparici¨®n de personas, espacios, tiempos
Me he permitido titular este breve comentario sobre Alice Munro con el t¨ªtulo de una novela m¨ªa, publicada en 1997, precisamente la ¨¦poca de mi descubrimiento de la escritora canadiense. La frase -Una vida inesperada- refleja con fidelidad lo que represent¨® Munro para m¨ª. Esa era la sensaci¨®n que transmit¨ªa mejor que nadie y que en aquel momento, cuando acced¨ª a sus libros, era exactamente lo que necesitaba yo. Leer y expresar eso, las extra?as vueltas de la vida, la intervenci¨®n del azar, la desaparici¨®n de personas, espacios, tiempos, su extra?a reaparici¨®n. Lo inesperado. Lo lleno de vida. De desconcierto, de dolor, de pesadumbre, de s¨²bitas alegr¨ªas, de fugaces ¨¦xitos. La magia, la gracia, la redenci¨®n de la vida est¨¢ en lo inesperado, en el constante fluir.
Los versos de Quevedo:
Oh, Roma, en tu grandeza, en tu hermosura,
huy¨® lo que era firme y solamente
lo fugitivo permanece y dura¡±.
Lo fugitivo nos trae lo inesperado. Solo lo que huye, lo que se escapa, lo que se va, lo que crece, lo que cambia, permanece vivo. Lo firme muere, es tragado por las aguas.
Fue mi amiga la hispanista Francisca Gonz¨¢lez Arias quien me mostr¨® a Munro, quien me la descubri¨®. En una de sus visitas anuales a Espa?a, en 1994, me trajo un libro, como sol¨ªa hacer. Te va a gustar mucho, dijo, tendi¨¦ndomelo, con una sonrisa de complicidad, perfectamente segura de sus palabras. Es de una escritora canadiense, a?adi¨®.
Open Secrets. Ese era el t¨ªtulo. No se trataba de una novela sino de Stories, lo cual, por cierto, pod¨ªa facilitar mi lectura.
A ese regalo le siguieron otros: The love of a good woman, en 1998, Hateship, friendship, courtship, loveship, marriage, en 2001, y The view from Castle Rock, en 2006. Pero, entre tanto, yo ya hab¨ªa podido acceder a Munro en mi propia lengua. En 1996, la editorial Debate public¨® Secretos a voces, la traducci¨®n del primer libro de Alice Munro que tuve en mis manos. En 2001, RBA public¨® Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio. En 2002, en Siglo Veintiuno de Espa?a, apareci¨® El amor de una mujer generosa. En 2005, en RBA, Escapada. En 2008, en RBA, La vista desde Castle Rock. En 2009, en RBA, El progreso del amor. A estos vol¨²menes, todos ellos de relatos, han seguido, ya lo saben ustedes, Demasiada felicidad y Mi vida querida. Y el Nobel.
La predicci¨®n que mi amiga FGA hab¨ªa hecho -Te va a gustar mucho-se qued¨® corta. Los libros de Alice Munro han sido para m¨ª los mejores amigos que he tenido desde entonces. En ingl¨¦s, solo hab¨ªa le¨ªdo p¨¢ginas sueltas, dos, quiz¨¢ tres, relatos enteros, pero, curiosamente, eso me bast¨®. Los le¨ªa y rele¨ªa, maravillada. Esa era la literatura que buscaba. La aparici¨®n, en castellano, de un nuevo libro de Munro era un acontecimiento para m¨ª.
Cuando, en cuatro casos, ten¨ªa las dos versiones, en ingl¨¦s y en espa?ol, me desplazaba por la casa con ellas en las manos, porque muchas veces me apetec¨ªa comprobar qu¨¦ hab¨ªa escrito exactamente la autora. Aunque el estilo de Munro parece n¨ªtido, hay p¨¢rrafos muy complejos en los que se entrev¨¦n intenciones contradictorias. Hay relatos cuyo final o cuyo sentido ¨²ltimo depende de saber descifrar ese o esos p¨¢rrafos. He le¨ªdo y comentado con otros lectores muchos relatos de Munro. Son m¨¢s enigm¨¢ticos de lo que puede parece a simple vista. De hecho, son muy enigm¨¢ticos. Tanto, que en ocasiones, rozan, incluso, el mismo misterio criminal. Hay relatos que, en un sentido amplio, podr¨ªan calificarse de policiacos.
Aunque el estilo de Munro parece n¨ªtido, hay p¨¢rrafos muy complejos en los que se entrev¨¦n intenciones contradictorias. Hay relatos cuyo final o cuyo sentido ¨²ltimo depende de saber descifrar ese o esos p¨¢rrafo
Creo que todos los relatos de Munro son un poco policiacos. El lector lee y, de forma m¨¢s o menos consciente, va recopilando datos en su mente. Pero siempre hay algo que no encaja, algo que nos desconcierta. Muchas veces, volvemos sobre nuestros pasos, releemos, algo se nos ha debido de escapar. De pronto, todo ha cambiado, ?qu¨¦ ha sucedido? Las se?ales estaban ah¨ª, pero no nos hab¨ªamos dado cuenta. Todo est¨¢ ah¨ª.
A Munro hay que leerla muy despacio. Todo cuenta. Cada frase, cada personaje, por m¨ªnima que sea su intervenci¨®n, todo parece estar medido y calculado. Esa es su maestr¨ªa, porque nos transmite la sensaci¨®n de que todo fluye de forma natural, casi espont¨¢nea. En eso consiste, efectivamente, la maestr¨ªa: en la naturalidad del resultado, en el extraordinario fluir de las palabras, tan plenas de sentido y, a la vez, tan enigm¨¢ticas. Son historias intensas, pobladas de grandes emociones, salpicadas de casi insignificantes gestos. Peque?as emociones, tambi¨¦n.
El primer libro de Munro que le¨ª con otras personas con el objeto de comentarlo y compartir nuestros puntos de vista fue Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio. He vuelto a ¨¦l hace unos d¨ªas y me ha impresionado lo vivo que se manten¨ªa en mi memoria. La raz¨®n, sin duda, es esa lectura compartida, esa discusi¨®n p¨²blica que sigui¨® a la lectura privada de cada uno de los relatos contenidos en el libro. Creo que a Munro no solo hay que leerla despacio sino que hay que leerla en p¨²blico. Con dos o tres personas basta. Dos o tres puntos de vistas distintos. Es entonces cuando los relatos de Munro penetran y fructifican.
Munro nos lleva a indagar en nosotros mismos, a hacernos preguntas sobre nuestros recuerdos y nuestras trayectorias. Nos relata vidas -vidas inesperadas- y, casi inadvertidamente, nos encontramos rehaciendo el relato de nuestra vida. Porque los relatos de nuestras vidas se rehacen continuamente. La literatura de Munro es una confirmaci¨®n de esa sospecha, de esa intuici¨®n.
Una mujer enamorada, cuya obstinaci¨®n hace cambiar el curso de la vida de los otros, que jam¨¢s hubieran apostado por su felicidad. Una mujer enferma, repentinamente envuelta en una evanescente historia de amor adolescente y descarado. Una joven que desea escapar del s¨®rdido ambiente familiar y comete errores de bulto, peque?as injusticias de las que m¨¢s adelante se arrepentir¨¢ con un poco de nostalgia. Una viuda desconcertada ante las ¨²ltimas palabras de su marido y ciertos recuerdos inquietantes. Unos j¨®venes que protagonizaron un amor de infancia y que se reencuentran al cabo de los a?os, con sus vidas hechas y sus posos de dolor y algo de su antigua complicidad intacto. La amiga de una mujer casada que se instala a pasar una temporada en su casa, removiendo los fr¨¢giles cimientos de la relaci¨®n matrimonial. Amigos que se mueren y se llevan con ellos para siempre parte de nuestras vidas. Una historia de amor que termina de forma m¨¢s abrupta de lo que se hubiera querido y de lo que se desea recordar. Una amiga ¨ªntima, casi una hermana, que huye de la casa, y la chica que tambi¨¦n se quisiera escapar, b¨²squedas y huidas diferentes con significativos momentos compartidos. Los amores de la senectud, con nuevos recuerdos y nuevas inocencias. La piedad. Lo inesperado, siempre. El fluir. Las leves sorpresas, los papeles nuevos.
Estos son los personajes que pueblan los relatos de Alice Munro. Sus esperanzas y sue?os, sus inquietudes. Mirar hacia fuera, esperar algo todav¨ªa, descubrir a los otros.
Todo eso lo he aprendido leyendo a Munro. Ley¨¦ndola a solas y ley¨¦ndola, coment¨¢ndola, con otras personas.
En un taller literario, escog¨ª el relato Silencio, del volumen Escapada, para ser analizado y debatido. Pocas veces se ha tratado un asunto como el de la relaci¨®n de las madres con las hijas, desde el punto de vista de la madre. Aunque es el hilo conductor del relato, la mano de Munro nos gu¨ªa por un laberinto de relaciones sentimentales, que lo abarcan todo. Inevitable rememorar el t¨ªtulo de otro de sus relatos magistrales: Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio. Todas las categor¨ªas est¨¢n representadas aqu¨ª. M¨¢s el amor filial. M¨¢s el duelo. M¨¢s la perplejidad de la ausencia y la reacci¨®n, siempre imprevista, ante el dolor. La contenci¨®n, la negaci¨®n, la suplantaci¨®n del dolor por la risa, por el olvido f¨¢cil. Por capas y capas de silencio.
La infancia feliz de la hija, Pen¨¦lope, con Juliet, la madre, la mujer que protagoniza el relato. La relaci¨®n de la hija con el padre, tan prometedora, basada en cosas materiales que se compart¨ªan con naturalidad, los ratos de navegaci¨®n en el barco del padre evocados, al cabo de los a?os, como una rareza, ?por qu¨¦ la vida no sigui¨® por ah¨ª?
La muerte del padre, acaecida en verano, mientras la hija est¨¢ ausente, lo trunca todo. Es el primer giro inesperado. La vida, a partir de aqu¨ª, deja de tener pautas. Pero la relaci¨®n entre la madre y la hija va superando los obst¨¢culos. Nada hace prever que Pen¨¦lope huya de la casa y se refugie en una extra?a comunidad religiosa en busca de la espiritualidad que, seg¨²n la interpetaci¨®n de un odioso personaje, siempre le ha faltado a su vida. El gran fallo de Juliet, su culpa: la falta de espiritualidad.
Munro nos lleva a indagar en nosotros mismos, a hacernos preguntas sobre nuestros recuerdos y nuestras trayectorias. Casi inadvertidamente, nos encontramos rehaciendo el relato de nuestra vida
El relato va transitando por la red de relaciones que se forma en torno a Juliet. Las amigas, las amantes o ex amantes de su marido, los vecinos, el hijo del anterior matrimonio del marido. Las amistades de Pen¨¦lope.
Como sucede siempre en Munro, hay momentos clave, momentos reveladores. Y profundos extra?amientos. La escena de la incineraci¨®n del cuerpo del marido en la playa es dantesca. Se guarda en la memoria de la viuda como algo inc¨®modo, casi un secreto que cuesta desvelar. Pero cuando al fin la madre se abre a su hija, la hija dije: Te perdono.
?De manera que su desaparici¨®n no se debe, en principio, a la venganza. Todo hubiera podido encauzarse a partir del perd¨®n. Pero existen los enigmas, la hija es una enigma para la madre. Existen las cosas para las que no encontramos razones. La vida no solo es inesperada, es enigm¨¢tica.
Finalmente, al cabo de los a?os, tenemos noticias indirectas de la hija. Juliet, la madre, vive en otra ciudad, ya no trabaja como entrevistadora en un programa de televisi¨®n, vive modestamente, tiene unos pocos amigos, lee, sirve caf¨¦s, toma caf¨¦s. El encuentro casual con una antigua amiga de la hija es el cauce de la noticia largamente esperada. La existencia de Pen¨¦lope. No era como hab¨ªa imaginado. Seg¨²n los pocos datos que la amiga le da, r¨¢pidamente, en medio de la calle, Pen¨¦lope es una mujer con aspecto de matrona, madre, efectivamente, de cinco hijos, vive en una peque?a ciudad, no le va mal. No parece que le vaya mal.
Desapareci¨®. Aunque sabe que ella, la madre, vive en Vancouver. Lo sabe. Eso se desprende de las palabras apresuradas de la amiga.
Munro pone fin al relato con la descripci¨®n del estado de ¨¢nimo de Juliet. Sigue esperando, pero no hasta la extenuaci¨®n. Sobrevive, pero con cierta esperanza. Ha entrado en otra fase de la vida. Existen los enigmas, existe lo que se nos escapa.
Juliet tiene amigos. No muchos¡, pero amigos. Larry sigue vist¨¢ndola y le hace bromas. Contin¨²a con sus estudios. La palabra ¡°estudios¡± no parece cuadrar bien con lo que hace¡ Ser¨ªa mejor decir ¡°investigaci¨®n¡±.
Escasa de dinero, trabaja algunas horas a la semana en el caf¨¦ donde pasaba tanto tiempo en las mesas de la terraza. Cree que ese trabajo equilibra sus enredos con los griegos antiguos¡ Tanto que cree no lo dejar¨ªa aunque no lo necesitara.
Sigue esperando una palabra de Pen¨¦lope, pero no hasta quedar extenuada. Espera como las personas que saben que es mejor la esperanza de bendiciones no merecidas, de remisiones espont¨¢neas, cosas por el estilo¡±.?
(P¨¢rrafos finales de ¡°Escapada¡±. P¨¢g 137 del volumen Silencio.)
El hilo del relato ha dado muchas vueltas, ha ido hacia adelante y hacia atr¨¢s, se ha perdido en breves historias secundarias, se ha anudado con otros hilos. Recorre el tiempo. Vemos c¨®mo cambia el curso de las historias particulares, como el dibujo de trazan las vidas se va complicando. Pero hay cierta nitidez en la mara?a. Aunque haya cosas que siempre se nos escapan, cosas que nunca conoceremos, hay nitidez. Mientras la mirada busque nitidez, hay nitidez.
O, lo que es lo mismo, belleza. Estremecimiento. Emoci¨®n. De eso tratan los relatos de Munro. Una hija que se va de casa y que se pierde para siempre, aunque exista. La madre, que se acostumbra a la espera. Grandes distancias, desapariciones, huidas, b¨²squedas, fugaces y trascendentales encuentros, momentos decisivos, deseos cumplidos, sue?os realizados, muertes, despedidas.
Sin embargo, cada libro de Munro sorprende, parece completamente novedoso. No, los temas no estaban agotados, ni mucho menos. Hay nuevos matices, historias pobladas de asombro, vueltas de tuerca que nunca hubi¨¦ramos previsto y ante las que nos rendimos. S¨ª, esto sucede, esto puede suceder.
?Su ¨²ltimo libro, antes de que le concedieran el Nobel, Mi vida querida, fue objeto de un taller de lectura que dirig¨ª el pasado verano en Menorca. En la solana de la casa de campo donde nos pas¨¢bamos las horas, los relatos fueron le¨ªdos despacio y minuciosamente analizados. ?Qu¨¦ de cosas se me revelaron en aquellas largas sesiones! Cre¨ªa que casi me los sab¨ªa de memoria, pero, uno a uno, enriquecidos con los comentarios de los asistentes al taller, me fueron mostrando nuevos aspectos. Eran otros, con nuevos momentos decisivos, nuevas elipsis, nuevos misterios.
De todos ellos, mi memoria se queda con Corrie. En todos los libros de Munro siempre hay uno o dos relatos que la memoria escoge. Una historia que parece decirte algo a ti, que el lector reconoce como suya, aunque, aparentemente, el fragmento de vida atrapada all¨ª no tenga nada que ver con nuestra vida.
Corrie avanza poco a poco, mezcla tiempos, pero cuidadosamente, no busca la confusi¨®n, sino los datos perdidos, los datos relevantes para la historia, lo que el lector tiene que saber para una interpretaci¨®n m¨¢s completa, m¨¢s amplia, m¨¢s justa. Vemos a Corrie con su padre y la leve cojera que marca su destino. Una chica que no se va a casar, que se ampara en la cojera para ser distinta, para ser ella. El enredo amoroso con el hombre casado, que quiz¨¢ hubi¨¦ramos debido prever, nos coge por sorpresa.
?Siempre la sorpresa en Munro! Pero a¨²n nos aguardan otras, que tampoco imaginamos. Porque estamos dentro del relato y no vemos el futuro. Ni siquiera vemos bien el pasado, a pesar de los datos que rescata, para nosotros, la mano que nos gu¨ªa. Es una mano que no hace el menor ruido, que no anuncia nada. Sigilosa y firme a la vez. Cautelosa y provocativa. Omite, pero no escamotea.
La vida va por un lado y nosotros por otro, pensamos a veces. Pero quiz¨¢ no sea as¨ª. La vida no tiene lados
Llegamos al centro, al coraz¨®n del relato, el chantaje de la criada y el procedimiento que permite seguir adelante con la infidelidad matrimonial. Se paga el precio del chantaje poco a poco, una forma de pago que aceptamos como algo natural, sin la menor sospecha.
Pero estamos leyendo un relato policiaco, eso s¨ª podr¨ªamos haberlo sospechado. Munro escribe novelas de misterio, eso lo sabemos. Lo que no sabemos es d¨®nde est¨¢ el misterio, qu¨¦ dato se nos ha pasado por alto.
Llega la revelaci¨®n final, esa terrible y l¨²cida intuici¨®n de la trampa, de la sucesi¨®n de enga?os, una cadena que de pronto se revela fr¨¢gil, a punto de romperse. Llega el momento de decidir qu¨¦ hacer con eso, c¨®mo convivir con el dato que lo transforma todo, con la nueva visi¨®n de las cosas.
Corrie se va a la cama con la carta todav¨ªa inacabada.
Y se despierta temprano, cuando el cielo clarea pero a¨²n no ha salido el sol.
Siempre hay una ma?ana en que uno se da cuenta de que todos los p¨¢jaros se han ido.
Corrie tiene una certeza. Le ha venido a la mente mientras dorm¨ªa.
No hay ninguna noticia que dar. Ninguna, porque nunca la hubo.
No hay noticias de Lillian porque Lillian no importa y nunca ha importado. No hay ning¨²n buz¨®n de correos, porque el dinero va directamente a una cuenta, o quiz¨¢ simplemente se queda en una cartera. Gastos generales. O unos ahorros modestos. Un viaje a Espa?a. ?Qu¨¦ m¨¢s da? Gente con familia, casa de verano, hijos a los que educar, facturas que pagar: no hay que devanarse los sesos para gastarse una suma como esa. Ni siquiera puede decirse que sea un dinero ca¨ªdo del cielo. No hay necesidad de explicar nada.
Corrie se levanta, se viste r¨¢pido y recorre todas las habitaciones de la casa, present¨¢ndoles a las paredes y a los muebles esta nueva idea. Hay una cavidad en todas partes, sobre todo en su pecho. Prepara caf¨¦ y no se lo toma. Acaba de nuevo en su cuarto, y descubre que para exponer la realidad en ese momento hay que rehacerlo todo.?
(¡°Corrie¡±. P¨¢g. 184 del volumen Mi Vida Querida)
A partir de ahora, Corrie se separa del mundo, aunque se aferre a la vida. Se queda sola, aislada para siempre con una verdad no buscada, no deseada, no esperada. Es una forma de vivir. Esa era, a fin de cuentas, la vida que la esperaba. Miramos hacia atr¨¢s, y lo entendemos todo a la nueva luz. La cojera le proporcion¨® la primera coartada para la soledad, todo fue encajando ah¨ª, como parte del cuadro que solo al final podemos contemplar. Se fue trazando poco a poco, d¨ªa a d¨ªa. La desconfianza hacia los otros y su necesidad de amar, de intervenir en el mundo. As¨ª seguir¨¢ porque as¨ª fue siempre. Corrie, al desvelar el misterio, al encararse con el dato nuevo, se descubre a s¨ª misma.
La vida va por un lado y nosotros por otro, pensamos a veces. Pero quiz¨¢ no sea as¨ª. La vida no tiene lados. Nosotros envejecemos, morimos y resucitamos, buceamos dentro de la vida en busca de se?ales de los otros y de la identidad que a veces se nos pierde. Buceamos y salimos a la superficie, nuevos.
Munro nos ofrece tantas cosas que cualquier resumen resulta una simplificaci¨®n. ?C¨®mo ha llegado a ser tan sabia?, ?nos habla de s¨ª misma o de la gente que conoce?, ?qu¨¦ son sus relatos, fragmentos de su vida o de la vida de los otros?
Muchas de las veces que Munro utiliza la primera persona para narrar la historia se refiere, ella misma lo confiesa, a su propia vida. Son recuerdos revisitados -como dir¨ªa Pessoa-, recuerdos que, en cierto modo, quedan finalmente zanjados, fijados. En Mi vida querida hay cuatro de estos relatos?y la autora declara que esto es ya lo ¨²ltimo que escribir¨¢ sobre su vida. Nos habla de sus padres, de su familia, de las casas en las que ha vivido. Da la impresi¨®n de que ha enfocado la luz de la linterna en la noche de su infancia, que ha vivido un viaje en el tiempo, ha contemplado e iluminado escenas confusas, turbias, dolorosas, y luego se ha dado la vuelta. Ha apagado la luz, ha cerrado la puerta.
Pero esas historias est¨¢n ah¨ª, en todas las otras. Esas historias han hecho de Munro lo que es, como la revelaci¨®n del dato ignorado hace a Corrie una mujer distinta, esa mujer para la que se hab¨ªa estado preparando toda la vida.
En el relato Los muebles de la familia, del volumen titulado Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio, hay tambi¨¦n uno de esos relatos autobiogr¨¢ficos. El personaje principal, si prescindimos de la narradora, es Alfrida, prima del padre de la autora. Tras su muerte, el padre le dice a la hija que Alfrida estaba molesta con ella por un relato que hab¨ªa publicado hac¨ªa unos a?os. La narradora se queda muy asombrada y explica a su padre: ¡°No era Alfrida en absoluto. Lo cambi¨¦ todo, ni siquiera pensaba en ella. Era un personaje. Cualquiera pod¨ªa darse cuenta¡±. (p.93)
Estas palabras nos dan la clave. ?Claro que aquel personaje no era Alfrida, aunque esta Alfrira que, en este relato, acaba de morir, s¨ª es Alfrira! Aqu¨ª, quiz¨¢, no hay nada cambiado.
Y, sin embargo, bien lo sabe Munro, todos son personajes. Alfrida es personaje, el padre es personaje, la narradora es personaje.
La literatura trata de personajes. Las personas reales dejan de ser reales. Entran en la literatura y se convierten, inevitablemente, en personajes.
Cuando Munro habla de s¨ª misma -lo que ha anunciado que ya no volver¨¢ a hacer- hace, problablemente, m¨¢s literatura que nunca. En todo caso, es, creo, lo hace con un grado distinto de consciencia. Coger la linterna y enfocarla hacia el pasado no es algo que se pueda hacer siempre. Hay que tener decisi¨®n, fuerzas, inspiraci¨®n. Hay que estar dispuesta a sumergirse en el riesgo y en la oscuridad.
Pero ese pasado, esas escenas, esos fragmentos de la propia vida est¨¢n en todas partes. ¡°Lo cambi¨¦ todo¡±, le dice la autora a su padre. Ese es el ejercicio constante, continuo, del escritor. Cambiarlo todo. Disolverse encada p¨¢gina, en cada p¨¢rrafo, en cada personaje. Para llegar al fondo del personaje, para descubrir qui¨¦n es.
Munro pertenece a esa clase de escritores. Los que se ocultan en su literatura en la misma medida en que se muestran. La literatura es su casa, su verdadera identidad.
La famosa frase de Flaubert, ¡°Emma Bovary soy yo¡±, expresa la literatura de Munro. Pero, a la vez, hay mucha distancia entre Munro y sus personajes. Incluso un punto de frialdad. Porque Munro no solo es sus personajes. Munro les observa. En realidad, como podr¨ªa observarse a s¨ª misma, ya que ese es uno de los retos de la vida: conocerse. Una de las mayores dificultades, sin duda. Para conocerse, hay que salirse de uno mismo de vez en cuando, verse desde fuera. Convertirse en otros personajes, recibir sobre uno mismo la mirada de los otros, la versi¨®n de los otros, la construcci¨®n de los otros.
Leer a Munro es adentrarse en el mundo original y distinto que cada persona construye. Y descubrir que hay muchas cosas que se nos hab¨ªan pasado por alto, que merece la pena seguir indagando, seguir viviendo. Nosotros estamos incluidos en el universo de los cambios. Lo inesperado nos aguarda siempre, porque, por muy atentos que estemos, no podemos adivinar qu¨¦ suceder¨¢ en el siguiente momento, el tiempo a¨²n est¨¢ por hacer, por existir. Y toda vida, en suma, es inesperada.
Texto de la conferencia de Soledad Pu¨¦rtolas, escritora y miembro de la Real Academia, dictada en la Residencia de Estudiantes el 7 de mayo de 2014 con motivo del Encuentro en torno a Alice Munro.
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