El Prado celebra la pasi¨®n alemana por el dibujo espa?ol

Casi todo se conoce ya sobre la extraordinaria peripecia de la colecci¨®n de dos centenares de dibujos espa?oles de la Kunsthalle de Hamburgo. Casi todo, salvo qu¨¦ fue lo que movi¨® a Alfred Lichtwark, primer director del museo, a compr¨¢rsela en 1891 a Bernard Quaritz, mercader londinense de libros raros y manuscritos. ¡°Es imposible saberlo¡±, se excusaba ayer el conservador encargado en la instituci¨®n alemana de velar por las delicadas piezas. ¡°Pero lo cierto es que lo hizo. Las guard¨® en una caja y se mantuvieron ocultas durante mucho tiempo¡±. Tras un minucioso estudio y catalogaci¨®n, 85 de ellas se expondr¨¢n hasta febrero en el Prado para desmontar los malentendidos que rodearon al dibujo espa?ol.

No es cierto que los artistas no supiesen dibujar o que lo hiciesen con menor devoci¨®n que italianos y franceses. Tampoco es verdad que no hubiese coleccionistas para ellos; el conjunto que llega ahora a Madrid es un incontestable ejemplo de lo contrario. Reunido en Sevilla a principios del siglo XIX, perteneci¨® a Juli¨¢n Benjamin Williams, probado amante del arte espa?ol y ocioso c¨®nsul brit¨¢nico en el puerto de Sevilla. A su muerte, el tesoro amasado en torno a la obra producida en el XVII por la academia hispalense de los Murillo, Herrera el Mozo o Vald¨¦s Leal pas¨® a manos de un mercader de vinos generosos, tambi¨¦n ingl¨¦s y residente en Jerez. De all¨ª viaj¨® por barco a Londres, donde fue vendido como un todo al museo hamburgu¨¦s.

Esa unidad de sentido es una de las grandes singularidades de la colecci¨®n. Existen otros acervos de dibujo espa?ol fuera de Espa?a, como los del British Museum y la Hispanic Society de Nueva York (ambas comparten el haber sido tambi¨¦n objeto de una exposici¨®n en el Prado), pero ninguno ¡°fue concebido en origen como un bloque, ni mucho menos sigue unido m¨¢s de un siglo despu¨¦s¡±, explica Jos¨¦ Manuel Matilla, jefe del departamento de dibujos y estampas del museo y comisario de la muestra.

Matilla ha sido el encargado de articular el relato de Dibujos espa?oles en la Hamburger Kunsthalle: Cano, Murillo y Goya ¡ªque antes recal¨® en el Meadows de Dallas¡ª en torno a un n¨²cleo imbatible: los dibujos preparatorios para estampas que Goya hizo de cuadros de Vel¨¢zquez. Estos, como varias piezas escasamente difundidas de su tauromaquia, viajaron a Sevilla desde Madrid de la mano de Ce¨¢n Berm¨²dez, de quien los promotores de la muestra creen haber descubierto un dibujo, el ¨²nico que del pintor se conoce.

Alrededor de las vitrinas se suceden los cap¨ªtulos de esta historia como una sucesi¨®n de ilustres: Alonso Cano, Antonio del Castillo, Herrera el Mozo, Vald¨¦s Leal o Murillo. Abre y cierra el recorrido Jos¨¦ Atanasio Echeverr¨ªa, personaje que se crey¨® central durante mucho tiempo y acab¨® en digno secundario; la colecci¨®n de Hamburgo se conoci¨® durante d¨¦cadas como la Colecci¨®n Echeverr¨ªa, b¨¢sicamente porque este, que no pasaba de estimable ilustrador, realiz¨® y firm¨® XIX un inventario del conjunto que llev¨® a la confusi¨®n a los alemanes.

Es esa la clase de entuertos que ha contribuido a deshacer la investigaci¨®n en profundidad, la primera llevada a cabo del conjunto, que ha desembocado en la publicaci¨®n (en ingl¨¦s y espa?ol, con el apoyo del Centro de Estudios Europa Hisp¨¢nica) de un cat¨¢logo razonado dirigido por el especialista Jens Hoffman-Samland.