La calma del ogro
Con las sensacionales El joven T?rless (1966) y El tambor de hojalata (1979) como puntos ¨¢lgidos, el alem¨¢n Volker Schl?ndorff lleva 50 a?os analizando los or¨ªgenes, las actitudes y las consecuencias del nazismo, en particular, y de las dictaduras, en general, a trav¨¦s de pel¨ªculas de distinto corte formal que quiz¨¢ con los a?os se han hecho menos punzantes y m¨¢s acad¨¦micas, menos simbolistas y m¨¢s expl¨ªcitas. Una carrera de innegable valor moral, pol¨ªtico, hist¨®rico y puramente cinematogr¨¢fico que converge ahora, nada menos que a los 75 a?os, en Diplomacia, inspirada en una historia real y basada en una obra de teatro previa, en la que el ogro del fascismo, del nazismo (aquel que retratara en su pel¨ªcula hom¨®nima de 1996), tiene que v¨¦rselas con el arte de la palabra, con la mano izquierda, con el tacto, el palo y la zanahoria.
Planteada como una lucha a base de oratoria entre el c¨®nsul sueco y el gobernador militar alem¨¢n en Par¨ªs en los momentos inmediatamente anteriores a la liberaci¨®n de la ciudad, presa de una amenaza de destrucci¨®n completa por parte de los nazis antes de salir corriendo, la pel¨ªcula, premio al mejor director y al mejor actor, para Niels Arestrup, en la Seminci de Valladolid, destaca por su ausencia de manique¨ªsmo, pero es incapaz de salir de dos baches previos. Primero, la falta de garra en el texto original de Cyril Gely, que apela a la solidaridad a trav¨¦s de la cultura, sin apenas crescendo dram¨¢tico, con espor¨¢dica calidad, pero sin brillo en sus di¨¢logos, y que solo sobrevuela sin hacer sangre por el tema m¨¢s interesante: ?qu¨¦ era m¨¢s importante, salvar Par¨ªs, o a los parisinos, el fulgor del pasado, el legado cultural o la fuerza del futuro?
DIPLOMACIA
Direcci¨®n: Volker Schl?ndorff.
Int¨¦rpretes: Niels Arestrup, Andr¨¦ Dussollier, Burghart Klaubner, Robwert Stadlober.
G¨¦nero: drama. Francia, 2014.
Duraci¨®n: 84 minutos.
Y en segundo lugar, la decisi¨®n de sacar la acci¨®n del cuarto donde se desarrollan las conversaciones, quiz¨¢ por miedo a resultar excesivamente teatral, cuando eso se evitaba con gran cine desde dentro y no con discreto cine desde fuera, con acciones y conversaciones que poco aportan. As¨ª que finalmente el encargado de sostener el armaz¨®n dram¨¢tico no es ni el dramaturgo ni el director, sino uno de sus protagonistas, Arestrup, inmenso en su porte, en su gesto y hasta en su respiraci¨®n, que mientras pierde la batalla dial¨¦ctica gana la interpretativa.
Babelia
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