Carta de amor para Grecia
Vinicio Capossela naci¨® en Alemania en 1965 y tal vez eso explique su vocaci¨®n viajera. No, borren eso: la emigraci¨®n no tiene mucho que ver. En realidad, Vinicio pertenece a un modelo de cantante frecuente en Italia y Francia: artistas de visi¨®n universalista, musicalmente transversales, arriesgados y curiosos. Recuerdo entrevistarle e insisti¨® para que habl¨¢ramos en castellano (¡°italianos y espa?oles nos entendemos ?verdad?¡±). Terminamos usando el ingl¨¦s, aunque descubr¨ª que ese idioma tampoco pod¨ªa contener su discurso torrencial, enriquecido por sus modos histri¨®nicos.
Su ¨²ltima aventura ha resultado productiva: tenemos un disco (Rebetiko gymnastas), un documental (Indebito) e incluso un libro, Tefteri (Editorial Min¨²scula, Barcelona, 2014). Obedece a una inmersi¨®n en la Grecia contempor¨¢nea, la de la quiebra financiera, en busca del presente de una m¨²sica maldita: traducida, se denomina reb¨¦tico pero tambi¨¦n puede hallarse con graf¨ªas similares (rembetiko o su plural, rembetika).
Los antecedentes son fascinantes. Nacido en los caf¨¦s de Esmirna y Estambul, el reb¨¦tico lo tocaban griegos integrados en la cultura otomana. Tras la guerra y el intercambio de poblaciones de 1923, esos m¨²sicos se encontraron abandonados en una Grecia empobrecida, que adem¨¢s escuchaba con desagrado sus aires orientales.
Nacionalizaron su arte en las tek¨¦dhes -tabernas donde se fumaba hach¨ªs- de Atenas, El Pireo, Tesal¨®nica. Seg¨²n Vinicio, conecta con otras m¨²sicas populares que emergieron a comienzos del XX, frecuentemente desde ciudades portuarias, en discos de pizarra: tango, fado, morna, flamenco, blues, bal-musette. Con una diferencia: el reb¨¦tico estuvo identificado con la marginalidad, la delincuencia, el anticonformismo; ninguna de sus m¨²sicas hermanas sufri¨® una represi¨®n tan prolongada. Seg¨²n leyenda, muchas grandes piezas se compusieron en la c¨¢rcel.
Fue perseguido por las dictaduras, la de Metaxas y la de los coroneles. El poderoso Partido Comunista tambi¨¦n lo consideraba como una expresi¨®n del lumpen. Aseguran que, en lo m¨¢s negro de los a?os treinta, la simple posesi¨®n de instrumentos como el buzuki o el baglam¨¢ era considerada delito. La censura discogr¨¢fica elimin¨® las referencias al hach¨ªs, aunque privadamente se sigui¨® cantando a los placeres de esa y otras drogas, sin rastros de moralismo.
Ya se pueden imaginar su ciclo vital. Comercializaci¨®n, degradaci¨®n est¨¦tica, aceptaci¨®n intelectual a partir de los setenta, un repunte masivo gracias a la pel¨ªcula Rembetiko (1983) y vuelta a la obscuridad. Se alejaron estrellas que despegaron con el reb¨¦tico, como Eleftheria Arvanitaki, o que lo cantaron ocasionalmente, con letras censuradas, como George Dalaras.
Lo que encuentra Capossela es un mundillo casi clandestino: demasiados locales han cerrado; hay que estar atento para saber d¨®nde y cu¨¢ndo se re¨²nen los cabales del reb¨¦tico. Eso s¨ª: los reb¨¦tes supervivientes son fieros defensores de lo que siempre consideraron como un estilo de vida. Vinicio conoce incluso a algunos mang¨¦s, herederos de aquellos tipos duros que bailaban con la chaqueta sobre los hombros, por coqueter¨ªa y tambi¨¦n por si hab¨ªa que luchar a navaja.
El reb¨¦tico estuvo siempre identificado con la marginalidad, la delincuencia, el anticonformismo
No busquen en el libro de Capossela un an¨¢lisis profundo de la cat¨¢strofe griega. Recoge lo que le cuentan y se repite el discurso del pueblo virtuoso enga?ado por pol¨ªticos y banqueros, con Angela Merkel como bruja mala. Supongo que no fue tan sencillo pero ya sabemos que los cantantes andan tan confusos como el resto de los ciudadanos.
Tefteri es un libro de viajes hermoso y ca¨®tico, que se disfruta m¨¢s si previamente se sabe algo sobre los dramatis personae del reb¨¦tico. Esencialmente, se trata de una carta de amor para Grecia y sus disidentes: ¡°a m¨ª me gusta esta m¨²sica porque duele. Y porque me hace sentir viejo, y luego porque se acoge sentado a la mesa, como la eucarist¨ªa, y la iglesia es la taberna. Porque es una m¨²sica que no invita a ser mejor, sino solo a ser uno mismo. Por eso es iconoclasta. Se rebela contra todo lo que termina por ocultarnos a nosotros mismos. Es una m¨²sica individualista para rebeldes sin revoluci¨®n".
Babelia
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