Solo en la ciudad

Para reflexionar con originalidad sobre alguno de los grandes temas de la sociedad contempor¨¢nea s¨®lo hay que posar la mirada sobre la figura adecuada, esa que en las dem¨¢s pel¨ªculas aparece fuera de campo o de forma colateral, pero que, convertida por una vez en centro de la tormenta, puede dar un extraordinario juego dram¨¢tico.

Justo lo que ha hecho el productor Uberto Pasolini en su segundo trabajo como director y guionista: Nunca es demasiado tarde, pel¨ªcula sobre la soledad que se adentra en el gris¨¢ceo trabajo de un funcionario del Ayuntamiento de Londres encargado de intentar encontrar familiares o amigos entre los enseres personales de esos fallecidos de las grandes ciudades que salen de su invisibilidad cuando el olor de su cad¨¢ver inunda ese pasillo vecinal en el que, como mucho, s¨®lo encontraron en vida un hola y un adi¨®s.

Los primeros minutos ya imponen su potencia: rigor en la puesta en escena, en la cadencia de la informaci¨®n, sin texto, con apenas unos acordes musicales y unas magn¨ªficas elipsis, con un tono que pasa de la inquietud a la gracia y de ah¨ª a la piedad, previa estaci¨®n en la comedia negra.

Hay que ver lo perra que es la vida y la risa que da a veces. Pasolini, con un gran Eddie Marsan como c¨®mplice, ha aplicado en su pel¨ªcula los m¨¦todos de su personaje: amor, pasi¨®n y trabajo concienzudo. Hasta conformar un certero retrato de la angustia contempor¨¢nea y del individualismo ciudadano, rematado con una secuencia final perfecta en su equilibrio en el tono y su altura emocional.