C¨®mo se teji¨® el genio y la fama de Goya
Los 15 largos a?os que Goya dedic¨® a los cartones, fueron aquellos en los que se encontr¨® y se capacit¨® a s¨ª mismo
En 1774, ya muy cerca de cumplir los 30 a?os, Goya emprende la conquista de la Corte, una ardua empresa en la que hab¨ªa que aplicarse con denuedo, nunca mejor dicho, tejiendo y entretejiendo en el escurridizo telar de la fama. Apenas un lustro antes hab¨ªa realizado a sus expensas una obligada estancia en Italia, que le dio el imprescindible apresto para encumbrarse y, en 1773, impuls¨® su carrera al contraer matrimonio con Josefa, del poderoso clan art¨ªstico de los Bayeu, gobernado por su hermano el influyente y quisquilloso pintor Francisco Bayeu, ya por entonces muy bien situado como uno de los lugartenientes del pintor y doctrinario Ant¨®n Rafael Mengs (1728-1779), el cual, entre 1761 y 1776, no solo hab¨ªa trabajado casi ininterrumpidamente en la capital del Reino sino manejado los hilos del arte en nuestro pa¨ªs como Primer Pintor de C¨¢mara y director honorario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Por de pronto este fue quien le ofreci¨® al reci¨¦n llegado Goya su primer encargo oficial: el de dise?ar los cartones para la Real F¨¢brica de Tapices de Santa B¨¢rbara, creada por Felipe V en 1720. Esta labor ocup¨® a Goya casi 17 a?os, entre 1775y 1792, precisamente el tiempo en que asent¨® su prestigio p¨²blico y privado en Madrid.
La Real F¨¢brica de Tapices hab¨ªa estado siempre bajo la tutela de artistas de relumbr¨®n internacional, como el franc¨¦s Miguel ?ngel Houasse, los italianos Amiconi, Procaccini y Giaquinto y, finalmente, el bohemio Mengs, lo que no significa que sus dise?adores f¨¢cticos fueran pintores en estado de promoci¨®n, como el todav¨ªa joven Goya. La empresa requerida era, por tanto, en principio, de un rango principiante pero de esfuerzo descomunal, muy ilusionante como primer pelda?o, aunque progresivamente onerosa en la medida en que el sujeto elegido hubiera triunfado. Eso es exactamente lo que le ocurri¨® a Goya, que se fue hartando de la tarea seg¨²n se adornaba su testa con laureles, como los de ser nombrado acad¨¦mico numerario de la Academia de San Fernando en 1780 y, un lustro despu¨¦s, subdirector de la secci¨®n de pintura de dicha instituci¨®n, no sin entremedias acreditar otros progresos p¨²blicos y privados, como el haber sido invitado como retratista de la exiliada familia del infante don Luis en el palacio de Arenas de San Pedro.
Cuando era ya toda una esplendente figura sin rival, continu¨® con la engorrosa tarea de los cartones para tapices, que concluye con la realizaci¨®n de una aut¨¦ntica obra maestra:?La boda
De manera que al filo del inicio de la d¨¦cada de 1790, cuando contaba 44 a?os de edad y estaba a punto de padecer una grav¨ªsima enfermedad que estuvo en un tris de matarle y que le dej¨® sordo, Goya era ya toda una esplendente figura sin rival capaz de hacerle sombra en la Corte, con lo que se entiende su reluctancia para continuar con la engorrosa tarea de los cartones para tapices, que concluye con la realizaci¨®n de una aut¨¦ntica obra maestra: la del cart¨®n titulado La boda, fechado en 1791-92. En funci¨®n de lo promocional y, eventualmente, humillante de este m¨¢s que prolongado encargo, as¨ª como de la err¨®nea valoraci¨®n de un artista indudablemente genial cuando se contrapone su obra de juventud frente a la de su madurez, por no hablar ya del indisimulado acreciente disgusto del pintor por este engorroso y mal pagado trabajo, que deb¨ªa interrumpir otras m¨²ltiples oportunidades cada vez m¨¢s rentables, se ha solido olvidar al respecto tres aspectos, a mi juicio, cruciales: el primero, que ning¨²n artista hace mal lo que sabe hacer bien; el segundo, que ning¨²n desaf¨ªo le deja de resultar art¨ªsticamente provechoso; y el tercero, que la comisi¨®n de pintar enormes cartones para tapices, que requieren una composici¨®n con numerosas figuras y fondos de paisajes, supon¨ªa enfrentarse con lo m¨¢s comprometidamente dif¨ªcil para un pintor de cualquier ¨¦poca. En este sentido, aunque L.B. Alberti sentenci¨® que lo m¨¢s meritorio en la realizaci¨®n de un cuadro no era su tama?o sino la historia que conten¨ªa, reconozcamos, para el caso de los cartones, que estos eran, por as¨ª decirlo, ¡°historias descomunales¡±; o sea: un reto doble, al cuadrado.
Desde esta perspectiva, se mire por donde se mire, los tres largos lustros de la vida y de la creaci¨®n de Goya mientras porfi¨® por terminar este interminable cometido de los cartones, no solo son los que alumbran el desarrollo de su genio art¨ªstico y los que fraguaron su creciente fama, sino, sobre todo, en los que se encontr¨® y se capacit¨® a s¨ª mismo. Por lo dem¨¢s, aunque aqu¨ª debamos dejarlo sobrentendido, el trasfondo hist¨®rico de este periodo estuvo cargado de acontecimientos decisivos para el mundo y para nuestro pa¨ªs, con lo que es imposible explicar Goya sin fijarse y apreciar lo que hizo estos a?os en los que fragu¨® su obra y destino.
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