El acad¨¦mico bailando
A estas alturas uno ha conocido hasta a D¨¢maso Alonso. De D¨¢maso Alonso se dec¨ªa que bromeaba con las chicas, y que en su actitud simp¨¢tica hab¨ªa m¨¢s que palabras. Los acad¨¦micos siempre han sido personas, aunque fueran inmortales. Los ha habido de todos los pelajes: uno presum¨ªa de la calidad extractora de sus posaderas, otro exageraba su dolor de tal manera que parec¨ªa que jam¨¢s se hab¨ªa quitado el estupor de la posguerra, ni las zapatillas de levantarse, y los ha habido, sobre todo ¨²ltimamente, que viajaban de un lado al otro del mundo (o de Espa?a) llevando bajo el brazo su almohada.
Con esos caracteres, que luego se calman, supongo, cuando empiezan a sentirse autoridades ante las palabras que ponen a su cargo, asumen la tarea de fijar el resplandor de la lengua que se habla en la calle, de donde vienen, por otra parte. En los ¨²ltimos tiempos han entrado en la Academia gente que naci¨® mucho m¨¢s tarde que los m¨¢s relevantes entre aquellos herederos de D¨¢maso Alonso o de L¨¢zaro Carreter, que un¨ªan al car¨¢cter casi sacro de sus conocimientos una picard¨ªa que los sacaba fuera del rango solemne de sus atribuciones altamente acad¨¦micas. Entre esas generaciones nuevas la nov¨ªsima, y ellos ya no son tan nov¨ªsimos, dicho sea de paso, es la de los que nacieron en los primeros a?os 50 (Javier Mar¨ªas, P¨¦rez-Reverte, S¨¢nchez Ron¡); y en 1950, precisamente, naci¨® Dar¨ªo Villanueva, el nuevo director.
En la entrevista que le ha hecho Tareixa Constenla, y que publica este domingo EL PA?S, hay algunas indicaciones de que este acad¨¦mico, al que algunos ven circunspecto porque lleva, casi siempre, corbata (yo lo he visto en guayabera, pero usa corbata hasta bailando, debo decir), es un hombre co?¨®n y secreto, como lo fueron, a su manera, algunos de sus antecesores m¨¢s ilustres, entre ellos aquellos a los que ya me refer¨ª: L¨¢zaro Carreter, D¨¢maso Alonso. De los dos tiene algo, debo decir, y no es s¨®lo la tendencia a saber que nunca se puede dejar de aprender si t¨² de veras quieres contener el saber que ya tienes. Es, tambi¨¦n, ese aire co?¨®n que se disimula detr¨¢s de un silencio peripat¨¦tico, al que los tres recurrieron y en el que reincide Dar¨ªo Villanueva. Reside en la capacidad para escuchar lo ¨²ltimo que se dice, rumiarlo mirando al ¨²ltimo interlocutor, se?alar que algo de bueno ha dicho hasta que, eliminadas las dudas que tiene sobre si reaccionar o no, te lanza lo que ¨¦l mismo sabe de manera incontrovertible. ?Y t¨² que lo cre¨ªas callado!
Esa capacidad co?ona viene de varias poltronas, en el caso de Dar¨ªo Villanueva; viene de Santiago de Compostela, donde hay m¨¢s co?a en metro cuadrado que en cualquier otro edificio civil o intelectual de Espa?a. Esa capital de la co?a tiene una subcapital perfecta en el Casino, donde me parece que entrevist¨¦ m¨¢s de mil veces al reci¨¦n elegido director de la Academia. All¨ª, como hicieron otros de sus ilustres antecesores y contertulios de casino, se sentaba Dar¨ªo, vestido de chaqueta y corbata, pon¨ªa las manos sobre los largos brazos de los viejos sillones, escuchaba con los ojos abrillantados por una curiosidad alojada en el seno de la co?a, y despu¨¦s o¨ªrte siempre te sorprend¨ªa con una erudici¨®n que a veces parec¨ªa de Cunqueiro. Y la erudici¨®n de Cunqueiro (como la de Casares, como la de Torrente, como la de Valle Incl¨¢n) part¨ªa de una base cient¨ªfica estrictamente incre¨ªble.
Es probable que esa cadencia de lo que contaba entonces (y de lo que sigue contando) provenga de esa tradici¨®n y de esos sillones; pero en la Corte (que es un sitio poco aconsejable para la co?a: en Madrid no hay humor, hay acechanza) tienes que estar alerta, y en silencio, para que no se te corte la meiga de la risa con la que viaja todo gallego. Y creo que Dar¨ªo Villanueva vino con esa coraza dentro. Lo ha tenido f¨¢cil, me parece, no s¨®lo porque viaje constantemente a aquellos sillones, sino porque ha sabido mantener ese aire de finta que tiene su presencia: est¨¢, lo ves, est¨¢ en medio de lo que se est¨¢ hablando, dice tres o cuatro cosas que le permiten seguir pensando, y luego se traslada de sitio (o de pensamiento) simulando que est¨¢ en el mismo lugar, y adem¨¢s hablando. El otro d¨ªa, en Guadalajara, M¨¦xico, al lado de su coet¨¢neo, y tambi¨¦n acad¨¦mico, Arturo P¨¦rez-Reverte, ten¨ªa que hacer de secretario de la Academia, que era su sitio, pero en alg¨²n momento no pudo con la condici¨®n que le viene de los sillones del Casino y cont¨® un chiste. Un chiste cualquiera, algo que ten¨ªa que ver con la tardanza (102 a?os) que la Academia hab¨ªa tardado en cumplir el encargo de un viejo Gobierno de que, hombre, por favor, hicieran cuanto antes un Quijote que pudieran leer los chicos sin duelos y quebrantos¡ El modo de decirlo, el modo de hacer historia y a la vez met¨¢fora, era heredero de lo que hubiera dicho Torrente Ballester para explicar, por ejemplo, de d¨®nde naci¨® el mejor t¨ªtulo de su historia, Donde da la vuelta el aire¡
Y es que tiene de Torrente y tiene de Valle; todo Torrente gallego tiene un Valle dentro, y un Cunqueiro, y ya ver¨¢n por donde sale este gallego que lo primero que le cont¨® a Tereixa (en esta ¨²ltima entrevista que tan bien lo retrata) fue lo primero que hizo la ma?ana en que ya el poder no era una posibilidad sino lo cierto: ya de director lo primero que sigui¨® haciendo, por la ma?ana, fue contarle unos chistes a su secretaria, G¨¦minis como ¨¦l¡
Director G¨¦minis, pues; una vez lo vi bailando, entre profesores; su cintura, aunque han pasado los a?os, ha sido la de un bailar¨ªn, siempre; y la cultiva: lo ver¨¢s de traje y corbata, pero nunca le ver¨¢s suelto el bot¨®n de la chaqueta. Y as¨ª bailaba: atento a la pareja, a sus evoluciones, pero atento tambi¨¦n a todo lo que hab¨ªa alrededor, desde la parra bajo la que est¨¢bamos todos hasta los ojos de las otras parejas que, como la suya, andaban como si no hubiera suelo. Pero estoy seguro de que todos los aquellos j¨®venes profesores que estaban con ¨¦l quien m¨¢s consciente era de la consistencia, o no, del suelo era Dar¨ªo Villanueva. Ya ver¨¢n c¨®mo esa manera de percibir lo s¨®lido se le nota en seguida, hasta bailando.
Babelia
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