Cosas que terminan
Medio siglo despu¨¦s de su publicaci¨®n, se traduce la m¨ªtica 'Madame Solario', brillante historia de amor y decadencia
Madame Solario?(1956) apareci¨® como novela an¨®nima y lleg¨® a encabezar las listas de m¨¢s vendidas en Nueva York. Su autora, Gladys Huntington (1887-1959), hab¨ªa decidido mantenerse al margen por temor al fracaso. Cuando empez¨® a ser traducida y a recibir elogios, ya era demasiado tarde: lo an¨®nimo vend¨ªa. Poco despu¨¦s, Gladys, que hab¨ªa publicado relatos en The New Yorker, puso fin a su vida como reacci¨®n al hundimiento de su entorno personal. La obra interes¨® a Hollywood y al final se llevar¨ªa a la pantalla. Yourcenar elogi¨® la novela, se compar¨® a la ligera con Olivia y La historia d¡¯O, pero ?qu¨¦ hab¨ªa de la vida de su autora en ella? Algunas cosas, pues Gladys pertenec¨ªa a una familia rica de Filadelfia. Ciertos personajes pueden ser rastreados en su biograf¨ªa, as¨ª como los ¡°escenarios¡± ¡ªel lago de Como, Florencia¡ª y el tema ruso. Que no apareciese una versi¨®n castellana en esos a?os tiene sin duda que ver con el aura de su escabroso contenido. Es una suerte que todav¨ªa se descubran cl¨¢sicos postergados y que podamos leerlos hoy como si fuesen in¨¦ditos, en este caso en la r¨ªtmica, brillante traducci¨®n de un original ingl¨¦s nada f¨¢cil.
Ya la primera frase nos sit¨²a en el escenario de "belleza casi excesiva" de Cadenabbia, marco del elegante veraneo de los privilegiados. Es el a?o 1906 y nada hace presagiar el turbulento siglo que comienza. Se describen los vestidos de las mujeres y la autora se?ala que el ambiente de la ¨¦poca estaba "cargado de feminidad". En esta primera parte de la novela el punto de vista es el de un joven ingl¨¦s que ha salido de Oxford para conocer mundo antes de ponerse a trabajar. A trav¨¦s de los ojos de Bernard descubrimos los hu¨¦spedes del hotel Bellevue: Ilona, de la que se enamora, el inefable coronel Ross, los nobles italianos, un rudo conde ruso y, por supuesto, Madame Solario, la enigm¨¢tica mujer que est¨¢ sola, esperando no se sabe qu¨¦. Bernard resulta v¨ªctima del encantamiento mundano. Primero es el apego a Ilona y luego a Madame Solario, y entre ¨¦l y ellas se alza el amenazador Kovanski. Esta primera parte de la historia es un prodigio de sutileza. Huntigton aprendi¨® de Henry James el arte de mostrar de manera indirecta, de crear atm¨®sfera alrededor de un personaje, de sugerir sin llegar a decir. El lector se encuentra atrapado en una red de inquietudes aunque no suceder¨¢ nada hasta muchas p¨¢ginas m¨¢s tarde.
Lo que "sucede" en la segunda parte, en lo que respecta al tono y al punto de vista, desconcierta al lector. Un desma?ado narrador se hace cargo de presentarnos al reci¨¦n llegado Eugene, hermano de Nelly Solario. Sin mirada oblicua ni complicidad con el lector, la autora despliega el "secreto" entre ellos, insinuado en la primera parte. Si hab¨ªamos visto a la protagonista bajo una luz misteriosa, ahora se nos presenta insustancial, juguete absurdo de su hermano mayor. Las frases antes cargadas de sentido se hacen ahora ambiguas y los di¨¢logos entre Eugene y Nelly a veces suenan superfluos. Aun as¨ª la intriga sigue viva y la novela avanza.
Tras la ¨²ltima escena, en que por fin se ve lo oculto entre los hermanos, en la tercera parte vuelve Bernard, el observador "invisible", y respiramos de nuevo la potencia evocadora de esta novela sobre la brutal entrada en la madurez, o lo que es lo mismo, el final del juego de sal¨®n decimon¨®nico. Todo se impregna de "la melancol¨ªa de las cosas que terminan". El br¨ªo hipn¨®tico, magistral, de los ¨²ltimos cap¨ªtulos resarce de la mejorable parte central, confirmando el prestigio de una novela maldita que el azar o la ignorancia nos hab¨ªa escamoteado.
Madame Solario. Gladys Huntington. Traducci¨®n de Nicole D¡¯Amonville Alegr¨ªa. Acantilado. Barcelona, 2014. 439 p¨¢ginas. 29 euros
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