El lim¨®n es rojo y las paellas azules
Somos lo que hacemos, pero tambi¨¦n lo que nos devuelven con su mirada las personas que tienen autoridad moral o sentimental sobre nosotros, y las que tienen poder. La identidad de Chris es un misterio. Joe Penhall, autor de Blue/Orange (Naranja/Azul lo traduce Bruno Lastra para que el sustantivo azul sirva de adjetivo calificativo de naranja), nos muestra a este joven negro a trav¨¦s de la mirada de Bruce Flaherty, joven psiquiatra en pr¨¢cticas en un hospital p¨²blico brit¨¢nico, y del doctor Smith, su jefe de departamento, y c¨®mo va haciendo suyas las ideas de ambos.
Para Flaherty, Chris, que ha sido enviado al psiqui¨¢trico porque meti¨® su pene en una naranja delante de los parroquianos del puesto de frutas donde trabaja, es esquizofr¨¦nico sin lugar a dudas: carece de autocontrol y sufre alucinaciones visuales (dice ver naranjas azules) y auditivas, por lo que en su opini¨®n requiere tratamiento hospitalario. Para Smith, sesent¨®n amamantado en la psicolog¨ªa social y en la antipsiquiatr¨ªa, Chris sufre un trastorno l¨ªmite de la personalidad, como tantas criaturas con las que nos cruzamos por la calle a diario. Si se siente perseguido, es porque en verdad le persiguen: la polic¨ªa le da el alto y los holligans le llaman ¡®negro de mierda¡¯, le lanzan cacahuetes y orinan en su buz¨®n. Diagnosticarle esquizofrenia, como Bruce pretende, le estigmatizar¨ªa a¨²n m¨¢s. Y si todos los inmigrantes de Londres pobres y con desarraigo hubieran de ser internados, la sanidad quebrar¨ªa: ¡°Te sientes solo y tienes miedo, pero no creo que est¨¦s enfermo ni que necesites seguir hospitalizado, sino que los servicios sociales te consigan una nueva vivienda¡±, le dice Smith.
En Naranja/Azul, Penhall pone bajo un cenital el problema recidivante de la definici¨®n, etiolog¨ªa, diagn¨®stico y tratamiento de los trastornos mentales y de la conducta. ?Chris es un enfermo o un chivo expiatorio designado por un entorno clasista y racista, aunque amable en apariencia? Lo seguro es que el muchacho de origen africano, cuyo apellido e identidad profunda ignoramos porque para ¨¦l est¨¢n en entredicho (cree ser uno de los hijos que Idi Am¨ªn Dada engendr¨® a diestro y siniestro, y desconoce el paradero exacto de su madre, que tambi¨¦n vive en Londres), tiene motivos sobrados para sentirse objeto de disputa entre el facultativo joven, educado en un ¨¢mbito propenso a medicar hasta el mal m¨¢s leve, y un psiquiatra veterano convencido de que estamos abordando problemas sociales como si fueran fisiol¨®gicos o puramente bioqu¨ªmicos, por comodidad propia y de la familia y por los r¨¦ditos que eso produce a la industria farmac¨¦utica.
Penhall se adentra en materia tan grave con una sorna que pone a punto de nieve la risa del espectador. Chris, es, en el fondo, el payaso augusto, pillado entre las bofetadas que por persona interpuesta se arrean dos carablancas terribles, armados uno de razones y de pastillas el otro. Suerte tiene, porque hace no tanto y por menos, alguno de los ¨¦mulos del premio Nobel Egas Moniz le hubiera lobotomizado ipso facto o le hubiera aplicado unos cuantos shocks insul¨ªnicos.
La puesta en escena de Juanma G¨®mez, clara y sencilla, plantea el conflicto por derecho y lo pone en primer plano en el escenario de la peque?a pero grata y flamante sala Arte & Desmayo, con el p¨²blico a dos bandas. Los actores empiezan demasiado arriba, como si se sintieran en la obligaci¨®n de hacer ¨¢lgido cada momento de los transcurridos, hasta que Smith (Chete Lera), reci¨¦n entrado en escena por vez primera, corta la enumeraci¨®n de s¨ªntomas que Bruce est¨¢ haciendo interesadamente (¡°es inestable, agresivo, nihilista, est¨¢ acelerado, alerta, piensa que le estamos escrutando¡±) con un asertivo: ¡°Le estamos escrutando¡±, y se produce un breve silencio valorativo y un cambio interno de ritmo.
A partir de aqu¨ª, todo va viento en popa en este vibrante estreno en el castellano de Espa?a de una pieza capital del teatro de c¨¢mara contempor¨¢neo, de la que Jes¨²s D¨ªez hizo una vigorosa puesta en escena en catal¨¢n en el 2000. Chete Lera recorre con exactitud expresiva las revueltas intelectuales del doctor Smith, que riza el rizo dial¨¦ctico en su intento de conciliar los intereses del paciente con los suyos profesionales. Bruno Lastra da una visi¨®n apasionada de un personaje al que intuyo m¨¢s calculador: antes que el bien del paciente, yo apostar¨ªa a que lo que mueve a Bruce es la aplicaci¨®n sistem¨¢tica de criterios t¨¦cnicos y que en vez de l¨®bulo frontal, en su cabeza tiene una copia del DSM-IV (Manual de Diagn¨®stico y Estad¨ªstico de los Trastornos Mentales), corregida y aumentada. Antonio R. Lia?o pinta con una paleta crom¨¢tica amplia y c¨¢lida las dudas, las tribulaciones y la indefensi¨®n de Chris. Despu¨¦s de la funci¨®n, que vale la pena por todos los conceptos, la sala ofrece la oportunidad de tomarse un vinito con los actores.
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