Museos de un solo cuadro
Umberto Eco, co-autor con Isabella Pezzini, publica 'El museo' Para el escritor y semi¨®logo, el futuro ser¨¢ de los museos monogr¨¢ficos
Supongo que durante tiempo seguiremos pregunt¨¢ndonos si son unas antiguallas todos los museos (incluidos los m¨¢s rabiosamente contempor¨¢neos), qu¨¦ papel cumplen o habr¨ªan de cumplir, si habr¨ªa que ayudarles a escapar de esa imagen que tantas veces dan de templos de arte muerto.
"S¨®lo faltan abejas en los museos", escribi¨® Madame de Dubois en una carta a Malraux y, desde entonces, la frase, utilizada como ep¨ªgrafe, ha servido para iluminar m¨¢s de un libro sobre el mundo de los museos. Pero es indudable que los ha iluminado mediante el absurdo, pues no se sabe qu¨¦ quiso decir Dubois, y quiz¨¢s, despu¨¦s de todo, no quiso decir nada, como ocurr¨ªa a menudo con ella.
Pero ahora que se habla tanto de que el lector pide que le ayuden a entender, ?se me entender¨¢ si digo que cuando m¨¢s se dice es no diciendo nada? La frase de Dubois atrae la atenci¨®n del lector distra¨ªdo y lo hace con m¨¢s fuerza que si hubiera sido comprensible y profunda. ?O acaso el canto m¨¢s bello no es siempre el de una lengua desconocida?
El museo que m¨¢s he visitado en mi vida, el Delacroix, est¨¢ en Par¨ªs, en la plaza de F¨¹rstenberg, considerada por los surrealistas uno de los siete lugares m¨¢gicos de la ciudad. Voy siempre al Delacroix s¨®lo para sentarme en alg¨²n banco de su jard¨ªn. A¨²n hall¨¢ndonos en el centro de Par¨ªs, el silencio all¨ª es perfecto. El peque?o museo fue en su momento la casa-taller en la que el pintor pas¨® sus ¨²ltimos a?os y puede verse en ¨¦l una selecci¨®n de pinturas, dibujos, acuarelas, pasteles, bocetos; tambi¨¦n hay cartas y fotograf¨ªas. Pero el jard¨ªn lo mejora todo. Es el triunfo de la vida sobre cualquier acartonado museo.
La vida tambi¨¦n triunfa en la versi¨®n que nos diera Magris sobre los or¨ªgenes de su decisi¨®n de escribir Danubio. Dice que se encontraba con su mujer entre Viena y Bratislava, cerca de la llamada Europa del Este, viendo fluir el Danubio, el esplendor de sus aguas, viviendo un momento de felicidad y armon¨ªa, uno de esos raros instantes de concordancia con el flujo de la existencia: "De pronto, vimos un cartel que dec¨ªa: Museo del Danubio. Esta palabra, Museo, aparec¨ªa tan ajena al encanto del momento, cuando Marisa pregunt¨® qu¨¦ pasar¨ªa si continu¨¢semos vagando hasta la desembocadura del Danubio".
Mi modo de pasar el tiempo en el Delacroix es una de las muchas opciones que tenemos de visitar los museos. La m¨¢s cl¨¢sica es recorrerlos con la lengua fuera no perdi¨¦ndonos ninguno de los cuadros y, al llegar a La Gioconda -de la que tanto hemos o¨ªdo hablar-, no poder ni verla por culpa del japon¨¦s de al lado. "Escasa informaci¨®n y un goce est¨¦tico superficial", comenta Umberto Eco, co-autor con Isabella Pezzini de El museo (Casimiro libros). Para Eco, el futuro ser¨¢ de los museos monogr¨¢ficos, con una ¨²nica obra, tal como de alguna forma ya lo experimenta ¨¦l mismo cuando va a ?msterdam y dedica media hora a una en¨¦sima visita al Rijksmuseum, recorre a la carrera todas las salas pasando de largo incluso ante Rembrandt, y se dedica s¨®lo a su cuadro favorito, una iglesia de Saenredam.
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