I?¨¢rritu mantiene el brillo, pero ya no hace latir
El director mexicano estrena 'Birdman', de nuevo sin la colaboraci¨®n de Guillermo Arriaga
El cine mexicano tuvo la suerte de que un director aragon¨¦s, tan identificable como genial, llamado Luis Bu?uel encontrara asilo para su carrera en esa tierra. En una industria pobre, con escasos medios t¨¦cnicos, rodajes r¨¢pidos e int¨¦rpretes entre los que no abundaba precisamente el virtuosismo, Bu?uel se las ingeni¨® para expresar su fascinante, complejo, surrealista, transgresor, on¨ªrico, carnal e inimitable mundo en un pu?ado de obras maestras. Es el Bu?uel que m¨¢s amo, junto al de sus pel¨ªculas espa?olas Viridiana y Tristana. Tambi¨¦n recuerdo con cierto inter¨¦s alguna pel¨ªcula de Luis Alcoriza y del ex¨®tico y racial el Indio Fern¨¢ndez. Despu¨¦s lleg¨® el identificable arte de Arturo Ripstein, su obsesiva vocaci¨®n por la sordidez y los personajes al l¨ªmite, un cine que puede apasionarte o hacer que lo detestes, pero al que es dif¨ªcil ignorar. Y, por supuesto, est¨¢ la obra de un actor c¨®mico que se convirti¨® en un g¨¦nero, que goz¨® del amor masivo e incondicional del gran p¨²blico, un tal Mario Moreno, alias Cantinflas.Y ah¨ª se acaba mi conocimiento del cine mexicano. Tal vez existan joyas desconocidas de esa cinematograf¨ªa, pero en cualquier caso nunca se estrenaron en Espa?a.
No habiendo sido prolijo en directores deslumbrantes y exportables el cine mexicano, resulta muy curioso que en la actualidad Hollywood, su infinito poder¨ªo econ¨®mico y sus estrellas ofrezcan trato de privilegio al contrastado y heterodoxo talento de tres directores mexicanos, como son Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu, Alfonso Cuar¨®n y Guillermo del Toro. De acuerdo en que el cine estadounidense ha tentado desde sus ancestros a los creadores de cualquier lugar del mundo y que bastantes de ellos realizaron sus mejores pel¨ªculas en Hollywood, pero hasta hace poco tiempo jam¨¢s hab¨ªan reinado all¨ª directores mexicanos. Y se supone que el ¨¦xito de este triunvirato de compatriotas, aunque el cine que hace cada uno de ellos sea aut¨®nomo y no tenga relaci¨®n est¨¦tica ni argumental, va a ser largo y perdurable.
La primera vez que o¨ª hablar del cine de I?¨¢rritu fue en el Festival de Cannes del a?o 2000. La gente que hab¨ªa visto Amores perros en una secci¨®n paralela babeaba ante el descubrimiento de un autor excepcional. Pero esos hallazgos de nuevos genios se prodigan en todos los festivales y demasiadas veces esa afirmaci¨®n est¨¢ en desacuerdo absoluto con la realidad. El fulgor y el culto que se prodiga a algunos directores noveles y repentinamente imprescindibles puede ser flor de un d¨ªa, su esplendor empieza y termina en la exhibici¨®n en esos prestigiosos cert¨¢menes. O sea, que mi mosqueo inicial no obedece a la ceguera sino a la dura experiencia. Pero cuando los entusiasmados rumores que propagan los pioneros tienen solidez y aparece un director con una historia potente que contar y en posesi¨®n de un lenguaje capaz de hipnotizar a espectadores y sensibilidades muy variadas, el descubrimiento es algo gozoso.
No puedo evitar la a?oranza de las impagables sensaciones que me provoc¨® el cine de este hombre
Amores perros part¨ªa de un guion que narraba paralelamente varias historias, con una estructura que ofrece riesgos graves si no existe armon¨ªa, que puede convertirse en un l¨ªo que acaba en frustraci¨®n e incomprensi¨®n para el espectador. Firmaba ese guion Guillermo Arriaga y el director era Alejandro Gonz¨¢lez I?¨¢rritu. Alternando la envenenada relaci¨®n a causa de muchas cosas, pero sobre todo del amor hacia la misma mujer, de dos hermanos volc¨¢nicos metidos en negocios chungos, la tenebrosa y c¨ªnica cotidianidad de un antiguo revolucionario convertido en asesino a sueldo y la progresiva tragedia de una enamorada pareja con la que se ensa?a la fatalidad, I?¨¢rritu consegu¨ªa una pel¨ªcula emocionante y tensa, luminosa y sombr¨ªa, aterradora y l¨ªrica. Hablaba con im¨¢genes potentes del deseo y la culpa, la p¨¦rdida y el destino, la violencia y el rencor, la codicia y la venganza, el desconsuelo y la redenci¨®n.
La mod¨¦lica colaboraci¨®n entre Arriaga e I?¨¢rritu se prolong¨® en dos pel¨ªculas m¨¢s. Hollywood tambi¨¦n qued¨® deslumbrado por el talento y la originalidad que desprend¨ªa Amores perros. En la angustiosa y terrible 21 gramos, la crema de la interpretaci¨®n en el cine norteamericano, actores y actrices como Sean Penn, Naomi Watts, Benicio del Toro y Melissa Leo se pon¨ªan a las ¨®rdenes de I?¨¢rritu para dar vida a gente rota por dentro y por fuera, por la muerte de los seres queridos, un coraz¨®n implantado que amenaza con estallar, o la necesidad de expiar el justificado tormento por haber sembrado la tragedia en el pr¨®jimo. Y ese universo de gente en distintos escenarios del mundo con la que la vida se ha ensa?ado, por circunstancias tan crueles como inesperadas, intentando sobrevivir al desastre, vuelve a retratarse en la desgarrada Babel. El espectador ya est¨¢ familiarizado con las tem¨¢ticas, el estilo visual, la forma narrativa, los personajes y los sentimientos que caracterizan a dos creadores aut¨¦nticos que hablan con arte de los giros de la vida y de la cercan¨ªa de la muerte. Su trilog¨ªa es memorable.
Ignoro si fue el cansancio, el desgaste, la necesidad de independizarse del otro o el enfrentamiento de dos egos notables lo que caus¨® la separaci¨®n profesional entre I?¨¢rritu y Arriaga, pero tengo la sensaci¨®n de que se quebr¨® algo que hab¨ªa funcionado admirablemente. De Biutiful me carga casi todo, su forzada trascendencia y su irritante intensidad emocional. Lo ¨²nico que recuerdo con admiraci¨®n es la interpretaci¨®n de Javier Bardem, encarnando a ese buscavidas letalmente enfermo que intenta proteger a sus hijos.
Y sigo echando en falta a Arriaga en Birdman, la ¨²ltima pel¨ªcula de I?¨¢rritu. Me intriga y me gusta durante una parte notable de su metraje, con la virtuosa c¨¢mara de I?¨¢rritu recorriendo un teatro de Broadway en el que un actor que consigui¨® popularidad y fortuna en el pasado encarnando a un h¨¦roe del c¨®mic pretende alcanzar el prestigio art¨ªstico interpretando una obra de Raymond Carver, aquel escritor magn¨¦tico y desolador que se preguntaba: ?de qu¨¦ hablamos cuando hablamos de amor? Y durante un tiempo me divierten y me desasosiegan los esfuerzos de este hombre por lograr su sue?o y tambi¨¦n con ponerse de acuerdo con su vida y con la gente que perdi¨® en el camino, su comprensiva y antigua mujer, su devastada hija, su mujer actual, sus colegas. Pero llega un momento en que su esp¨ªritu comienza a volar por el cielo de Nueva York, aparece la densidad filos¨®fica que tanto atrae al I?¨¢rritu guionista, y ah¨ª me pierdo ligeramente. Hay cosas muy atractivas en Birdman, pero no puedo evitar la a?oranza de las impagables sensaciones que me provoc¨® anteriormente el cine de este hombre.
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