Sed fieles a ello
En su libro de memorias, Alan Sillitoe demuestra la capacidad de la literatura para corregir una vida que empieza mal
Alan Sillitoe (1928-2010) y su mujer viv¨ªan en Alicante ("solo est¨¢bamos all¨ª para que nos robaran", afirma) cuando el primero encontr¨® entre sus papeles la frase "la soledad del corredor de fondo" y de inmediato "las experiencias de mis 30 a?os de existencia y todo cuanto hab¨ªa vivido y aprendido¡± se precipitaron sobre ¨¦l. En tanto escritor, Sillitoe solo hab¨ªa fracasado hasta el momento: colocar su "novela" S¨¢bado por la noche y domingo por la ma?ana empezaba a parecerle "una empresa desesperada", y sus otros libros (Una estancia temporal, La empalizada, El quiosco de m¨²sica) hab¨ªan sido rechazados ya seis, siete y dos veces, respectivamente. Viv¨ªa en Espa?a (m¨¢s espec¨ªficamente en S¨®ller, en Mallorca) de los ingresos obtenidos dando clases de ingl¨¦s y de una pensi¨®n temporaria que le hab¨ªa otorgado la Royal Air Force por padecer una tuberculosis; de adolescente hab¨ªa querido participar en la Segunda Guerra Mundial, pero, para cuando hubo completado su formaci¨®n, la guerra hab¨ªa terminado y Sillitoe hab¨ªa tenido que conformarse con un penoso puesto de telegrafista en Malasia.
La publicaci¨®n de S¨¢bado por la noche y domingo por la ma?ana y m¨¢s tarde de La soledad del corredor de fondo lo convertir¨ªan en un autor respetado y lo alejar¨ªan, al menos en t¨¦rminos pr¨¢cticos, de sus terribles or¨ªgenes, que incluyen un padre desempleado ("en los primeros 10 a?os [de la vida de Sillitoe] mi padre estuvo trabajando un total de seis meses") y brutal ("la inteligencia de un ni?o de 10 a?os en el cuerpo de un animal"); una madre que se prostitu¨ªa, de la que el primer recuerdo del autor es "verla inclinarse sobre el cubo para que la sangre de su cabeza abierta no corriera por la alfombra" despu¨¦s de las golpizas del padre; y una escuela para ni?os con discapacidad mental a la que fue enviado porque en ella daban de comer. Tambi¨¦n los sonidos de la radio y las l¨ªneas de los mapas como promesas de un mundo mejor en alg¨²n sitio; una edici¨®n abreviada de Los miserables, de Victor Hugo, a la que le faltaban las primeras 50 p¨¢ginas, que le prest¨® un vecino. Una educaci¨®n formal que tuvo que interrumpir a los 14 a?os ("seguir en la escuela hasta la avanzada edad de 17 a?os era imposible en una familia que necesitaba todo el dinero que pudiera ganar tan pronto como alcanzara la edad legal para trabajar a jornada completa"); la carest¨ªa, el miedo y la dignidad de la poblaci¨®n inglesa durante el Blitz alem¨¢n.
?Sillitoe solo pudo calmar su ansia de conocimiento con enormes sacrificios econ¨®micos y de manera autodidacta
El ansia de conocimiento que Sillitoe solo pudo calmar con enormes sacrificios econ¨®micos y de manera autodidacta. Los trabajos mec¨¢nicos y asfixiantes en las f¨¢bricas de su ciudad natal; las primeras novias ("una vez follamos cinco veces en 24 horas"); la monoton¨ªa del trabajo en Malasia, los sucesivos fracasos literarios, la b¨²squeda de orientaci¨®n. El viaje a Espa?a, la detenci¨®n en Madrid a ra¨ªz de una observaci¨®n suya "poco amable" en el tren sobre Francisco Franco, la vida en Mallorca (¡°como encontraban ofensiva la autoridad que se ejerc¨ªa desde Madrid, hab¨ªa menos muestras de afecto hacia Franco y los mallorquines eran personas pragm¨¢ticas que intentaban seguir con sus vidas de la forma m¨¢s tranquila e industriosa posible¡±), la amistad con Robert Graves, la Inglaterra de la d¨¦cada de 1950 ("el pa¨ªs estaba muerto del cuello para arriba y ten¨ªa el cuerpo sepultado bajo la arena") fueron estadios de esa huida de los or¨ªgenes, pero ninguno iba a llevarlo tan lejos como la literatura.
En Espa?a, y con los rechazos editoriales precipit¨¢ndose sobre ¨¦l, Sillitoe no perdi¨® las esperanzas, sin embargo: "Como no confiaba m¨¢s que en m¨ª mismo, segu¨ª escribiendo, pues la falta de formaci¨®n para cualquier otro trabajo contribu¨ªa a esa persistencia, as¨ª como la fe absoluta en que no ten¨ªa otra vocaci¨®n que la de escritor", afirma. "Si hay algo en lo que cre¨¢is firmemente, sed fieles a ello¡±, le hab¨ªa dicho una maestra a?os antes, y Sillitoe no lo hab¨ªa olvidado.
Este texto (escrito originalmente en 1993 pero que se detiene aproximadamente 30 a?os antes "porque ser¨ªa demasiado aburrido escribir sobre una mera enumeraci¨®n de libros") trata de esa fidelidad y de la capacidad de la literatura de corregir una vida, incluso una que ha comenzado tan mal: no es la mejor obra de Sillitoe y su traducci¨®n la perjudica notablemente, pero est¨¢ narrada con honestidad y rectitud, que son cualidades que escasean en la literatura en nuestros d¨ªas. No solo por esas razones, Sillitoe se lo dedica a Donald Morrison, el lector de la editorial W. H. Allen que recomend¨® su publicaci¨®n a principios de 1958, cambiando su (hasta entonces muy desafortunada) vida y, de paso, las nuestras como lectores.
La vida sin armadura. Alan Sillitoe. Traducci¨®n de Antonio Lastra. Impedimenta. Madrid, 2014. 327 p¨¢ginas. 22,70 euros
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