El marxismo-pop y la gente derrotada
Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n era un ejemplar raro de comunista, que no quer¨ªa privarse del humor ni del placer. Nunca dej¨® de reconocerse en los suyos cuando le lleg¨® el ¨¦xito
En 1945, en el coraz¨®n de la m¨¢s dura posguerra, un hombre que hab¨ªa sido polic¨ªa durante la Rep¨²blica, afiliado al PSUC, detenido y condenado, volv¨ªa a casa despu¨¦s de haber cumplido varios a?os de prisi¨®n. Viv¨ªa en la calle Botella, en el Raval de Barcelona. El hombre sub¨ªa muy abatido esa ma?ana con una maleta de cart¨®n a su piso donde le esperaba su mujer, una humilde modista, y en mitad de la escalera se cruz¨® con un ni?o gordito de cinco a?os. Los dos se miraron muy sorprendidos al verse por primera vez. As¨ª cuenta Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n el momento y el lugar en que conoci¨® a su padre.
En el Raval se agitaba un hormiguero de gente derrotada cuyo ¨²nico af¨¢n era sobrevivir. En medio del hedor escalfado de la alcantarilla y de los gritos de buhoneros y menestrales la radio sacaba a la calle coplas y pasodobles desde los colmados, bares y prost¨ªbulos. El ni?o creci¨® entre las historias de amor, los lances de pasiones y celos, los sue?os imposibles que expand¨ªan los dulces boleros por los patios de luces, terrazas y balcones llenos de ropa tendida. Ese fue el primer alimento que nutri¨® su inconsciente. Concha Piquer cantaba Tatuaje y aquel ni?o no ten¨ªa que forzar la imaginaci¨®n, puesto que eran de verdad los marineros rubios como la cerveza, llegados en un barco, que ¨¦l ve¨ªa entrar y salir de los antros de lenocinio. Todos los d¨ªas se encontraba con mujeres apoyadas en el quicio de la manceb¨ªa, con machacas, chulos, p¨ªcaros y tipos an¨®nimos silenciosos y humillados que, no obstante, manifestaban en la mirada una rebeld¨ªa soterrada ante una libertad reprimida. Le¨ªa los tebeos de El hombre enmascarado, de Fantomas y Juan Centellas; coleccionaba cromos de futbolistas del Barcelona, Calvet, Seguer, Basora, C¨¦sar y Gonzalbo. El horizonte del chaval pudo ser el taller de mec¨¢nico, pero su padre, con buen tino, lo matricul¨® en una academia privada para que estudiara el bachiller y de esta forma el destino se puso a su favor y el chaval pudo llegar a licenciarse en Filosof¨ªa y Letras en la Universidad de Barcelona.
En el Raval ve¨ªa cada d¨ªa a mujeres apoyadas en el quicio de la manceb¨ªa, machacas, chulos, p¨ªcaros y tipos an¨®nimos
Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n hered¨® de su padre la conciencia pol¨ªtica de izquierdas. La rebeld¨ªa universitaria le llev¨® a afiliarse al PSUC en 1961, a formar parte incluso del comit¨¦ central, a cumplir con todos los ritos usuales de la clandestinidad, panfletos, c¨¦lulas, consignas, contrase?as, nombres de guerra. Sobrevino la consiguiente redada y dio con sus huesos en la c¨¢rcel de L¨¦rida. Muchos escritores burgueses deben sus principales lecturas al a?o en que los mantuvo en la cama una tuberculosis de adolescencia. V¨¢zquez Montalb¨¢n aprovech¨® sus tres a?os en el talego para amueblar su cerebro de marxismo y de todo lo dem¨¢s.
Al salir en libertad era un joven con vocaci¨®n de poeta y literato todoterreno, llevaba la pluma cargada con la idea fija de disparar contra la injusticia social, pero este designio tan noble trat¨® de conjugarlo con la necesidad y esperanza de llegar un d¨ªa a comer y vivir de este oficio, aunque fuera trabajando en la mina de sal del periodismo como un forzado. Parece que en un momento determinado se grit¨® a s¨ª mismo: ¡°A Carlos Marx pongo por testigo que nunca m¨¢s volver¨¦ al Raval¡±. Logr¨® este empe?o, pero el hecho de que no se desclasara y nunca dejara de reconocerse en los suyos cuando le lleg¨® el ¨¦xito, fue una de sus conquistas.
El horizonte del chaval pudo ser el taller de mec¨¢nico, pero su padre, con buen tino, lo matricul¨® en una academia privada para que estudiara el bachiller
V¨¢zquez Montalb¨¢n era un marxista leninista con retranca, un ejemplar raro de comunista, que no quer¨ªa privarse del humor, del sarcasmo y de la iron¨ªa, algo sospechoso en el bloque mental cerrado del partido. Empez¨® a escribir con seud¨®nimo de forma alimenticia en una revista de corte y confecci¨®n. Desde el primer momento tuvo una obsesi¨®n que logr¨® cumplir hasta el final de sus d¨ªas. En cualquier empresa donde escribi¨® lo primero que exig¨ªa era que le dieran de alta en la Seguridad Social, producto de la inseguridad que llevaba inoculada en el cerebro. La pluma de este periodista superdotado comenz¨® a disparar desde cualquier medio que le dejaran a destajo. Al final encontr¨® una garita propia. ?Se puede unir a Marx con Juanito Valderrama y a Lenin con Lola Flores?
Aquellas canciones rom¨¢nticas que sal¨ªan de los colmados de su barrio, las letras de las coplas, los cromos de futbolistas del CF del Barcelona, los anuncios de Netol y de Norit el Borreguito, los tebeos, los carteles de pel¨ªculas, los rostros de las artistas, el olor de los teatros de revistas del Paralelo formaban un l¨¦gamo de la memoria y sobre ella se deslizaban los fantasmas que hab¨ªan perdido la guerra. Ese material fermentado aflor¨® en un reportaje que le dio, de pronto, nombre y fama. Su Cr¨®nica sentimental de Espa?a hab¨ªa permanecido olvidada o, tal vez, retenida varios meses en uno de los cajones de la revista Triunfo, hasta que en septiembre de 1971 se public¨® la primera entrega con un ¨¦xito fulminante. Este material popular que siempre hab¨ªa sido despreciado por los intelectuales, V¨¢zquez Montalb¨¢n lo transform¨® en una categor¨ªa y sin librarlo de la carga de nostalgia lo llen¨® de claves secretas para entender los sue?os derrotados por una dictadura. Fue ese instante de gracia en que logr¨® la inspiraci¨®n en el campo inexplorado de un marxismo-pop, de propia creaci¨®n.
V¨¢zquez Montalb¨¢n aprovech¨® sus tres a?os en el talego para amueblar su cerebro de marxismo y de todo lo dem¨¢s
En el estudio de su casa de Valvidriera y en su mas¨ªa de Cruilles en el Ampurd¨¢n ten¨ªa tres o cuatro m¨¢quinas de escribir cargadas en bater¨ªa cada una con un folio en el rodillo. Cumpl¨ªa como un profesional puntualmente con su trabajo estajanovista, novelas, ensayos, poemas, art¨ªculos, reportajes, cr¨®nicas, viajes, a borbotones, con unas facultades extraordinarias de memoria y de talento. Triunfo, Hermano Lobo, EL PA?S, Intervi¨², Por Favor. No sab¨ªa negarse a ning¨²n pr¨®logo, a ning¨²n encargo. Se hab¨ªa empe?ado en demostrar que un marxista ten¨ªa derecho al humor; ahora estaba dispuesto a demostrar que tambi¨¦n ten¨ªa derecho al placer. V¨¢zquez Montalb¨¢n pas¨® de la recia tortilla de patatas y del vino Savin a saberlo todo de cocina y de marcas de whisky. Se hizo gastr¨®nomo. Escribi¨® de cocina para hacer un marxismo digestivo y realizar la proeza de ense?ar a la izquierda a comer. El hecho de que no lo consiguiera convirti¨® a V¨¢zquez Montalb¨¢n en un escritor rom¨¢ntico.
Los premios le llegaron cuando ya ten¨ªa m¨¢s de cincuenta libros publicados. Todo lo que sab¨ªa de marxismo, de libros, de cr¨ªtica, de cocina, de triunfos y derrotas de la vida lo aplic¨® para armar la psicolog¨ªa de su personaje m¨¢s famoso. El detective Pepe Carvalho era el trasunto del propio Manolo. En la peque?a distancia era un hombre t¨ªmido, de mirada baja, con tendencia a coger peso. Unas veces lo ve¨ªas muy gordo y despu¨¦s de una temporada lo ve¨ªas muy flaco. En la cl¨ªnica de Incosol en Marbella perd¨ªa diez kilos y sus ojos desvalidos expresaban la tristeza de no poder darle al cuerpo el placer que predicaba y al que ten¨ªa derecho m¨¢s all¨¢ de la ideolog¨ªa. Viajaba como com¨ªa, como escrib¨ªa, de forma compulsiva. Hab¨ªa ganado el Planeta con la novela Los mares del Sur y ya que lo hab¨ªa so?ado literariamente el destino le hizo morir en el aeropuerto de Bangkok, el 18 de octubre de 2004, cuando regresaba de S¨ªdney. Como es l¨®gico, V¨¢zquez Montalb¨¢n sigui¨® publicando despu¨¦s de muerto desde alg¨²n lugar del universo. Cuando a?os despu¨¦s pas¨¦ por ese aeropuerto pude recordar con gran emoci¨®n a mi amigo al subir por la misma escalera mec¨¢nica donde ¨¦l cay¨® fulminado por un infarto. Esta escalera un¨ªa la zona de tr¨¢nsito con las salas de embarque. V¨¢zquez Montalb¨¢n no pudo embarcar. La zona de tr¨¢nsito era para ¨¦l hacia el otro mundo, tambi¨¦n hacia la posteridad.
Este art¨ªculo cierra la serie Periodistas Literarios de Manuel Vicent. Una selecci¨®n de ellos se puede consultar en babelia.com
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