?ltimos testigos de Mauthausen
El periodista Carlos Hern¨¢ndez reconstruye la historia de los 9.000 republicanos espa?oles internados en campos nazis con la aquiescencia de Franco
Durante a?os Sigfried Meier fue muchas cosas en la vida para tratar de ocultar aquella que le hab¨ªan obligado a ser contra su voluntad: un superviviente del nazismo. Jud¨ªo de Fr¨¢ncfort, Meier lleg¨® de ni?o a Auschwitz, donde vio morir a su padre y afin¨® al m¨¢ximo dos armas: el af¨¢n de supervivencia y el esp¨ªritu de rebeld¨ªa. Cuando entr¨® en Mauthausen, trasladado en un convoy de la muerte sin ninguna noci¨®n de estar vivo, llevaba consigo tanta rabia que se atrevi¨® a gritarle a los nazis que intentaron raparle. Y as¨ª fue, gracias a sus gritos y a su impecable perfil ario, c¨®mo el capo de turno lo puso en manos de Saturnino Navazo, el preso espa?ol que organizaba partidos de f¨²tbol en Mauthausen y que le adopt¨® como un hijo. Meier se emociona cada vez que recuerda a Saturnino. Jos¨¦ Alcubierre lo hace cada vez que recuerda a su padre, asesinado a golpes en el campo de Gusen.
Ambos son algunos de los protagonistas de Los ¨²ltimos espa?oles de Mauthausen (Ediciones B), el libro donde el periodista Carlos Hern¨¢ndez de Miguel rastrea la historia de los 9.000 deportados a campos nazis, con un doble objetivo: ¡°Darles voz a las v¨ªctimas e identificar a los culpables¡±.
Meier y Alcubierre se cruzaron una vez en Mauthausen y no volvieron a hacerlo hasta el lunes, cuando coincidieron en Madrid para arropar la presentaci¨®n de la obra. Ellos custodian de las pocas memorias a¨²n vivas de la deportaci¨®n, aunque su relaci¨®n con aquel pasado ha diferido. Alcubierre nunca quiso olvidar. Meier luch¨® casi toda su vida por hacerlo: ¡°No me gusta contarlo, preferir¨ªa que nunca hubiera existido. No es mi t¨ªtulo de gloria, fue como una violaci¨®n... yo viv¨ª todo esto como un ni?o, no pod¨ªa entender por qu¨¦ estaba all¨ª¡±.
Alcubierre fue uno de los ocupantes del tren que parti¨® hace 75 a?os de la estaci¨®n de Angulema (Francia) cargado con 925 mujeres, hombres y ni?os espa?oles que ignoraban que su destino era Mauthausen. Aquel agosto de 1940 se consumaba la definitiva trapacer¨ªa contra los republicanos refugiados en Francia, que hab¨ªan sido movilizados ¡ªvoluntariamente o no¡ª para luchar contra Alemania sin obtener por ello ning¨²n reconocimiento. ¡°Los trabajadores espa?oles capturados en Francia durante la guerra son por lo tanto prisioneros civiles¡±, recog¨ªa un documento del Estado Mayor del Ej¨¦rcito franc¨¦s en mayo de 1942, citado en el libro.
No era un simple formalismo: los alemanes trataron a los combatientes del ej¨¦rcito enemigo con arreglo a ciertas convenciones internacionales. Ser clasificado como civil sin patria reconocida dej¨® a miles de espa?oles desarbolados. Porque si la Francia de P¨¦tain se despreocup¨®, la Espa?a de Franco los ech¨® directamente en las fauces de los leones. ¡°Franco fue un c¨®mplice activo. Si acaban en los campos de concentraci¨®n fue por orden de Franco¡±, denuncia el periodista Carlos Hern¨¢ndez de Miguel.
Alcubierre sobrevivi¨® a cinco a?os de cautiverio en Mathausen, incluso al terrible dolor de recibir la noticia de la muerte de su padre a golpes, y fue uno de los art¨ªfices del salvamento de las fotograf¨ªas que luego se usaron en los juicios de N¨²remberg. ¡°Llev¨¢bamos el tri¨¢ngulo azul con el s¨ªmbolo de los ap¨¢tridas¡±, recuerda Alcubierre, que sigue viviendo en Angulema. ¡°Ahora Francia nos respeta, nos ha dado una pensi¨®n. El Gobierno espa?ol no nos ha dado nada¡±, compara.
Tambi¨¦n Carlos Hern¨¢ndez lamenta la dejaci¨®n de Espa?a con las v¨ªctimas de los campos nazis, como Alcubierre y Meier, el ni?o que reneg¨® del alem¨¢n y de sus cong¨¦neres. ¡°He aprendido que no se puede confiar en el ser humano, que un pueblo tan cultural como el alem¨¢n haya podido hacer lo que hizo¡. En Auschwitz no hab¨ªa ni una pizca de ayuda, cada uno iba a lo suyo, a vivir un d¨ªa m¨¢s, a robar aunque eso le pudiese costar la vida a otro, estas cosas fueron mi universidad¡ Yo pod¨ªa haber terminado en la c¨¢rcel porque solo sab¨ªa robar y enga?ar. Me salv¨® Navazo¡ solo tengo una referencia. No creo en la bondad de la gente. Siempre hay un inter¨¦s detr¨¢s. No soy amargo pero en general soy pesimista¡±.
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