Manuel Garrido, introductor en Espa?a de la filosof¨ªa anal¨ªtica
Especialista en l¨®gica, en su ¨²ltima etapa sus intereses se centraron en el estudio de la inteligencia artificial
Mi perspectiva y mis recuerdos del fil¨®sofo Manuel Garrido Jim¨¦nez (Granada, 1925) no son los de un compa?ero de profesi¨®n, sino solamente los de un antiguo estudiante de filosof¨ªa de la Complutense profundamente marcado por su magisterio. Tuve trato con Garrido durante los cinco a?os de carrera y aprend¨ª inmensamente de ¨¦l y con ¨¦l. Se daba adem¨¢s una cierta conexi¨®n personal, pues Garrido hab¨ªa contratado a mi padre en el departamento de Valencia a mediados de los sesenta.
Garrido fue el principal introductor en Espa?a de la l¨®gica matem¨¢tica y la filosof¨ªa anal¨ªtica. Son innumerables los j¨®venes que se han iniciado en el estudio de la l¨®gica gracias a alguna de las m¨²ltiples ediciones de su manual L¨®gica simb¨®lica (Tecnos). Practic¨® siempre una filosof¨ªa acad¨¦mica de gran rigor intelectual, alejada de la voluntad de estilo, la frase brillante y el originalismo a ultranza.
Constituy¨® en la Universidad de Valencia el primer Departamento de L¨®gica y Filosof¨ªa de la Ciencia de Espa?a y fund¨® en 1971 (con Fernando Montero) la revista Teorema, un ejemplo de publicaci¨®n cient¨ªfica en la que participaron numerosos fil¨®sofos espa?oles y extranjeros. Su labor como editor y traductor fue inmensa. Y tambi¨¦n como organizador de congresos a los que invitaba a grandes figuras de la filosof¨ªa mundial. Gracias a aquellas jornadas, tuve la suerte de ver en acci¨®n a pensadores como Popper, Chomsky, Searle y Habermas. Fue adem¨¢s colaborador frecuente de este peri¨®dico.
Sus conocimientos eran enciclop¨¦dicos, aunque nunca hac¨ªa ostentaci¨®n de los mismos. Era un verdadero sabio. Ten¨ªa una biblioteca personal enorme, poblada por muchos miles de vol¨²menes. Por desgracia, escribi¨® poco y en general fue reacio a publicar sus ideas m¨¢s personales. Prefer¨ªa la divulgaci¨®n y el compendio, como atestiguan las dos grandes obras colectivas que dirigi¨® en 2005 (El legado filos¨®fico y cient¨ªfico del siglo XX) y en 2009 (El legado filos¨®fico espa?ol e hispanoamericano del siglo XX). Sus intereses cubr¨ªan la filosof¨ªa toda, la ciencia, la tecnolog¨ªa y en su ¨²ltima etapa el pensamiento de Jorge Santayana de forma destacada.
Garrido era un hombre de una personalidad compleja y dif¨ªcil. Ten¨ªa un aire misterioso, por la distancia que impon¨ªa en el trato. Y daba la impresi¨®n de ser una persona atormentada. En clase siempre parec¨ªa inc¨®modo y con ganas de huir. Reduc¨ªa todo lo que pod¨ªa la lecci¨®n, que sol¨ªa limitarse a la presentaci¨®n de alg¨²n problema espec¨ªfico y a dar algunas pistas someras sobre c¨®mo abordarlo. No obstante, a aquellos que quisieran prestarle atenci¨®n les forzaba a pensar en profundidad y sin mediaciones sobre la cuesti¨®n planteada.
Su actuaci¨®n universitaria siempre estuvo rodeada de controversia, entre otras razones porque muchos nunca le perdonaron que en 1962 ganara la c¨¢tedra frente a Manuel Sacrist¨¢n, a pesar de que posteriormente, durante toda la fase final del franquismo, Garrido tuviera una trayectoria acad¨¦mica sobresaliente.
A partir de los ochenta, su inter¨¦s m¨¢ximo se centr¨® en la inteligencia artificial. A un grupo reducido de estudiantes nos ense?aba los principios b¨¢sicos de la computaci¨®n: nos introduc¨ªa en la idea de ¡°m¨¢quina universal de Turing¡± y de ah¨ª pas¨¢bamos a los sistemas expertos artificiales, compuestos por dos elementos, un motor inferencial y una base de conocimientos. Recuerdo su an¨¢lisis del ser humano como un sistema experto. Se lamentaba en clase de que cuando el motor inferencial dejaba de funcionar, la base de conocimientos se disipara al instante despu¨¦s de a?os y a?os de paciente acumulaci¨®n. Para ¨¦l eso no ten¨ªa sentido y por eso especulaba con la posibilidad de que alg¨²n d¨ªa los humanos pudi¨¦ramos volcar todo lo aprendido en una m¨¢quina antes de que la muerte se llevara aquel enorme bagaje. As¨ª, la desaparici¨®n de un sabio de la talla de Garrido, que muri¨® el pasado 8 de enero a los 89 a?os, no es sino una dolorosa confirmaci¨®n del absurdo ¨²ltimo de la vida.
Ignacio S¨¢nchez-Cuenca es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Carlos III de Madrid.
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