El imperio de la piel
Cuando se contempla, aisladamente, una obra de Jeff Koons, sea un gran coraz¨®n de pl¨¢stico o un hinchable Ballon Dog, vendido por 53 millones de euros, es f¨¢cil concluir que el hampa del arte nos est¨¢ tomando el pelo. Pero, ?y si se trata de juzgar una numerosa reuni¨®n de estos camelos (hasta rebasar incluso la centena) en instituciones tan solemnes como el Museum of Contemporary Art de Chicago, el Metropolitan o el Whitney de Nueva York, la Fundaci¨®n Beyeler de Basilea, el Palacio de Versalles y ahora ocupando el Centre Pompidou que visit¨¦ ayer? ?Delirio? ?Conspiraci¨®n? ?Estrategia fatal del arte en la cultura?
Los espa?oles tendr¨¢n oportunidad de visitar en junio la misma muestra que ahora reina en Par¨ªs, con sede en el Guggenheim de Bilbao, lo que propiciar¨¢ que se desate de nuevo la reiterada controversia entre arte y estafa. Y a¨²n m¨¢s justificadamente aqu¨ª, puesto que el florido perro gigante apostado frente al museo bilba¨ªno es tambi¨¦n obra maestra de Koons. Un tipo de 60 a?os justos y promovido (?injustamente?), m¨¢s all¨¢ de su fama y su fortuna, a miembro de la Academia de Artes y Ciencias estadounidense o investido por Chirac Oficial de la Legi¨®n de Honor en 2007. ?Todos chiflados? ?Ag¨®nico el sentido com¨²n?
El m¨¢s vivo, risue?o y seguro (exmarido de La Cicciolina) resulta ser, efectivamente, Koons que, como un perfecto iluminado, ha comprendido mejor la exagerada iluminaci¨®n del plat¨® contempor¨¢neo del mundo.
¡°More light, more shine¡± (¡°M¨¢s luz, m¨¢s resplandor¡±) ped¨ªa el artista a los montadores franceses cuando daba los ¨²ltimos retoques a la instalaci¨®n. Cuanto m¨¢s brillan sus obras mayor valor alcanzan y, de paso, m¨¢s excitado se siente el espectador puesto que mientras la rugosidad parece dom¨¦stica y afectiva, el pulimento absoluto se opone a la emoci¨®n del querer.
Ciertamente, la cultura pop, la explotaci¨®n de los mass media o los art¨ªculos propios de tienda de chinos que Koons introduce en sus esculturas forman un espect¨¢culo de aspecto popular. Pero, desde luego, ni Duchamp, su invocado o gran maestro, buscaba ning¨²n efecto de vecindad.
El desconcierto (¡°deslumbramiento¡±) que provoca un objeto de Koons y la acentuada agresividad presente cuando se juntan decenas de sus esculturas, procede de su blindaje desafiante en una ¨¦poca donde precisamente lo bio, lo granulento o la textura natural son representaciones de la nueva espiritualidad eco.
?Una flagrante contradicci¨®n, por tanto, en lo pop de Koons? S¨ª y no. Porque, precisamente, la ¨²ltima revoluci¨®n en la cosm¨¦tica, best-seller en varios Sephora, es una base activa que bajo el maquillaje mantiene el plano inicial de los colores. El tradicional miedo al poro ha crecido hoy con las pantallas de alta definici¨®n y los selfies con p¨ªxeles multiplicados. Frente a ello, la marca Urban Decay mantiene el satinado o su correlato de lisura gracias a unos elast¨®meros de silicona que operan como reflectores.
La luminosidad de los koons es paralela al diab¨®lico fulgor que imponen. Pero en otro orden, el cutis celado impone, liberado de cualquier tacha, el deslumbrante imperio de la piel.
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