El derecho al voto de las mujeres y los animalillos
La historia de la conquista del sufragio femenino brit¨¢nico, relatada en una novela gr¨¢fica
A veces el mundo conocido se desploma sin que el poder pueda evitarlo. Las mujeres hicieron su gran revoluci¨®n a lo largo del siglo XX. Y buena parte de la historia dependi¨® de la demanda de aquellas brit¨¢nicas que exig¨ªan ¡ªhab¨ªa que estar loca¡ª el derecho de sufragio, tomando el testigo de las pioneras (y pioneros como Stuart Mill) del siglo XIX. Parec¨ªa que no hab¨ªa manera. ¡°Por su naturaleza una mujer est¨¢ tan incapacitada para votar como un conejo¡±, dijo el primer ministro brit¨¢nico Asquith, creyendo que no hab¨ªa m¨¢s que hablar.
En cierta medida, tuvo raz¨®n. Una parte del movimiento comenz¨® a hablar menos y a actuar m¨¢s. Hartas de desga?itarse ante una ristra de pol¨ªticos sordos, sacaron piedras junto a pancartas. El 30 de junio de 1908 una de estas mujeres lanz¨® un pedrusco contra el n¨²mero 10 de Downing Street. El primer acto violento. El primero de muchos que ir¨ªan m¨¢s lejos, sobre todo del brazo de un grupo min¨²sculo y clandestino llamado J¨®venes de Sangre Caliente (YHB), que llegaron a incendiar la vivienda del ministro de Hacienda, Lloyd George.
Ni el arte se libr¨® de la ira: Mary Richardson rasg¨® la Venus del espejo de Vel¨¢zquez en la National Gallery. Ni tampoco la vida: Emily Wilding Davison muri¨® tras ser pisoteada por caballos en un derbi durante una protesta en 1913. Como era previsible, el poder no se qued¨® quieto: las sufragistas eran detenidas y encarceladas con frecuencia. Si iniciaban alguna huelga de hambre para exigir su reconocimiento como presas pol¨ªticas ¡ªy no de segunda¡ª, se las somet¨ªa a una salvaje alimentaci¨®n forzosa que da?¨® gravemente a m¨¢s de una.
Aquellos a?os que algunas mujeres vivieron peligrosamente se recogen en la novela gr¨¢fica Sally Heathcote: Sufragista (La C¨²pula), escrita por Mary M. Talbot, una experta en estudios de g¨¦nero que public¨® en 2012 una premiada biograf¨ªa en c¨®mic sobre la hija de James Joyce, y dibujada por dos ilustradores de largo recorrido, Bryan Talbot y Kate Charlesworth, con frecuentes juegos crom¨¢ticos que se intercalan a lo largo de las 171 p¨¢ginas. Los intervalos entre vi?etas se convierten en aut¨¦nticos barrotes en el tramo dedicado a las militantes presas, la narraci¨®n se ennegrece durante el asalto nocturno a la casa de Lloyd George o el uso simb¨®lico de los colores de la Uni¨®n Pol¨ªtica y Social de Mujeres (WSPU, en ingl¨¦s): violeta, verde y blanco. "La obra muestra qu¨¦ lejos han ido las mujeres en sus conquistas y qu¨¦ peligroso es conseguir avances y la lucha por la igualdad de g¨¦nero", sostiene la guionista por correo electr¨®nico.
Sally Heathcote es una empleada dom¨¦stica (de ficci¨®n). Su patrona, por el contrario, es pura Historia: Emmeline Pankhurst, que trabajaba en un registro en Manchester y que militaba con todas sus fuerzas en la causa sufragista. Una convicci¨®n que transmiti¨® a sus dos hijas, Sylvia y Christabel, una de las primeras brit¨¢nicas licenciadas en Derecho. Las sufragistas alcanzaron una notoriedad r¨¢pida por el descaro de sus protestas. Vestidas como para tomar el t¨¦, pod¨ªan irrumpir en cualquier acto protocolario salt¨¢ndose las convenciones sociales para exigir su derecho a votar. Casi siempre con el p¨²blico a la contra. Entre las frases m¨¢s suaves que escuchaban figuraban tres: ¡°B¨²scate un marido¡±, ¡°A casa a hacer la colada¡± o ¡°Dale unos buenos azotes¡±.
"El movimiento sufragista eduardiano fue amplio y la lucha de las mujeres por sus derechos atraves¨® todas las clases sociales y fronteras pol¨ªticas. Yo quer¨ªa capturar la escala. Con un personaje de ficci¨®n pude explorar el contexto hist¨®rico m¨¢s plenamente y moverme m¨¢s libremente que si me hubiese restringido a una figura hist¨®rica y su biograf¨ªa", explica Mary M. Talbot, que para alcanzar el equilibrio que deseaba ¡ªni demasiado detallista ni demasiado superficial¡ª agreg¨® una serie de notas finales con aportaciones hist¨®ricas omitidas del c¨®mic.
Fue el Daily Mail, en un art¨ªculo publicado el 10 de enero de 1906, el que bautiz¨® el movimiento al llamarlas ¡°sufragistas¡±, aunque al redactor le mov¨ªa m¨¢s el desd¨¦n que el deseo de pasar a la Historia. A ellas les gust¨® e hizo fortuna. Hasta entonces solo las mujeres de Australia y Nueva Zelanda ten¨ªan pleno derecho a votar ¡ªlas estadounidenses pod¨ªa hacerlo en elecciones municipales y en algunos Estados¡ª, aunque en a?os sucesivos se sumar¨ªan algunos pa¨ªses n¨®rdicos como Finlandia, Noruega, Dinamarca e Islandia.
La guerra que definitivamente enterr¨® el mundo de ayer fue un aliado de las sufragistas brit¨¢nicas, aunque por el camino ahond¨® las divisiones en el movimiento, entre las pacifistas (poco comprendidas) y las belicistas, como Emmeline y Christabel Pankhurst. En 1918, con la aprobaci¨®n de la Ley de Representaci¨®n del Pueblo, se concedi¨® el voto limitado a propietarias y esposas de propietarios, adem¨¢s de las universitarias con m¨¢s de 30 a?os. Todav¨ªa debieron esperar una d¨¦cada hasta lograr el sufragio universal, igualarse a los hombres y dejar de ser reducidas a la naturaleza de animalillos.
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