Simbiosis pian¨ªstica
Grigory Sokolov inaugura la 18? edici¨®n de la Temporada de Grandes Solistas ¡°Pilar Bayona¡± en el Auditorio de Zaragoza
Grigory Sokolov (San Petersburgo, 1950) considera al piano como un organismo humano extremadamente sensible que puede envejecer, enfermar y hasta morir en unos veinte o treinta a?os. De su relaci¨®n absolutamente simbi¨®tica con el instrumento surgen recitales pian¨ªsticos singulares e inolvidables que estos d¨ªas se han celebrado en Valencia, Alicante y Zaragoza, dentro de una gira espa?ola que continuar¨¢ por Bilbao, Madrid y Barcelona los d¨ªas 7, 9 y 11 de este mes. Como es l¨®gico, nada se deja al azar en esta nueva tourn¨¦ede Sokolov por Espa?a, un pa¨ªs donde debut¨® en 1986 y que visita con frecuencia desde 1996; no s¨®lo se dispone de un piano Steinway seleccionado por el int¨¦rprete, sino tambi¨¦n de una temperatura moderada para que no afecte a la sonoridad del instrumento o de una iluminaci¨®n m¨¢s tenue para conseguir un mayor grado de concentraci¨®n. Al fin y al cabo, un recital de Sokolov es algo entre ¨¦l y su piano, una actitud que explica su desinter¨¦s por la m¨²sica de c¨¢mara o por la m¨²sica concert¨ªstica. Por supuesto, el p¨²blico est¨¢ all¨ª, pero el pianista ruso apenas lo ve; su salida a escena cuenta con una coreograf¨ªa de movimientos estereotipados, ahora m¨¢s lentos que anta?o, para sentarse frente al teclado absolutamente inmutable antes de atacar la primera nota del concierto.
El programa que ha inaugurado la decimoctava edici¨®n de la Temporada de Grandes Solistas ¡°Pilar Bayona¡± en el Auditorio de Zaragoza inclu¨ªa tres especialidades del m¨²sico sampeterburgu¨¦s: Bach, Beethoven y Schubert. Y es que Sokolov suele anunciar sus conciertos sin determinar su contenido para poder incluir las composiciones con las que sienta una mayor afinidad. El presente programa, que mantendr¨¢ su vigencia hasta agosto, se inicia con la Partita n? 1 BWV 825 (1726) de Bach, cuya interpretaci¨®n moldea desde la admiraci¨®n nunca ocultada por Glenn Gould a favor de la precisi¨®n en la articulaci¨®n y la claridad de l¨ªneas. Eso s¨ª, Sokolov a?ade una impresionante tensi¨®n y equilibrio en las repeticiones de cada danza que corona con exquisitos adornos o arpegios improvisados, en absoluto relacionados con ninguna voluntad historicista que rechaza por principio, sino con un af¨¢n por distinguir la objetividad de la partitura de su subjetividad como artista.
La Sonata Op. 10 n? 3 (1798) de Beethoven adquiere en manos de Sokolov la misma combinaci¨®n de claridad de l¨ªneas y vuelo subjetivo. Lo comprobamos especialmente en el paso del Presto inicial, donde persisten trazos de Clementi, al proverbial Largo e mesto, uno de los movimientos m¨¢s hondamente melanc¨®licos del pianismo beethoveniano, que Wilhelm von Lenz relacion¨® en 1852 con el recuerdo de la madre del compositor, y que quiz¨¢ en el caso de Sokolov sea posible relacionar con la remembranza de su esposa fallecida en enero de 2014. El pianista ruso maneja con la misma perfecci¨®n el paroxismo tr¨¢gico, la gracilidad de un minueto o las boutades t¨ªpicamente beethovenianas del rond¨® final. No obstante, quiz¨¢ sea en Schubert donde consiga plasmar mejor su maestr¨ªa en los contrastes, con ese hipn¨®tico manejo del tempo y la din¨¢mica, para extraer todo el sentido apocal¨ªptico de esta bell¨ªsima Sonata D 784 (1823) que el compositor vien¨¦s escribi¨® como reacci¨®n al diagn¨®stico de la s¨ªfilis que terminar¨ªa con su vida.
Para equilibrar la balanza expresiva schubertiana, Sokolov concluy¨® su recital con esa quintaesencia de la elegancia pian¨ªstica que son los Seis momentos musicales D. 780 (1823-28); y aqu¨ª disfrutamos de momentos inolvidables como la secci¨®n central del N?2 Andantino en Fa sostenido menor. Faltaba todav¨ªa media hora m¨¢s de propinas que en Sokolov son un cl¨¢sico: cinco mazurcas de Chopin, donde mostr¨® otra faceta m¨¢s de su grandeza art¨ªstica, y la rareza del melanc¨®lico Vals en mi menor de Alexander Griboedov como broche final.
Babelia
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