La amante como fruta prohibida
Renato Guttuso se dio a conocer como pintor siendo ya un militante comunista
Una tarde de primavera romana, en 1984, fui invitado a tomar una copa en la mansi¨®n de Renato Guttuso, sin duda el pintor m¨¢s famoso de Italia. Viv¨ªa en el palacio del Grillo, cerca de los jardines de Domus Aurea, la residencia de Ner¨®n, dominando el Foro Imperial. El palacio del Grillo perteneci¨® a un conde, que ten¨ªa la costumbre de echar pan a los pobres desde el balc¨®n despu¨¦s de la misa de los domingos. Guttuso lo adquiri¨® cuando ya era un comunista escandalosamente rico.
Adem¨¢s de la puerta barroca de su estudio en la planta baja, la mansi¨®n ten¨ªa una entrada por otra calle que daba directamente a la planta superior, donde viv¨ªa recluida la esposa del pintor, Mimise Dotti, siete a?os mayor que ¨¦l, ya un poco demenciada. Entre los dos pisos hab¨ªa una puerta siempre atrancada para que la se?ora no pudiera bajar nunca al estudio donde ten¨ªa siempre entrada franca Marta Marzotto, la famosa amante del artista. Los j¨®venes amigos con los que jugaba a las cartas eran los encargados de vigilar esa puerta cuando la pareja estaba ocupada en el amor. Pero en el estudio de Guttuso tambi¨¦n entraban pr¨ªncipes de la Iglesia, pol¨ªticos democristianos, socialistas y comunistas como Giulio Andreotti, Bettino Craxi y Enrico Berlinguer, los escritores Alberto Moravia, Leonardo Sciascia y Pier Paolo Pasolini, arist¨®cratas de toda estirpe y damas de la alta frivolidad sofisticada.
Es muy dif¨ªcil entender el caso de este artista genial si no se comprende el placer de vivir como primera obligaci¨®n, que es el genio de Italia. Renato Guttuso nunca dej¨® de ser comunista. Sigui¨® en el partido despu¨¦s de los tanques de Budapest en 1956 y de la Primavera de Praga de 1968. Perteneci¨® al Comit¨¦ Central, fue senador comunista durante dos legislaturas y asumi¨® el esc¨¢ndalo de tener como amante a una de las mujeres m¨¢s famosas de la sociedad italiana, sin que esta historia convulsa da?ara ni su prestigio ni su ideolog¨ªa.
Durante mi visita lleg¨® el barbero, el artista lo llev¨® a una estancia contigua y se dej¨® afeitar como el santo de un retablo de cuadros propios y algunos de Picasso y de Magritte. Era todav¨ªa un hombre muy atractivo a los 75 a?os, tal vez con el rostro lacerado por una pasi¨®n femenina que ya no pod¨ªa controlar. Al saber que me dirig¨ªa a Palermo comenz¨® a contar algunos recuerdos de su infancia en la isla. Hab¨ªa nacido en Bagher¨ªa, en 1912, y cuando en los a?os treinta se dio a conocer como pintor ya era un artista militante, l¨ªder de la resistencia contra los nazis. Durante la guerra se hizo comunista. Guttuso exageraba la pobreza de sus a?os j¨®venes con historias que excitaban a las condesas, cuando el pintor ya se mov¨ªa en los salones como uno de los seres m¨¢s solicitados, elegantes y seductores del gran mundo italiano.
¡ª?En qu¨¦ hotel de Palermo te vas a hospedar?¡ª me pregunt¨® con la cara enjabonada.
¡ªEn el Grand Hotel et des Palmes¡ª le dije.
¡ªAll¨ª ten¨ªa una habitaci¨®n siempre reservada Lucky Luciano. Saluda de mi parte al conde Giuseppe Di St¨¦fano. Lleva encarcelado veinte a?os si salir de ese hotel, condenado por la mafia. Mat¨® de un disparo de rifle a un jovenzuelo, hijo de un capo, que le robaba cerezas de su finca. El capataz dio la cara por ¨¦l pero la mafia lo conden¨® a no salir de ese hotel de lujo mientras el capataz estuviera en la c¨¢rcel. Son ya veinte a?os. Sal¨²dalo de mi parte. Es gran amigo m¨ªo.
Guttuso nunca dej¨® de ser un pintor figurativo, ejemplo de un expresionismo siciliano, contra todas las modas del informalismo. Le llamaban el Picasso italiano.
¡ªA Picasso, a ese gitano, le trat¨¦ mucho, era muy divertido, se pon¨ªa cualquier cosa encima.
M¨¢s all¨¢ de su obra de denuncia social, el cuadro del mercado de La Vuccir¨ªa es, sin duda, su obra maestra, una explosi¨®n luminosa de carnes desolladas, de especias y frutas, con todos los colores traspasados por los gritos. Pero la fruta prohibida, la m¨¢s excitante que nunca dej¨® de pintar con una evidencia obscena, fue el cuerpo esplendoroso de su amante Marta Marzotto. Lo hizo de todas las formas posibles, desnuda, tigresa, provocativa, abierta, elegante o brutal.
Esta mujer hab¨ªa nacido en Mil¨¢n, hija de un empleado de ferrocarriles. La ni?a pas¨® de repartir sacos de carb¨®n con su padre y vender ranas a los restaurantes que cazaba en las acequias a probar suerte en un concurso de modelos del imperio textil Marzotto, donde trabajaba su madre. El resultado fue que aquella chica de piernas largas se cas¨® en 1954 con el conde Umberto Marzotto y entr¨® en la familia hasta convertirse en una de las mujeres m¨¢s seductoras de Italia, el paradigma de La dolce vita de Fellini en medio de la gran belleza loca romana. Guttuso la conoci¨® en 1967 en una fiesta, cuando estaba embarazada de su quinto hijo. Ella era veinte a?os m¨¢s joven. Esa pasi¨®n tormentosa est¨¢ relatada en cientos de dibujos y ¨®leos, que reflejan los estados de celos, desesperaci¨®n, calma placentera, sexo t¨®rrido, violencia, que atraves¨® el pintor.
Renato Guttuso muri¨® un d¨ªa de enero de 1987. Monse?or Angelini, un cl¨¦rigo mundano y elegante, ofici¨® el funeral. Despu¨¦s de compararlo con Leonardo dijo que hab¨ªa muerto rez¨¢ndole a la Virgen e invocando el Sagrado Rostro de Jes¨²s. Marta no logr¨® ver a su amante en los ¨²ltimos meses de vida. Se enter¨® de su muerte por los peri¨®dicos. Esta vez fue a ella a la que los amigos le atrancaron la puerta. Hab¨ªan cambiado las cerraduras del palacio del Grillo y tambi¨¦n las de la caja fuerte com¨²n en un banco de Roma donde guardaban las cartas de amor, que se han perdido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.