Carotas
Las donaciones ilegales cuando llegan a un partido no persiguen paliar el hambre o las situaciones de marginaci¨®n, ni siquiera apuntalar la democracia, persiguen un fin: ganar influencia
Los partidos pol¨ªticos reciben subvenciones del Estado en funci¨®n de su representaci¨®n electoral. Por ello, en justicia, el PP es el que m¨¢s dinero percibe del erario p¨²blico. La cantidad anual es alta, pero a ella hay que sumarle las inyecciones de dinero p¨²blico que reciben sus fundaciones, tanquetas de ideas, los pagos de asesores directos y el balance global de una serie de empleados que desempe?an tareas sin m¨¢s cualificaci¨®n que la pertenencia al partido. El monto total es suficiente para considerar que los partidos est¨¢n extremadamente bien cuidados por el Estado. Sin embargo, no es raro que los pol¨ªticos llamen subvencionadas a diferentes actividades industriales sin incluirse jam¨¢s entre ellas. En la campa?a electoral andaluza es habitual afear los defectos del PER, las ayudas a temporeros y la bolsa de dinero p¨²blico para desempleados, pero nunca se ha visto a un pol¨ªtico aplicar a su partido esa reflexi¨®n sobre financiaci¨®n dependiente del Estado, ni llamarse a s¨ª mismo subvencionao, pronunciado a su manera mitinera.
Quiz¨¢ por eso podr¨ªa colar que Hacienda sea capaz de difundir un comunicado donde compara el uso de las donaciones an¨®nimas por parte de un partido con el destino que dan al dinero recaudado asociaciones sin ¨¢nimo de lucro como C¨¢ritas o Cruz Roja. Falta esa capacidad para verse a s¨ª mismos desde la perspectiva cr¨ªtica con que miran a los dem¨¢s. Nadie puede dudar de que los partidos merecen estar protegidos por la financiaci¨®n p¨²blica, porque son instrumentos imprescindibles para el balance democr¨¢tico. Ser¨ªa igual de saludable que se apreciara del mismo modo a los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos, aunque no sucede.
Pero las donaciones ilegales cuando llegan a un partido, y solo en 2008 el PP super¨® el mill¨®n de euros en este concepto, no persiguen paliar el hambre o las situaciones de marginaci¨®n, ni siquiera apuntalar la democracia. No hace falta ser muy perspicaz para intuir que su opacidad persigue un fin: ganar influencia y medrar en los concursos p¨²blicos. De ah¨ª que la comparaci¨®n con labores humanitarias sea grotesca. La Agencia Tributaria minusvalora la inteligencia de tantos ciudadanos que cumplen con sus obligaciones fiscales si no desautoriza de manera tajante esta interpretaci¨®n peregrina. No es lo mismo C¨¢ritas que Carotas.
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