Moncho Alpuente, emblema generacional de rebeld¨ªa
Este diario tuvo la dicha de contar durante varios lustros con sus colaboraciones, jugosas, acibaradas y siempre inteligentes.
La muerte del m¨²sico, periodista y cr¨ªtico musical Moncho Alpuente, nacido en Madrid en 1949, implica la p¨¦rdida de un emblema generacional que lleg¨® a serlo gracias a su rebeld¨ªa personal y, como reconoci¨® siempre, a la labor de otras generaciones precedentes, ¡°mucho m¨¢s atenazadas y castigadas por el r¨¦gimen franquista¡±. ?l ha sido una de las cabezas de la primera generaci¨®n de posguerra que pudo alzarse abiertamente contra la dictadura, no sin recibir su cuota de represi¨®n, pero ya en la estela de los cambios democr¨¢ticos que se anunciaban irreversibles y que el compromiso de su generaci¨®n por lograrlos asumi¨® bravamente a partir del mayo franc¨¦s de 1968.
Alpuente vivi¨® en la madrile?a calle del Pez y a lo largo de sus 65 a?os de vida mantuvo un profundo arraigo con la ciudad -de la que ha sido uno de los primeros Cronistas de la Villa de talante progresista- y m¨¢s precisamente, con el barrio de Malasa?a. L¨ªder natural desde sus a?os escolares en el colegio San Ant¨®n de la calle de la Farmacia, all¨ª comenz¨® a destacar por sus dotes de iniciativa y compromiso. En su adolescencia, frecuentar¨ªa el colegio de las Mercedarias de la calle de Valverde, donde coprotagonizar¨ªa abundantes ligues, seg¨²n recordaba. Mostrar¨ªa su liderazgo en los maristas de Segovia, donde algunos amigos segovianos aseguran que permaneci¨® interno. En aquella etapa comenzar¨ªa a despuntar su afici¨®n por las tablas.
De entonces data su arraigo a la ciudad del Clamores y del Eresma, en cuya ribera ha vivido varias d¨¦cadas hasta su muerte. No era extra?o verle leer la prensa sentado en una terraza de la Alameda, el arbolado barrio ribere?o del r¨ªo, en el cual tuvo su casa y una piragua con la que surcaba de cuando en cuando sus aguas.
Marcado por la experiencia religiosa, le gustaba destacar que el colegio madrile?o donde estudi¨®, pose¨ªa una tr¨ªada euf¨®nica ¨CAquilino, Secundino y Celestino- en la cual comenz¨® a cebar su iron¨ªa, uno de los rasgos m¨¢s destacados de su personalidad. Capaz de protagonizar desde una divertid¨ªsma subasta de ¡°vintage¡± en los s¨®tanos de La Mandr¨¢gora, la m¨ªtica sala-gruta de Enrique Cavestany, donde arrancar¨ªa su fulgurante carrera madrile?a Joaqu¨ªn Sabina, hasta un musical sobre Franco que preparaba y ha quedado, por el momento in¨¦dito, Moncho Alpuente moviliz¨® todos los recursos expresivos a su alcance -la palabra, la pluma, el gesto, las tablas, la televisi¨®n y la guitarra- para dar salida a una personalidad indomable y so?adora.
Moncho Alpuente cosech¨® amigos por dondequiera que pas¨®, dada su facilidad para obtenerlos gracias a la extraversi¨®n de su car¨¢cter, a su sentido del humor y a un criticismo que ¨¦l trataba siempre de acentuar en sus rasgos m¨¢s duros, en una operaci¨®n que quienes le conocieron bien sab¨ªan destinada a ocultar una profunda bondad, solidaria y amistosa. Desde el punto de vista ideol¨®gico, Moncho Alpuente se defin¨ªa como anarquista, si bien se caracteriz¨® por exhibir un profundo sentido unitario, lejos de cualquier sectarismo y en permanente b¨²squeda de nexos de izquierda. Seg¨²n sus allegados, buscaba siempre la voz de los sectores sociales m¨¢s da?ados por la exclusi¨®n, la pobreza y el infortunio, desde un respeto extraordinario por cada persona y con un celo igualitario inc¨®lume desde sus primeros a?os.
Con todos estos elementos trenz¨® una trayectoria vital desbordantemente rica, donde la reflexi¨®n, la cr¨ªtica, la s¨¢tira y la iron¨ªa no fueron nunca incompatibles con el respeto a los otros y el afecto sincero, que siempre cre¨ªa posible, la alegr¨ªa de vivir y el deleite de cuantos placeres se hallaran a su alcance. Este diario tuvo la dicha de contar durante varios lustros con sus colaboraciones, jugosas, acibaradas y siempre inteligentes. Juan Luis Cebri¨¢n decidi¨® veinte a?os atr¨¢s dedicarle en las p¨¢ginas de EL PA?S un editorial para glosar su figura.
Casado en primeras nupcias, con una hija versada hacia la Literatura, su compa?era Chary, ¡°manantial de dulzura¡± como ¨¦l mismo la definir¨ªa, ha sido la entra?able c¨®mplice de sus mejores emprendimientos. La huella de Moncho Alpuente permanecer¨¢ siempre en quienes han tenido la fortuna de ser destinatarios de su amistad.
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