?En qu¨¦ radica la inteligencia de una ciudad?
No son las pantallas, ni otras tecnolog¨ªas, lo que har¨¢ m¨¢s habitable el espacio p¨²blico
Conduciendo de noche por una carretera, los faros del coche iluminan los marcadores reflectantes que, sin consumir energ¨ªa ni molestar durante el d¨ªa, indican el camino, informan sobre las localidades que dejamos atr¨¢s, anuncian las salidas de las autov¨ªas y advierten de las curvas m¨¢s pronunciadas. ?Por qu¨¦ estos marcadores ideados en 1933 y todav¨ªa tan ¨²tiles y sostenibles no son un indicador de ciudad inteligente (smart city) y s¨ª lo son las lucecillas (verdes o rojas) que indican qu¨¦ plazas de aparcamiento est¨¢n ocupadas y cu¨¢les quedan libres? La inteligencia de las ciudades no puede asociarse exclusivamente a la tecnolog¨ªa ni por supuesto a la comercializaci¨®n de esa tecnolog¨ªa.
La dom¨®tica -la que iba a ser la casa inteligente- es el precedente de la ahora tan analizada como aclamada ciudad inteligente. Por eso conviene fijarse en qu¨¦ ha sido de ella. Cuando hace unos a?os se anunciaron con ese nombre revoluciones en el hogar que pod¨ªa permit¨ªrselas, se nos conmin¨® a programar la cocci¨®n del pollo justo antes de llegar a casa y la puesta en marcha de la lavadora o el encendido de la calefacci¨®n desde la oficina. En realidad, la comodidad dom¨®tica nos convert¨ªa en programadores de lo que quer¨ªamos que fuera nuestra vida olvidando una clave que nos define, la libertad de cambiar de planes. El arquitecto Renzo Piano pag¨® el pato en su propio estudio genov¨¦s, frente al Mediterr¨¢neo, programado para que las ventanas detectasen la brisa exterior y la dejasen entrar y para el cierre autom¨¢tico de persianas ante el exceso de sol. El autor del Pompidou lo ha contado muchas veces: no todos los empleados ten¨ªan las mismas preferencias y adem¨¢s el sistema se estropeaba con frecuencia. Resultado: decidieron desconectarlo.
Desde hace unos a?os, algunas ciudades venden como logros los peque?os avances que permiten saber que un accidente est¨¢ causando un atasco en una autov¨ªa (cuando ya est¨¢s metido en ella) o que el autob¨²s n¨²mero 27 llegar¨¢ en 4 minutos (cuando ya est¨¢s en la parada esper¨¢ndolo). Se supone que ese flujo de informaci¨®n convierte las ciudades en m¨¢s inteligentes (smart cities). Tambi¨¦n lo hacen logros m¨¢s serios como un buen transporte p¨²blico no contaminante o un buen sistema de reciclaje de energ¨ªas y materias. Por eso inspira recelo la asociaci¨®n incuestionable de inteligencia y tecnolog¨ªa que se da entre los emergentes expertos en ciudades inteligentes, que todav¨ªa no han respondido qu¨¦ es lo m¨¢s inteligente que puede suceder en una ciudad.
"No tengo claro qu¨¦ tiene que ver el agua con los sem¨¢foros", bromea el alcalde de Bilbao, Ibon Areso, para explicar que no valora la llamada conectividad, la gesti¨®n inteligente que ofrecen algunas empresas buscando integrar todos los servicios urbanos. "Creo m¨¢s en repartir", aclara. Para Areso saber cu¨¢nto va a tardar el autob¨²s es anecd¨®tico. Sin embargo, defiende que su objetivo como alcalde es que Bilbao sea una ciudad inteligente. "Pasamos de la ciudad industrial a la ciudad amable con una profunda transformaci¨®n urban¨ªstica. Trabajamos ahora en el segundo plan estrat¨¦gico para pasar de la amable a la inteligente".
Con todo, la futura Smart Bilbao tiene menos que ver con las apps que con los viejos vecindarios. Areso explica que trabajan con las universidades abriendo "factor¨ªas de barrio" para que los emprendedores puedan juntarse sin tener que pagar grandes alquileres. "Una ciudad inteligente es la que redirige su econom¨ªa para ser m¨¢s competitiva", concluye.
El arquitecto Josep Bunyesc lee la inteligencia en t¨¦rminos medioambientales. ?l fue el primero en Espa?a en levantar una casa pasiva (que acumula la energ¨ªa que consume). Y considera que las smart cities son una moda, una oportunidad de negocio y "una forma pol¨ªtica de autofelicitarse por estar a la ultima, sin saber muy bien qu¨¦ es. A lo mejor es m¨¢s smart un pueblo que una ciudad", espeta.
Tambi¨¦n Bunyesc considera que la inteligencia la tienen que tener los ciudadanos. "Si la inteligencia nos tiene que venir de la tecnolog¨ªa es que algo no funciona. En un sem¨¢foro inteligente, el menos listo de todos es el sem¨¢foro. Si un paso de cebra se?alizado funcionara bien con la inteligencia de los ciudadanos sobrar¨ªa el sem¨¢foro", dice. Al tiempo que apunta que hay propuestas urban¨ªsticas, como la reordenaci¨®n peatonal del centro de Burdeos, "con mayor repercusi¨®n Smart que la tecnolog¨ªa."
El antrop¨®logo Manuel Delgado, autor de El espacio p¨²blico como ideolog¨ªa, sostiene que los planes smart son un 'valor-refugio' que encubre estrategias de mercado y supuesto prestigio para las instituciones pol¨ªticas. "Es importante que a las intervenciones que se presentan como regeneradoras del tejido urbano se les asigne el atributo de creativas. El protagonismo argumental asignado a la imaginaci¨®n y la cultura se corresponde con la creciente desmaterializaci¨®n de las fuentes de crecimiento econ¨®mico, cada vez m¨¢s envuelto por todo tipo de acompa?amientos est¨¦ticos o semi¨®ticos", opina. Delgado considera que el fin es "legitimar y dar lustre a las din¨¢micas de mutaci¨®n urbana gestadas y gestionadas desde la l¨®gica neoliberal, a partir de los principios de un capitalismo que le exige al Estado la reducci¨®n al m¨¢ximo a su papel de arbitraje econ¨®mico y atenci¨®n p¨²blica, pero que le asigna un papel clave como su cooperador institucional".
El profesor barcelon¨¦s explica que la alianza entre penetraci¨®n privatizadora y pol¨ªticas p¨²blicas resulta en una transformaci¨®n de la fisonom¨ªa tanto humana como morfol¨®gica de muchas ciudades. Lo que hacen, en nombre de la inteligencia, es favorecer la revitalizaci¨®n como espacios-negocio de barrios c¨¦ntricos o de antiguas zonas industriales al servicio de las nuevas industrias tecnol¨®gicas.
Miguel ?ngel D¨ªaz Camacho, que preside ASA (Asociaci¨®n Sostenibilidad y Arquitectura), le da la raz¨®n. Este arquitecto critica la pol¨ªtica medioambiental de corto recorrido utilizada como excusa. Y asegura que si las Smart Cities son la respuesta a esta nueva sociedad de consumo hiper-conectada y crecientemente desigual, se convertir¨¢n en una met¨¢fora de los pactos recientes y futuros entre la ecolog¨ªa y el poder y conducir¨¢n a lo mismo: a la ciudad narcotizada.
La arquitecta Mayka Garc¨ªa-H¨ªpola, autora del libro El paisaje de la arquitectura, defiende sin embargo las smart cities como una necesidad de las urbes del futuro: "En una ciudad inteligente, gerentes y ciudadanos aprovechar¨ªan los recursos materiales e intangibles ¨Ccomo la cultura o la historia- de esa comunidad para poner en valor los estados intermedios m¨¢s que los resultados finales (relacionados con r¨¦ditos electorales)". Sin embargo, Garc¨ªa-H¨ªpola advierte que la ciudad inteligente requiere tiempo: "no es proyecto de cableado instant¨¢neo". Por eso, no conf¨ªa en una ciudad en la que la gente vaya abducida por la pantalla individual o las colectivas ,"que pueden terminar de contaminar nuestras calles". "La tecnolog¨ªa nos puede ayudar a reciclar recursos como los estanques recolectores de lluvia", pero insta a disfrutar de los recorridos, olores y vistas de una ciudad m¨¢s all¨¢ de lo virtual.
Tambi¨¦n D¨ªaz insiste en que las Smart Cities deben incorporar valores sociales y culturales y fomentar la equidad. "?Por qu¨¦ no una verdadera red inteligente que desv¨ªe los excedentes de producci¨®n hacia hogares en situaci¨®n de pobreza energ¨¦tica?", propone. "La redistribuci¨®n, la colaboraci¨®n y la conexi¨®n ciudadana, s¨ª est¨¢n relacionadas con un uso de la tecnolog¨ªa en aras del bien com¨²n". Garc¨ªa-H¨ªpola recuerda que la inteligencia tecnol¨®gica es una m¨¢s entre otras. Por eso cita las tres ecolog¨ªas de Guattari: la mental, la social y la medioambiental para terminar ironizando: "Quiz¨¢s habr¨ªa que colocar un cartel en nuestras ciudades como el de aquel bar: No tenemos Wi-fi. Hablen entre ustedes".
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