Garibaldi, a la plaza de los mariachis se le atasca el ?ayayay!
El escenario de la m¨²sica popular mexicana no encuentra la f¨®rmula para reinventarse
¨C??Qu¨¦ tiene de t¨ªpico? As¨ª como para un lugar de mariachi no tiene nada t¨ªpico.
¨C?S¨ª, tapa todo lo que es la plaza...
¨C?Haz de cuenta de que se ve un edificio, nada m¨¢s.
Di¨¢logo de dos mariachis en la plaza de Garibaldi sobre si les gusta o no que est¨¦ all¨ª el Museo del Tequila y el Mezcal, inaugurado en 2010 dentro de un proceso de rehabilitaci¨®n de la plaza que hasta ahora ha dado resultados irregulares. Tanto que, en enero, a un funcionario le dio por decir que se estaba ¡°valorando¡± la posibilidad de demoler el museo. Al d¨ªa siguiente el alcalde de M¨¦xico DF sali¨® a negar que estuviesen pensando en eso. Lo neg¨® sin mucho entusiasmo: ¡°No lo veo en el radar, digamos¡±.
Lo que le molesta a los mariachis es que el museo ¡°tapa¡± la entrada principal de la plaza. La entrada es una avenida de tr¨¢fico estruendoso con media docena de carriles, pero a fin de cuentas es la entrada. ¡°El museo nos parti¨® el queso¡±, se queja Marco Antonio Orejel, de la Asociaci¨®n Mariachis M¨¦xico. As¨ª que, como el edificio oculta la vista abierta de la plaza, lo que hacen los mariachis es ponerse enfrente del museo para ofrecer su m¨²sica a la gente que pasa. O, tambi¨¦n, avanzan un poco m¨¢s y se meten directamente adentro de la avenida, por los bordes, a hacerle a los veh¨ªculos la se?al de mariachi disponible.
¡°Antes, cuando Pedro y Jorge Negrete, s¨ª hab¨ªa trabajo¡±, dice Margarito Bernardo Zaragoza con la nostalgia de 71 a?os de edad vividos en Garibaldi desde los 15. Cuando Margarito dice Pedro, dice Pedro, qu¨¦ m¨¢s. Pedro Infante. O pudiera decir Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez. Los cl¨¢sicos del mariachi. O Chavela Vargas, que cant¨® y bebi¨® tanto en Garibaldi que a su muerte, hace tres a?os, la honraron poniendo su capilla ardiente en la plaza, como quien reparte las cenizas de un cliente por la barra de un bar.
El alcohol. Quiz¨¢s el alcohol sea el gran problema, no tanto el museo. Porque en la plaza siempre se hab¨ªa podido beber (beber y cantar: un trago, dos tragos y ?ayayayyy!, como mandan los c¨¢nones) y desde 2012 se prohibi¨®. Nadie niega, tampoco el ayuntamiento, que en los ¨²ltimos a?os la econom¨ªa de Garibaldi ha deca¨ªdo fuerte: los mariachis, las cantinas, el comercio en general. La diferencia es que el ayuntamiento sostiene que se debe a un proceso necesario de reinventar la plaza sin alcohol y los afectados le cargan el mayor peso del muerto al museo.
El Museo del Tequila y el Mezcal es un cubo discreto con im¨¢genes en la fachada de plantas de agave, de donde sale esa bebida. Entre observadores expertos y neutrales no despierta ni grandes pasiones ni una gran tirria. ¡°Yo considero que se trata de una intervenci¨®n serena y mesurada, respetando los criterios de escala y volumetr¨ªas preexistentes en la propia plaza¡±, opina el arquitecto Gustavo L¨®pez-Padilla. ¡°Yo creo que es un error urban¨ªstico porque tapa la plaza y que arquitect¨®nicamente no es muy afortunado¡±, considera su colega Miquel Adri¨¢.
El material en exhibici¨®n, sobre el tequila, el mezcal y, en segundo plano, sobre la plaza y el mundo de los mariachis, es parco. Elementos como estos, con conexiones con toda la historia de M¨¦xico, se despachan en una sola planta con informaci¨®n b¨¢sica. Su director, Christian Merlos, informa por tel¨¦fono de que tienen una asistencia de unas 1.000 personas a la semana y apunta que tienen un cambio en marcha: ¡°Estamos haciendo m¨¢s grande la tienda de artesan¨ªas mexicanas¡±.
De cualquier manera, el futuro del museo es solo un elemento m¨¢s del dif¨ªcil reto de reverdecer Garibaldi. Es general el acuerdo en que la seguridad de la plaza es mayor que hace cinco o diez a?os, pero la zona sigue estando deprimida. Est¨¢, t¨¦cnicamente, en el ¡°per¨ªmetro B¡± del centro hist¨®rico, y eso es un factor que explica que no haya evolucionado como las partes del centro hist¨®rico inclu¨ªdas en el ¡°per¨ªmetro A¡±. Es, en definitiva, un punto hist¨®rico de la ciudad, y de todo M¨¦xico, que a¨²n no ha logrado salir de la degradaci¨®n que en las ciudades siempre le corresponde a los m¨¢rgenes.
Si bien, para Margarito Bernardo Zaragoza, las causas no tienen tanto que ver con la econom¨ªa, la pol¨ªtica o el urbanismo como con otros cambios: ¡°Ahora ya sali¨® otro tipo de m¨²sica, y la ponen por los radios, y la m¨²sica mexicana ya se va quedando atr¨¢s¡±. Sentado en un banco delante del museo, recuerda qu¨¦ buenos fueron sus tiempos. ?l, violinista, lleg¨® a formar parte del elenco de Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez, al que un buen d¨ªa, uno de los m¨²sicos le pregunt¨®, ¡°?Y usted como componen sus canciones?¡±, dice Margarito. Jim¨¦nez, el bardo de Garibaldi, respondi¨®: ¡°Yo no compongo canciones. Yo le platico a la gente¡±.
Babelia
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