Tras el conejo que llega tarde
'Alicia en el pa¨ªs de las maravillas', que cumple 150 a?os, sigue ejerciendo una enorme influencia en la literatura infantil
Una ni?a, un punto m¨¢s aburrida y perezosa de lo que ser¨ªa deseable (no le gustan los libros sin ilustraciones ni di¨¢logos), penetra en la madriguera de un conejo blanco al que ha estado siguiendo y desde all¨ª accede a uno de los mundos de fantas¨ªa m¨¢s fascinantes que ha dado la literatura infantil. As¨ª arranca ¡ªseguro que lo han adivinado¡ª Las aventuras de Alicia en el pa¨ªs de las maravillas, de cuya publicaci¨®n se conmemora el 150? aniversario. Su autor, Charles Ludwig Dodgson (1832-1898), m¨¢s conocido como Lewis Carroll, era un t¨ªpico glergyman victoriano, gazmo?o, tartamudo y de una desarmante timidez, que ejerc¨ªa como don de l¨®gica y matem¨¢tica en el Christ Church de Oxford: una existencia tan ordenada y desprovista de acontecimientos que justifica que Virginia Woolf afirmara de ¨¦l que ¡°no tuvo vida¡±.
Hoy sabemos que el germen de su obra m¨¢s conocida le sobrevino muy cerca de all¨ª, durante un paseo en barca, acompa?ado por otro reverendo y tres ni?as, por el Isis, que es el nombre que toma el T¨¢mesis a su paso por la ciudad. En aquella excursi¨®n, Dodgson improvis¨®, como entretenimiento para sus peque?as invitadas, un enloquecido relato, rebosante de jitanj¨¢foras y calambures, en el que l¨®gica y azar, naturaleza e imaginaci¨®n anticipaban el armaz¨®n de lo que ser¨ªa su obra maestra. Una de las ni?as, Alicia Liddell, fue el modelo en que se inspir¨® para el personaje hom¨®nimo; los bi¨®grafos (v¨¦ase, por ejemplo, Lewis Carroll, de Morton Cohen; Anagrama, 1998) no se han puesto de acuerdo acerca de la exacta naturaleza de la atracci¨®n que esta ni?a ejerc¨ªa sobre ¨¦l. Enorme, en todo caso. Dodgson, que gozaba de la amistad y confianza de la familia Liddell, consigui¨® fotografiar vestido y desnudo aquel cuerpo de nymphette prep¨²ber que tanto le atra¨ªa. Aquellas placas, que hoy quiz¨¢ constituyeran prueba de una nunca demostrada pedofilia, son otras tantas obras maestras de un arte que estaba entonces en sus comienzos. En todo caso, el autor de Alicia en el pa¨ªs de las maravillas (1865) y su secuela Al otro lado del espejo (1871) ha ejercido una duradera influencia ¡ªm¨¢s marcada en la anglosfera¡ª en la literatura (infantil o no) y en el pensamiento posterior. A los surrealistas les fascinaba su mezcla de humor sat¨ªrico y nonsense, y encontraron en la habilidad del autor para fablistanear una muestra precursora de la asociaci¨®n libre y del flujo de conciencia: Max Ernst, Aragon y Breton ( que escribi¨®: ¡°Todos los que conservan el sentido de la revuelta reconocer¨¢n en ¨¦l a su primer maestro en hacer novillos¡±) se cuentan entre sus m¨¢s grandes admiradores. Por otra parte, la huella de Carroll en la filosof¨ªa brit¨¢nica no debe ser subestimada: de Russell a Wittgenstein, pasando por Moore, Austin y Ayer, son pocos los pensadores que no le hayan rendido tributo como constructor de silogismos encadenados (los sorites), enrevesadas paradojas, juegos de palabras y diagramas l¨®gicos, o que no hayan reconocido su habilidad para ironizar, a trav¨¦s de sus personajes infantiles, en torno a sesudas cuestiones de la filosof¨ªa. Desde esa perspectiva, hay quien ha visto, por ejemplo, en el gato de Cheshire ¡ªcuyo cuerpo a veces se volatiliza dejando atr¨¢s ¨²nicamente su enigm¨¢tica y eterna sonrisa¡ª un trasunto de la (im)posibilidad ontol¨®gica de un accidente sin substancia; o en las discusiones de los hermanos Tweedle (en Al otro lado del espejo) la huella de berkeleyanas disquisiciones acerca de la realidad o irrealidad de las cosas del mundo. Eso sin descender a la suave s¨¢tira simb¨®lica de los pol¨ªticos contempor¨¢neos (Bill el lagarto aludir¨ªa a Benjamin Disraeli) o de sus colegas en el Christ Church. Por lo dem¨¢s, Alicia en el pa¨ªs de las maravillas y su secuela no han dejado de influir desde su publicaci¨®n en las manifestaciones m¨¢s variadas de la cultura popular: desde canciones y relatos hasta el cine (la ¨²ltima gran versi¨®n, muy libre, es la de Tim Burton en 2010). Alicia en el pa¨ªs de las maravillas se encuentra traducida, y en ediciones muy variadas, a todas las lenguas espa?olas. Recomiendo, para los que adem¨¢s de leerla deseen descifrarla, la estupenda versi¨®n con explicaciones de John Gardner Alicia anotada, traducida por Francisco Torres Oliver, que incluye las incre¨ªbles ilustraciones de John Tenniel (1820-1914) y que Akal public¨® hace unos a?os. Por lo dem¨¢s, en su 150? aniversario, lo mejor es desear una vez m¨¢s a este libro inmortal, y tal como nos ense?¨® Humpty-Dumpty (el ¨²nico huevo experto en sem¨¢ntica que conozco), ?feliz nocumplea?os!
Sombreros
Madrid, un d¨ªa de mayo de 1939. Julio Camba, ¡°maestro de periodistas¡±, antiguo anarquista, visceral antisemita y, a esas alturas, turiferario del franquismo y del nuevo orden impuesto por los vencedores, se congratula en un art¨ªculo de que hayan regresado a la ciudad hecha trizas los sombreros y la elegancia en el vestir que echaba de menos durante la Rep¨²blica. A las pocas semanas, un avispado comerciante de la calle de la Montera recoge el envite y publica en la prensa un anuncio de su establecimiento en el que figura un sombrero Fedora y el eslogan ¡°Los rojos no usaban sombrero¡±, que inmediatamente se hace popular. Hoy no se llevan mucho los sombreros, aunque en la cubierta de La elegancia masculina (Debate), un muy instructivo vadem¨¦cum de Eugenia de la Torriente (con pr¨®logo de Armani), figure otro Fedora como s¨ªmbolo de distinci¨®n: un modelo semejante a los que usaban Eduardo VIII cuando iba ¡°de paisano¡±, Harrison Ford en Indiana Jones o Alain Delon en Borsalino. La elegancia es un valor. Claro que hay elegancias y elegancias: en las cavernas cada vez m¨¢s concurridas de la TDT se siguen escuchando descalificaciones a los pol¨ªticos emergentes que no visten como ellos quieren, es decir, como Dios manda. Si les preocupa la teor¨ªa del dandismo ¡ªesa quintaesencia de la elegancia que Lord Brummel defini¨® como un modo de vestir y comportarse conspicuously inconspicuous¡ª, no se pierdan El gran libro del dandismo (Mardulce), que re¨²ne (con inteligente pr¨®logo de Alan Pauls) los famosos tres textos de referencia de Balzac, Baudelaire y Barbey d¡¯Aurevilly.
Memoria
Hubo dos guerras civiles. Una termin¨® en 1939 y tuvo un largo ¡°despu¨¦s¡±. La otra, que empez¨® al d¨ªa siguiente, se ha prolongado mucho m¨¢s: es la que estall¨® en torno a la memoria del ¡°conflicto¡± y de sus consecuencias. Historias para despu¨¦s de una guerra, de Michael Richards (Pasado y Presente), explora las diversas formas y representaciones que ha adoptado la memoria de la guerra y de la represi¨®n posterior, desde los primeros tiempos (cuando s¨®lo era posible la de los vencedores) hasta el boom de los a?os noventa, pasando por los diferentes intentos, antes y despu¨¦s de la muerte del dictador, de consensuar una memoria colectiva. Richards, autor tambi¨¦n de Un tiempo de silencio (Cr¨ªtica, 2006), analiza esos procesos enmarc¨¢ndolos en los necesarios contextos: los de la historia y la pol¨ªtica (evoluci¨®n del R¨¦gimen, democracia), y los de los profundos cambios sociales que tuvieron lugar a lo largo de la dictadura y de la Transici¨®n.
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