Lo que convierte un cl¨¢sico en cl¨¢sico
El debate est¨¢ abierto desde el Renacimiento. Elijo la definici¨®n subjetiva y arbitraria: es una obra que cambia tu vida, como antes la de otros
Al menos desde el Renacimiento, con la recepci¨®n e imitaci¨®n de las obras de la Antig¨¹edad grecorromana, pero sobre todo a partir de finales del XVII, cuando estalla la Querelle entre antiguos y modernos, los estudiosos han debatido intermitentemente acerca de lo que convierte en cl¨¢sica una obra literaria o art¨ªstica. Da igual que los diferentes c¨¢nones nacionales hayan ido variando de acuerdo con las circunstancias hist¨®ricas y sociales. Al eurocentrismo tradicional de las ¨¦lites aristocr¨¢ticas o universitarias que impon¨ªan el canon hoy ha sucedido una multiplicidad de puntos de vista que hace que nos resulte obsoleta ¡ªcuando no impertinentemente elitista¡ª aquella c¨¦lebre pregunta del genial novelista Saul Bellow: ¡°?D¨®nde est¨¢ el Tolst¨®i zul¨²?¡±. De entre todas las definiciones acerca de lo que sea un cl¨¢sico, siempre he preferido la m¨¢s subjetiva y arbitraria: un cl¨¢sico es una obra que cambia tu vida, como cambi¨® antes la de otros. Algo que enlaza con aquella definici¨®n de Italo Calvino (en Por qu¨¦ leer los cl¨¢sicos, Tusquets): ¡°Tu cl¨¢sico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relaci¨®n y quiz¨¢s en contraste con ¨¦l¡±. Frank Kermode (1919-2010), uno de los cr¨ªticos del siglo XX que m¨¢s investig¨® sobre lo que hace que un libro se convierta en cl¨¢sico, sol¨ªa decir que una de las condiciones para que tal cosa ocurra era lo que denominaba ¡°paciencia textual¡± (textual patience), es decir, la capacidad de una obra para lograr que cada generaci¨®n la reinterprete a su propia satisfacci¨®n, pero siempre de modo diferente. Y es que, como cre¨ªa Calvino, un cl¨¢sico nunca agota lo que tiene que decir(nos). Felizmente la producci¨®n editorial espa?ola se ha enriquecido desde hace a?os con nuevas colecciones de cl¨¢sicos editadas con primor. A las ya cl¨¢sicas ¡ªperm¨ªtanme la redundancia¡ª de, entre otras, Castalia ¡ªhoy un poco postergada por Edhasa, su nueva propietaria¡ª y C¨¢tedra (grupo Anaya), se incorpor¨®, a finales de los noventa, la muy meritoria Alba (grupo Moll) con una deslumbrante serie (dirigida por Luis Magriny¨¤ y alimentada especialmente con novelas del siglo XIX) que consigui¨® llevar los cl¨¢sicos a las mesas de novedades de las librer¨ªas. Sin olvidar la estupenda Biblioteca Castro (director literario: Dar¨ªo Villanueva), que, m¨¢s que cl¨¢sicos, viene re-publicando sin notas el patrimonio literario espa?ol, desde la General Estoria, de Alfonso X, hasta la serie hist¨®rica Esquiveles y Manriques, de Salvador de Madariaga; o, siguiendo con los cl¨¢sicos en castellano, la imprescindible Biblioteca Cl¨¢sica de la RAE, heredera en nombre, planteamiento y ambici¨®n de aquella extraordinaria e inolvidable que fund¨® Francisco Rico en Cr¨ªtica (durante el reinado de Gonzalo Pont¨®n) y que, tras diversos avatares editoriales (incluyendo Galaxia Gutenberg, donde fue coordinada por Ignacio Echevarr¨ªa), publica hoy la ¡°docta casa¡± con el patrocinio de la Fundaci¨®n Aquae. De entre los ¨²ltimos t¨ªtulos de esa serie recomiendo vivamente el interesant¨ªsimo memorial Historia de los indios de la Nueva Espa?a, del franciscano Fray Toribio de Benavente (1482-1569), m¨¢s conocido por el apodo con el que le llamaban los indios (a los que defendi¨® con energ¨ªa) de Motolin¨ªa, que en lengua n¨¢huatl viene a significar ¡°el afligido¡±.
Ping¨¹inos
Al anterior palmar¨¦s de honor de colecciones de cl¨¢sicos viene ahora a a?adirse la serie Penguin Cl¨¢sicos, de Penguin Random House, que aterrizar¨¢ en librer¨ªas el pr¨®ximo 14 de mayo con una ?veintena! de novedades (ingleses isabelinos, espa?oles, griegos) y clara voluntad (un punto agresiva) de ponerse al frente del mercado en el segmento de cl¨¢sicos. Formato y dise?o copiados de los de la casa madre (Allen Lane fund¨® Penguin en 1937 y la serie de cl¨¢sicos en 1945), con una ilustraci¨®n a todo color en portada, fondos negros y lettering en naranja y blanco; aparentemente los lomos van fresados, no cosidos (lo que tambi¨¦n es el punto d¨¦bil de los Penguin brit¨¢nicos) y precios m¨¢s que asequibles para una serie que presume de calidad (tambi¨¦n en las traducciones) y que promete editar ¡°los mejores libros jam¨¢s escritos¡±: entre 6,95 y 13,95 euros. Para su desembarco con sirenas medi¨¢ticas en librer¨ªas, Penguin Random House ha dispuesto enormes expositores. En cuanto a m¨ª, tengo que decirles que los libros me resultan tan apetecibles que ganas me dan de tenerlos todos. Con un poco de suerte esta llegada masiva de ping¨¹inos contribuir¨¢ a animar un mercado que todav¨ªa (y a pesar de Due?as y P¨¦rez-Reverte) anda un poco marchito. Am¨¦n.
Chinoiserie
Aprovecho una estancia en Shangh¨¢i, el mayor escaparate de ese ins¨®lito invento chino (que ya quisieran para s¨ª algunos tycoons de Wall Street) que concilia el capitalismo m¨¢s salvaje con la represi¨®n ¡°comunista¡± de toda disidencia social, para visitar el museo de Lu Xun (1881-1936: el pr¨®ximo a?o se celebrar¨¢ a bombo y platillo el 80? aniversario de su muerte) y releer, en una vieja edici¨®n francesa adquirida sobre el terreno, La verdadera historia de Ah Q (1922), que Kailas ha publicado en espa?ol en un volumen que tambi¨¦n incluye el chejoviano relato Diario de un loco (1918). Del museo que los chinos han levantado en conmemoraci¨®n de su ¡°escritor nacional¡± ¡ªy no es el ¨²nico¡ª, s¨®lo les dir¨¦ que ya quisi¨¦ramos tener por aqu¨ª uno parecido dedicado a Cervantes. En cuanto a la novela, una s¨¢tira de la sociedad china de principios del novecientos en forma de biograf¨ªa ficticia del personaje que le da t¨ªtulo (y que, de paso, se convierte en una explicaci¨®n personal del fracaso de la Revoluci¨®n de 1911), me sigue pareciendo uno de los libros imprescindibles de la literatura del siglo XX, y un monumento al poder vivificador de la iron¨ªa literaria. A su lado, y en mi opini¨®n, palidece hasta esa otra obra maestra con fondo chino (en este caso, de la insurrecci¨®n de Shangh¨¢i en 1927) que es La condici¨®n humana (1933), de Andr¨¦ Malraux.
Maestro
El cine nos ha dado a sus cl¨¢sicos muy pronto. Uno de ellos ¡ªa estas alturas pocos lo dudan¡ª es Alfred Hitchcock (1899-1980). Leo a trompicones, entre la ida y la vuelta de un largo viaje con escalas, la nueva biograf¨ªa del ¡°mago del suspense¡± por Peter Ackroyd, que ya antes hab¨ªa escrito, entre muchas otras, las vidas de Dickens, Shakespeare, Eliot o Blake y la enorme ¡°biograf¨ªa¡± de Londres (Edhasa), la ciudad que vio nacer a Hitchcock (y a Chaplin, por cierto, otro de los biografiados por Ackroyd). Retengo de su Alfred Hitchcock (Chatto & Windus), entre otras muchas cosas interesantes, una frase del maestro que explica, quiz¨¢s, por qu¨¦ supo asustar tanto y tan bien a millones de espectadores, y cuyo sentido se remonta a su r¨ªgida educaci¨®n cat¨®lica: ¡°Siempre estuve aterrorizado por la polic¨ªa, por los padres jesuitas, por los castigos f¨ªsicos, por un mont¨®n de cosas: esa es la ra¨ªz de mi obra¡±. La bio s¨®lo tiene 288 p¨¢ginas y les aseguro que no aburre nada, incluyendo las partes en las que se trata la extra?a ¡°asexualidad¡± del sujeto. Si yo fuera un editor espa?ol intentar¨ªa hacerme con los derechos, suponiendo que a estas alturas sigan libres. De nada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.