Variaciones por (y sobre) Jorge Molder
Sujeto y objeto de toda su obra, el artista portugu¨¦s parte del autorretrato para rebasar los l¨ªmites de la fotograf¨ªa y adentrarse en el campo filos¨®fico
La fotograf¨ªa surgi¨® a mediados del siglo XIX como un experimento cient¨ªfico que permit¨ªa fijar objetivamente im¨¢genes de la realidad, pero inmediatamente se empez¨® a intuir en la magia del revelado cualidades art¨ªsticas y narrativas (pictorialismo) hasta convertirse en un arte aut¨®nomo. Sin embargo, no es hasta hace unos 50 a?os cuando la fotograf¨ªa logr¨® escapar de las p¨¢ginas del libro y la revista ilustrada para invadir el muro de la pintura y el espacio de la instalaci¨®n, lo que ha conducido a una positiva valoraci¨®n posmoderna del g¨¦nero que va m¨¢s all¨¢ de la apreciaci¨®n de las t¨¦cnicas y los recursos fotogr¨¢ficos, como demuestra nuevamente Jorge Molder (Lisboa, 1947) con unas obras que, partiendo del tradicional g¨¦nero del autorretrato, proponen nuevas posibilidades est¨¦ticas, ya que su obra, aunque se construye con im¨¢genes fotogr¨¢ficas, es algo m¨¢s que fotograf¨ªa. En sus trabajos ¨¦l es siempre el objeto y el sujeto, pero no se trata de meros autorretratos ya que su figura es utilizada como veh¨ªculo del que se sirve para indagar en algunas ideas filos¨®ficas y po¨¦ticas que emergen en la superficie del papel en forma de im¨¢genes visuales.
La figura, el rostro o las manos de Molder dejan de ser ¨¦l y se convierten en otras figuras y en otros rostros
Desde el punto de vista filos¨®fico, las obras de Molder est¨¢n relacionadas con la ontolog¨ªa y con la fenomenolog¨ªa, ya que tratan sobre el ser y c¨®mo este se hace presente, rozando entonces lo psicoanal¨ªtico y lo existencial. Sirvi¨¦ndose de su propia imagen, el artista establece categor¨ªas que se apoyan en analog¨ªas y relaciones que le permiten formar grupos y series de im¨¢genes con las que establece jerarqu¨ªas visuales y conceptuales.
Salta inmediatamente a la vista que la po¨¦tica de esas im¨¢genes se apoya en el mundo cinematogr¨¢fico, teatral y narrativo; sin embargo, tras esos primeros reconocimientos, el espectador se encuentra de frente con el h¨¢lito de la aut¨¦ntica poes¨ªa, con algo inefable que reh¨²ye las palabras pero no los conceptos, algo que no se nombra pero que se percibe y se siente. De la misma manera que algunas palabras escritas con intenci¨®n po¨¦tica parecen huir de los significados funcionales que les asigna el diccionario para volverse trascendentes, las im¨¢genes que se ven en las obras de Molder trascienden lo que reflejan para susurrar otros contenidos e interpretaciones.
Ante los ojos del espectador, la figura, el rostro o las manos de Jorge Molder dejan de ser ¨¦l y se convierten en otras figuras y en otros rostros: ajenos, vac¨ªos, distantes, grotescos o circunstanciales, seg¨²n los casos y seg¨²n la intenci¨®n po¨¦tica y narrativa que se les asigne. Para conseguirlo el artista estudia poses y compone actitudes, encuadres e iluminaciones, desarrollando la obra en series que presenta en formatos de gran tama?o, pero que premeditadamente eluden las vistosas formalizaciones con que se suele mostrar en la actualidad la fotograf¨ªa, es decir, prescindiendo de las aparatosas cajas de luz y de los revelados sobre satinadas superficies met¨¢licas. Por el contrario, estas obras, como los tradicionales grabados, est¨¢n estampadas sobre papel Arches, que es entintado con sucesivas veladuras que generan, desde su soberbia presencia f¨ªsica, una sensaci¨®n de estar ante aut¨¦nticas obras pl¨¢sticas que, con toda autoridad, se cuelgan compitiendo brillantemente en los tradicionales lares que eran propiedad de la pintura: los muros de la sala de exposici¨®n.
Jorge Molder. Rico pobre mendigo ladr¨®n. C¨ªrculo de Bellas Artes. Calle de Alcal¨¢, 42. Madrid. Hasta el 17 de mayo.
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