Cinco Esquinas: as¨ª naci¨® el t¨ªtulo de la nueva obra de Mario Vargas Llosa
Al escritor peruano se le resisti¨® el nombre hasta que visit¨® un barrio lime?o
Durante un a?o, Mario Vargas Llosa trabaj¨® en un archivo de word al que llam¨® nuevanovela.doc. Los t¨ªtulos de la novela, dice, le sirven para organizar la historia. Son un norte. Pero esta vez no ten¨ªa t¨ªtulo y nunca antes le hab¨ªa pasado. Ha escrito novelas que tuvieron hasta tres: La ciudad y los perros se llam¨® antes Los impostores y La morada del h¨¦roe. Tambi¨¦n ha escrito novelas que nacieron con el t¨ªtulo puesto, como La Casa Verde. Y t¨ªtulos que aparecieron con una imagen, como Conversaci¨®n en La Catedral,que surgi¨® en cuanto tuvo la idea del barcito que servir¨ªa de escenario a la conversaci¨®n que vertebra la obra.
Vargas Llosa no ten¨ªa t¨ªtulo y hace un par de semanas, sin saberlo, sali¨® a la calle a buscarlo. Parti¨® de su casa de Barranco, en Lima, con gafas de sol, un gorro que le tapaba media cara y una gabardina de aires detectivescos. La ruta que tomar¨ªa ese d¨ªa la hab¨ªa fijado, tambi¨¦n sin saberlo, en 1952.
Un recuerdo abri¨® la compuerta. Era la imagen de los ¨²nicos tres meses de bohemia que vivi¨® en su vida. Ten¨ªa 16 a?os y trabajaba como periodista en La Cr¨®nica. Algunas noches sal¨ªa del peri¨®dico con los amigos y se iban a la casa de un dibujante al que le gustaban los valses criollos. La casita humilde donde tocaban el caj¨®n y escuchaban y cantaban temas de Felipe Pinglo quedaba en Cinco esquinas. Ese recuerdo, que lo pudo asaltar mientras caminaba, escrib¨ªa o com¨ªa un yogur, lo acompa?¨® durante el d¨ªa y, luego, trasladado al papel se convirti¨® en el escenario donde pasan buena parte del d¨ªa dos de los personajes centrales de la (nueva) novela.
La ma?ana en la que segu¨ªa sin encontrar el t¨ªtulo fue a visitar este escenario y a contrastar su recuerdo con la realidad. Nadie lo reconoci¨®, salvo la se?ora que cuidaba autos en un corral¨®n. ¡°Usted no deber¨ªa estar aqu¨ª¡±, le dijo, ¡°este barrio es muy violento y solo estamos seguros los que vivimos aqu¨ª y nos conocemos¡±.
No le sorprendieron sus palabras. Encontr¨®, efectivamente, mucha inseguridad en el barrio, adem¨¢s de una decadencia irremediable. Las tiendas y casas enrejadas, personas deambulando semidesnudas, perros sin due?o, pandilleros y anuncios de espiritistas pegados en las paredes. ¡°Los mismos callejones y quintas parecen existir desde la ¨¦poca que yo era joven y se han ido deteriorando, llenando de basura y de una especie de subhumanidad, de gentes muy marginales que han abandonado las esperanzas¡±, recuerda en Madrid Vargas Llosa.
Pero lo que m¨¢s le impresion¨® fue la Quinta Heeren, una residencia muy elegante de la Lima del siglo XIX. ¡°Aqu¨ª estaban las embajadas de Jap¨®n, de Francia, de Estados Unidos. Todav¨ªa existen, pero est¨¢n totalmente en ruinas y habitadas por gallinazos. Cuando haces un peque?o ruido salen por las puertas y las ventanas las nubes de gallinazos que viven aqu¨ª¡±.
Le pareci¨® que este barrio empobrecido y ruinoso dentro de una Lima en pleno proceso de transformaci¨®n encajaba perfectamente en la vida de los dos personajes. ¡°Son periodistas que representan quiz¨¢s la forma m¨¢s degradada del periodismo, que es el periodismo de la chismograf¨ªa y del amarillismo. Es una novela que tiene que ver mucho con esa subcultura contempor¨¢nea y que es tan universal porque la comparten el mundo desarrollado y el subdesarrollado. Pr¨¢cticamente no hay cultura ni lengua que no tenga ese periodismo de la chismograf¨ªa y el esc¨¢ndalo. Que esta especie de lumpen period¨ªstico emerja de los muladares de las quintas miserables de Cinco esquinas tiene mucho sentido¡±.
Mientras caminaba por el barrio de Cinco esquinas no sab¨ªa todav¨ªa que estaba pisando, literalmente, el t¨ªtulo de su novela. Tendr¨ªa todav¨ªa que llegar a casa, visitar otras dos veces el barrio para seguir apoder¨¢ndose de las im¨¢genes que ir¨¢n vistiendo su novela, y esperar. ¡°Yo nunca tendr¨ªa una argumentaci¨®n para justificar el t¨ªtulo de una novela y, sin embargo, la intuici¨®n me dice cu¨¢ndo vale y cu¨¢ndo no vale. Tambi¨¦n me pasa con los nombres de los personajes. Pero es una cosa intuitiva, no es una cosa racional. Puedo inventar razones que no me convencer¨ªan ni a m¨ª mismo, pero s¨ª s¨¦ cu¨¢ndo el t¨ªtulo o el apodo de un personaje lo hace visible, le da consistencia, veracidad y cu¨¢ndo es una caricatura, una impostura o un disfraz¡±.
Una noche cenando con su esposa, Patricia, y su hija Morgana en un restaurante japon¨¦s en Lima, Vargas Llosa comparti¨® con ellas sus impresiones de la visita a Cinco esquinas y tuvo por primera vez la intuici¨®n de un t¨ªtulo. Pero no fue hasta llegar a Madrid que tuvo la certeza y sali¨® de su escritorio exultante, como si acabara de ganar la loter¨ªa. La titular¨ªa Cinco esquinas.
?Qu¨¦ hizo que por fin encontrara un orden y un sentido al universo que construye d¨ªa a d¨ªa? ?Fue el recuerdo de sus a?os de bohemia, una canci¨®n de Felipe Pinglo, la impresi¨®n que le causaron los gallinazos de la Quinta Heeren o la vida que poco a poco van cobrando los personajes? No podr¨ªa ser algo racional, como ¨¦l dice. Para saberlo, quiz¨¢s, tendr¨ªa que recurrir a uno de esos anuncios que vio en Cinco esquinas: ¡°Espiritista piurano. Atiende preferentemente de noche¡±.
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