Lo que cuesta regalar 14 millones
Un coleccionista logra donar 943 obras de arte al Ayuntamiento de Sevilla despu¨¦s de 15 a?os de negociaciones fallidas
Mariano Bellver, coleccionista de arte desde hace m¨¢s de medio siglo, ya no compra siguiendo sus impulsos. En 2000 decidi¨® donar sus tesoros a Sevilla, ciudad en la que reside desde 1940, y lo primero que hizo fue ¡°profesionalizar¡± su colecci¨®n libr¨¢ndose de todo aquello que no tuviese la calidad suficiente como para ser mostrado al p¨²blico. El empresario y propietario del colegio San Juan Bosco de Sevilla ha tenido que esperar 15 a?os para poder hacer un regalo a su ciudad. Un largo camino plagado de trompicones en el que, harto de lidiar con instituciones p¨²blicas y privadas, hasta pens¨® en subastar su colecci¨®n y donar la caja a obras de caridad. Al fin, la pasada semana, Mariano Bellver, que naci¨® en Bilbao en 1926 pero es ¡°m¨¢s andaluz que muchos andaluces¡±, firm¨® con el Ayuntamiento de Sevilla la donaci¨®n.
Aunque ecl¨¦ctica ¡ªtiene desde marfiles filipinos del siglo XVI hasta porcelanas de Meissen¡ª, el fuerte de la colecci¨®n es la pintura costumbrista de la escuela sevillana del siglo XIX que Bellver y su esposa, Dolores Mej¨ªas, han ido atesorando y cuidando como si de los hijos que no han tenido se tratara, porque as¨ª se refieren a las obras de arte que tapizan las paredes de su casa. Entre las 364 pinturas que el matrimonio ha regalado a Sevilla destacan una treintena de Jos¨¦ Garc¨ªa Ramos, varios lienzos de S¨¢nchez Perrier, dos grandes cuadros de Gonzalo Bilbao que presiden su enorme sal¨®n, delicadas acuarelas de Villegas Cordero, un paisaje veneciano de Jos¨¦ Jim¨¦nez Aranda¡ En total, entre pintura, escultura, cer¨¢mica y mobiliario, la donaci¨®n se compone de 943 obras valoradas en 14 millones de euros.
¡°En realidad, es un acto de ego¨ªsmo, porque yo quiero conservarla, pero como nadie puede llevarse nada al otro lado... Por lo menos de esta forma permanecer¨¢ unida y la podr¨¢n disfrutar los sevillanos¡±, confiesa Bellver, quien a sus 88 a?os goza de una envidiable salud y mejor memoria. ?El secreto? ¡°Ninguno, continuar trabajando. Sigo levant¨¢ndome a las siete de la ma?ana y a las ocho en punto estoy en el despacho del colegio¡±, afirma.
¡°Yo no quiero dinero, jam¨¢s he vendido un cuadro; pero s¨ª que los sevillanos puedan tener todo esto para siempre. Se disfruta m¨¢s entregando que recibiendo¡±, dice orgulloso en su casa de la plaza del Museo. Son 1.200 metros cuadrados atiborrados literalmente de obras de arte que Bellver, que hizo su fortuna en la d¨¦cada de los cincuenta con la compraventa de inmuebles, ha ido adquiriendo en subastas y anticuarios por el mundo. El ¨²nico espacio que queda libre en esta mansi¨®n de finales del siglo XVIII, ubicada justo frente al Museo de Bellas Artes, son las paredes del ascensor.
La firma del acuerdo tiene una cl¨¢usula ineludible y es que el pabell¨®n Real, el edificio de An¨ªbal Gonz¨¢lez destinado a albergar la colecci¨®n, abra sus puertas el 5 de diciembre de 2016, cuando Bellver cumpla 90 a?os. Pero antes, el Ayuntamiento tiene que realizar una reforma para rehabilitar el monumento, levantado en pleno parque de Mar¨ªa Luisa para la Exposici¨®n Iberoamericana de 1929, que le costar¨¢ tres millones de euros. ¡°Si no es as¨ª, no hay trato. Est¨¢ todo previsto. Incluso si me pasa algo antes de esa fecha, se mantendr¨¢ el acuerdo¡±, dice el empresario, quien durante estos 15 a?os de negociaciones infructuosas con la Junta de Andaluc¨ªa, el Ayuntamiento y varias entidades bancarias ha escuchado ofertas de todo tipo.
¡°Muchas ciudades se han interesado por albergar mi colecci¨®n, entre ellas Bilbao y M¨¢laga; incluso me ofrecieron llevarla a Azerbaijan, y dos casas de subastas [Christie¡¯s y Sotheby¡¯s] quer¨ªan compr¨¢rmelo todo para un se?or americano que iba a montar la casa tal y como la tenemos nosotros¡±, recuerda divertido Mariano Bellver, quien ya est¨¢ pensando qu¨¦ colgar¨¢ cuando se inaugure la colecci¨®n y sus tesoros abandonen su casa. ¡°Tengo unas cien obras m¨¢s, no creo que las paredes est¨¦n nunca desnudas¡±. Salvo las del ascensor, por ahora.
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