El d¨ªa m¨¢s largo de los toreros espa?oles
Un libro de Fern¨¢ndez Casado aborda el tema tab¨² de la tauromaquia en la Guerra Civil
Durante el alzamiento del 18 de julio de 1936, Sevilla era un cortijo de la aristocracia ganadera y del torero Jos¨¦ Garc¨ªa Carranza, Pepe el Algabe?o,amigo del general Queipo de Llano y de los capitanes africanistas que persegu¨ªan jornaleros con la ayuda de se?oritos y mayorales de pistola al cinto. Mientras las tropas moras y escuadrones de caballistas voluntarios alanceaban rojos por las marismas del Guadalquivir, en las plazas de la Espa?a republicana los morlacos sal¨ªan al ruedo con las siglas sindicales pintadas en el lomo, y hasta el alguacilillo saludaba al tendido pu?o en alto.
Jos¨¦ Ortega y Gasset escribi¨® que ¡°no puede comprender bien la historia de Espa?a quien no haya construido, con rigurosa construcci¨®n, la historia de las corridas de toros¡±. El empresario y editor Antonio Fern¨¢ndez Casado ha reconstruido la Espa?a que cambi¨® la taleguilla de seda por el mono de miliciano, y tambi¨¦n la del saludo a la romana y de Manolo Bienvenida, que escribi¨® en la muleta la arenga ¡°?Viva Espa?a!¡± y se abrazaba a ella durante el giro de las chicuelinas. Atrevi¨¦ndose con un tab¨², Fern¨¢ndez Casado, presidente del Club Cocherito de Bilbao, publica Garapullos por m¨¢useres. La fiesta de los toros durante la Guerra Civil (1936-1939) (editorial La C¨¢tedra Taurina).
El empresario y editor Antonio Fern¨¢ndez Casado ha reconstruido la Espa?a que cambi¨® la taleguilla de seda por el mono de miliciano, y tambi¨¦n la del saludo a la romana y de Manolo Bienvenida
Apenas se hab¨ªa profundizado sobre la tauromaquia de aquellos a?os porque los protagonistas silenciaron sus delitos en una contienda que convirti¨® las cuadrillas en brigadas y los cosos en presidios. ¡°La historia se repite: ahora los distintos partidos pol¨ªticos est¨¢n intentando utilizar la fiesta de los toros en funci¨®n de sus intereses coyunturales¡±, lamenta el autor.
En un mundo propio, pero sin serlo aparte, toreros y subalternos siguieron las pautas de toda la sociedad: la ruptura pol¨ªtica, el dilema, la adscripci¨®n ideol¨®gica, de grado o de fuerza, la exaltaci¨®n, la tibieza, y los cambios de chaqueta por convicci¨®n, oportunismo o necesidad, se?ala Manuel Montoro, catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
La mayor¨ªa permaneci¨® en la zona republicana, y el resto, en la nacional, pero ni unos ni otros pudieron elegir. ¡°Las aptitudes posteriores fueron diferentes¡±. Juan Belmonte fue franquista casi a la fuerza, el golpismo enalteci¨® hasta la iconograf¨ªa a Manuel Rodr¨ªguez, Manolete, el novillero republicano Melchor Rodr¨ªguez fue delegado de Prisiones, y el Bienvenida del galleo con el capote maldijo a Dolores Ib¨¢rruri, Pasionaria, en un brindis.
La historia se repite: ahora los distintos partidos pol¨ªticos est¨¢n intentando utilizar la fiesta de los toros en funci¨®n de sus intereses coyunturales¡±
Garapullos por m¨¢useres recuerda que el sindicalismo se radicaliz¨® con el alzamiento militar. Coexist¨ªan la Asociaci¨®n de Matadores de Toros y Novillos y la Uni¨®n Espa?ola de Picadores y Banderilleros. La ¨¦lite torera era de derechas, y la cuadrilla de izquierdas. Unos pocos espadas de segunda fila y cerca de mil subalternos se batieron por la Rep¨²blica. Las plazas de Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia cantaron el himno de Riego, y los tendidos de sombra de Sevilla, Salamanca y Pamplona acompa?aron la partitura del generalato faccioso. La periodista de The New York Times Virginia Cowles no entend¨ªa que 20.000 aficionados vibraran en Valencia pocas horas despu¨¦s de ser bombardeada. La lidia continu¨® durante la guerra, pero los diestros que pudieron empacaron los trastos rumbo a Portugal, Francia y Am¨¦rica.
El compromiso retuvo a muchos en las trincheras: banderilleros y picadores de UGT y la CNT se integraron en la Brigada de los Toreros, Luis Prados Litri II fue jefe de brigada; Miguel Palomino, comandante del Estado Mayor, y el grueso de la peonada taurina se bati¨® en la sierra madrile?a y Arag¨®n. Sobre el mono de las milicias populares, unos prendieron las estrellas de oficial y las franjas de sargento y cabo, y otros fueron cosidos a balazos. En una obra que llena un vac¨ªo hist¨®rico, Antonio Fern¨¢ndez Casado denuncia lo denunciable: los espadas y ganaderos asesinados en las cunetas de carreteras republicanas, y la criminalidad de conocidos prebostes taurinos en el bando franquista.
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