Los libros
La tele pasa de largo por los libros. Salvo excepciones honrosas, tiene que morirse o cometer un delito un escritor para que la parrilla se conmueva con un libro
No es cierto que a la gente le importen los libros, al menos no es cierto del todo. Ahora hay feria del libro en Madrid, la m¨¢s grande del mundo de habla espa?ola, como decimos aqu¨ª. ?Alg¨²n especial en la tele? ?Alg¨²n programa se somete a la actualidad de los libros porque estos viven su fiesta? No, seguiremos escuchando hablar del hundimiento nacional.
Ayer apareci¨® la Reina por la Feria del Libro de Madrid. La Reina madre, quiero decir. Detr¨¢s ven¨ªan autoridades y personas piadosas, y al lado estaban, infatigables, Pilar Gallego, Nani Valverde, Teodoro Sacrist¨¢n, que son el tr¨ªo de la bencina que anima la feria como si fuera un nieto. Junto a ellos, muy cerca, las c¨¢maras de televisi¨®n, los fot¨®grafos, el mundo medi¨¢tico que ten¨ªa que dar cauce a la noticia: do?a Sof¨ªa recorre la feria. Esas im¨¢genes saltaron en seguida a las televisiones y a las redes sociales, y estar¨¢n en los peri¨®dicos. Do?a Sof¨ªa se llev¨® libros; antes los periodistas anot¨¢bamos los t¨ªtulos, y las editoriales consegu¨ªan vender mucho m¨¢s de aquello que se llevaba cada autoridad del reino a la que tocaba protagonizar el desfile.
Una vez, cuando boqueaba la feria, a mediados de junio, Susan Sontag se aburr¨ªa delante de su ¨²ltima novela hasta que apareci¨® do?a Sof¨ªa, precisamente; como la novela iba de Grecia y la entonces reina reinante es griega, la escritora y la primera dama estuvieron hablando como si se conocieran de toda la vida. El resultado fue un aumento ins¨®lito de ventas de El amante del volc¨¢n, aquella novela de Susan Sontag.
Ahora ya no son as¨ª las cosas: los reyes o los pr¨ªncipes pasan, los t¨ªtulos se anotan, pero ahora si esos t¨ªtulos no se pican con un estilete en la piedra de las redes nadie se entera de lo que se llev¨® nadie de la feria. Adem¨¢s, la tele pasa de largo por los libros. Salvo excepciones honrosas, tiene que morirse o cometer un delito un escritor para que la parrilla se conmueva con un libro. Ni aunque lo compre la Reina.
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