Damien Rice, todo lo dem¨¢s es silencio
El m¨²sico irland¨¦s, ataviado solo con su guitarra, deslumbra con su folk volc¨¢nico
A veces, suceden acontecimientos extraordinarios justo delante de nuestros ojos pero no reparamos en ellos. A Damien Rice, desaparecido durante mucho tiempo de la vida p¨²blica, le preguntaron por qu¨¦ se hab¨ªa refugiado en Islandia para grabar su ¨²ltimo disco y respondi¨® que le maravill¨® saber que en tierras tan g¨¦lidas, caracterizadas por algunos de sus glaciares, existen r¨ªos de aguas calientes. Anoche, el m¨²sico irland¨¦s, ataviado solo con su guitarra, se convirti¨® en todo un acontecimiento extraordinario para un Primavera Sound de una oferta inabarcable, incluso para un pa¨ªs que le recib¨ªa por primera vez en m¨¢s de una d¨¦cada de carrera.
Como un volc¨¢n, haciendo hervir las emociones, Rice, solo en el escenario, enmudeci¨® a la multitud sobre la gran explanada a medida que anochec¨ªa. Pod¨ªa haber sido una propuesta atrevida de un cantautor con talento, pero aquello fue como ver y escuchar a una fuerza de la naturaleza. Hab¨ªa que frotarse los ojos o dejar de parpadear mientras su folk-rock se expand¨ªa sin detenerse. Con los pies clavados y transmitiendo una seguridad en s¨ª mismo deslumbrante, era como si Rice se hubiese prometido que no se mover¨ªa hasta que sus acordes y su visceral voz consiguiesen convertir ese gigantesco coso, al que el mar resguarda, en el sal¨®n de su caba?a en Islandia o donde quiera que se ha escondido en este tiempo en el que compuso un ¨¢lbum tan sobresaliente como My favorite faded fantasy, del que sonaron con deliciosa armon¨ªa y empaque I don¡¯t want to change you, It takes a lot to man o la canci¨®n que da t¨ªtulo al disco. Iluminado por un solo foco o unas t¨ªmidas l¨¢mparas, su figurita amarilla concentraba la atenci¨®n sobre el inmenso negro del escenario mientras golpeaba su guitarra con la mano o rasgaba las cuerdas con los ojos cerrados.
Con su camiseta ra¨ªda, su barba desatendida y su guitarra rasgada, era como si Rice fuera ese tipo que deambula por la calle sin dormir en tres d¨ªas ni direcci¨®n fija, buscando unas monedas para tirar una noche m¨¢s. Pero era solo la apariencia porque se trata de un trovador de perfecto rumbo, que transita el mismo camino de Cat Stevens o Nick Drake pero auspiciado por un esp¨ªritu rock indescriptible. No hay un temperamento igual en el folk actual. Se trata de un artista may¨²sculo, hiperb¨®lico, que se sobrepuso a las deficiencias de sonido del escenario Primavera, que consigui¨® que le acompa?asen los coros del p¨²blico o que Delicate gozase de toda su magia ¨ªntima y confesional, impactante gracias a su voz plena, nost¨¢lgica, poderosa en sus trances, abarcando todo el escenario.
Minutos despu¨¦s de que Patti Smith acabase su concierto en otro escenario, haciendo referencia al poder de la m¨²sica y al de la gente, dando igual de la generaci¨®n que fuesen, Rice, absorbido en su propia filosof¨ªa art¨ªstica, entregado en cuerpo y alma a su baile de demonios y musas, de asuntos pendientes y recuerdos, impregnado de una belleza tan melanc¨®lica como inalcanzable para tantos cantautores de su quinta y de un par m¨¢s, hizo que el caudal de su m¨²sica hirviese a la m¨¢xima temperatura en la ¨²ltima canci¨®n de la noche. Con una caja grabadora que iba reproduciendo su voz, sus guitarras, sus percusiones o sus alaridos, el m¨²sico pareci¨® multiplicarse, como si el volc¨¢n entrase en divina erupci¨®n, al reunir en su fuego a los ancestros del folk con una nueva aventura del rock moderno. Era un acontecimiento extraordinario, como esos r¨ªos de aguas calientes en mitad del fr¨ªo. Era Damien Rice. Y todo lo dem¨¢s era silencio.
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