Poder femenino y gargantas que riman
Patti Smith, el punk de Sleater-Kinney y el hip hop m¨¢s abstracto mandan en la segunda jornada del Primavera Sound
Ellas marcaron el paso. En realidad ella, la m¨¢s mayor, la veterana, la que presuntamente tendr¨ªa que haberse desgastado con el tiempo, perdido el filo, mellado por los sinsabores. Pues no. Compitiendo en luz con el sol que entonces declinaba Patti Smith se convirti¨® en la reina del F¨®rum mediante la a priori peligrosa y arriesgada tarea de recuperar un disco, el Horses con el que ella ense?¨® los colmillos all¨¢ por 1975. Ha llovido mucho y cab¨ªa conjeturar que nada seguir¨ªa igual, craso error tras contemplar la fiereza con la que Patti defendi¨® no ya su legado, sino su rabiosa y vigente actualidad. Por su parte otras mujeres, Sleater-Kinney triunfaron poco despu¨¦s en ese mismo escenario, aunque ante bastante menos gente y quiz¨¢s menos emocionada, mientras que las rimas de Run The Jewells y Shabazz Palaces impusieron el peso del hip-hop en una programaci¨®n que bebi¨® de sus propias ra¨ªces con la exitosa actuaci¨®n de Belle And Sebastian.
Como en botica. Para todos los gustos. Era el segundo d¨ªa de festival. Recuperar un disco que tiene 35 a?os no parece tener mucho sentido art¨ªstico, no porque el disco lo haya perdido, sino porque sus canciones en bloque ya no forman parte del presente de la artista que se hizo famosa con ¨¦l. Otra cosa es que comercialmente la idea tenga sentido, un recuperar el pasado como si ¨¦ste fuese recuperable y no algo que s¨®lo pueden retener aquellos que lo vivieron, que en realidad es una de las caracter¨ªsticas del pasado. Y si no haber nacido antes. Por eso podr¨ªa haber dudas de c¨®mo Patti se enfrentar¨ªa con su juventud, habida cuenta, adem¨¢s, que el a?o pasado Televisi¨®n naufragaron recuperando su celeb¨¦rrimo Marquee Moon.
Desde luego, lo de Patti fue otra cosa. De entrada, y rompiendo una tradici¨®n que se remonta a cuando ella no ten¨ªa el cabello n¨ªveo sino negro azabache, ¡°Gloria¡± son¨® como primera pieza y no como ¨²ltima, manteniendo as¨ª el orden del disco que recuperaba en su integridad. Y desde el comienzo qued¨® muy atente que Patti se cre¨ªa lo que estaba cantando, no s¨®lo por el contenido de sus canciones, sino por su sentido, por ser herramientas de lucha contra los mismos poderes que ella misma cuestion¨® en los setenta y que sigui¨® cuestionando en el F¨®rum, derretido ante la estrella que sigue escupiendo en el suelo como una marca de su personalidad. Hubo momentos para el recuerdo, como por ejemplo cuando record¨® que Break Up estaba dedicada a Jim Morrison, instante en el p¨²blico salud¨® a sus propios mitos, lista luego ampliada con Jimi Hendrix o Lou Reed, algunos de los que ya est¨¢n en el pante¨®n. Y s¨ª, hab¨ªa personal que viv¨ªa una nostalgia de hechos no vividos, pues en el 75 pod¨ªan estar, en todo caso, escuchando a Gaby y Fof¨®, pero se notaba que otros, los canosos, sent¨ªan que se quitaban a?os de encima, o quiz¨¢s se los echaban, al rememorar aquellos lejanos setenta. Recordando que el futuro no estaba en ella sino en los que estaban delante de ella, Patti firm¨® una actuaci¨®n cre¨ªble y fiera propia de una mujer que no ha perdido ni la dentadura ni las ganas de morder.
Otras mujeres que mordieron fueron Sleater-Kinney con su punk mel¨®dico, gritado airosamente y redondeado con estribillos que si no fuese por la mala leche con la que eran gritados podr¨ªan ser pop. Tirando tanto de canciones nuevas de su disco de reaparici¨®n como Price Tag, Flangess o No Cities To Love, y de temas del fondo de su discograf¨ªa, el tr¨ªo, eventualmente cuarteto en algunas canciones, protagoniz¨® una actuaci¨®n tersa y contagiosa que evidenci¨® que para morder no hace falta salir despeinada a escena. Ellas gritaron con tacones y vestiditos, lo que aument¨® la pegada de un cancionero contagioso. Y por cierto, antes de cantar What¡¯s Mine Is Yours afirmaron haber rejuvenecido con Patti y su concierto.
Entre Patti Smith y Sleater-Kinney actuaron Belle And Sebastian, una banda en las ant¨ªpodas de las artistas antedichas. Al grupo escoc¨¦s o le adoptas y acunas amorosa y primorosamente o le arreas un cachete para que dejen de llorar por haber tirado un vaso de leche, no hay punto intermedio. Representan con tan nitidez el esp¨ªritu indie primigenio que parece que pod¨ªan haber sido mariposas, fr¨¢giles, coloristas y livianas. Pero al margen de ser blanco de chistes f¨¢ciles, los escoceses hicieron un concierto impecable, acentuado con trazos bailables procedente de su ¨²ltimo disco, expresados n¨ªtidamente en temas como The Party Line. Como no pod¨ªa ser de otra manera, The Boy With The Arab Strap y Getr Me Away I¡¯m Daying marcaron uno de los puntos ¨¢lgidos de la noche, en la que protagonizaron una de las actuaciones m¨¢s multitudinarias. Por lo que hace a la palabra rimada, baste decir que fue otra de las protagonistas de esta segunda jornada del Primavera.
La palma se la llevaron Run The Jewells, un d¨²o formado por Killer Mike, un negrazo tama?o armario ropero con una voz descomunal y El-P, un blanquito no precisamente delgado que dado el calibre de su compa?ero parec¨ªa poco m¨¢s que una mesilla. Con bases muy el¨¢sticas; es decir, bajos que evocar¨ªan el sonido de una pelota de baloncesto rebotando en una cama el¨¢stica ¨Cp¨®ngase un poco de imaginaci¨®n¡.doing doing- las rimas del d¨²o fructificaron en un contexto completamente electr¨®nico que explot¨® con piezas como Oh My Darling Don¡¯t Cry. Y nada que ver con el hip-hop tradicional de ritmos cuadrados, algo extensible a Shabbaz Palaces, otro d¨²o, este a¨²n m¨¢s extra?o, que con percusi¨®n y bases huidizas e impredecibles protagonizaron otro estupendo concierto de hip-hop fuera de los m¨¢rgenes. El Primavera a¨²n ten¨ªa m¨¢s ofertas, pero ya rayar¨ªan con las ¨²ltimas horas de oscuridad. En esta ciudad musical, s¨®lo por la ma?ana hay silencio.
Babelia
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