El amor sin l¨ªmites de Vicente Aleixandre por Miguel Hern¨¢ndez
La edici¨®n de cartas in¨¦ditas del Nobel espa?ol obliga a mirar su obra po¨¦tica con otra luz
M¨¢s de medio siglo estuvo oculto en la oscuridad de un ba¨²l de haya el amor especial de Vicente Aleixandre por Miguel Hern¨¢ndez.
Todo empez¨® con una carta en una primavera como esta, hace ya 80 a?os. La amistad de dos de los grandes poetas espa?oles del siglo XX que parecen eternizados en esquinas opuestas de la vida, la literatura y en el imaginario de la gente, pero que proceden del mismo punto al estar interesados en los secretos del amor y la muerte y reconocer que ¡°son dos caras de la misma moneda¡±. Estaban, est¨¢n, unidos por la belleza de descubrir en su vida y poes¨ªa lo que une al amor y la muerte.
De eso est¨¢n hechos, y eso son, Aleixandre (1898-1984) y Hern¨¢ndez (1910-1942). Un Vicente Aleixandre generoso que sinti¨® un amor embelesado y sin l¨ªmites por el poeta de Orihuela que no se conoc¨ªa hasta hoy, y al que llamaba ¡°Miguelillo de mi coraz¨®n¡±,
Esa bella y secreta oscuridad es iluminada en un legado ¨²nico: De Nobel a novel. Epistolario in¨¦dito de Vicente Aleixandre a Miguel Hern¨¢ndez y Josefina Manresa (Espasa), en edici¨®n de Jesucristo Riquelme. Hace a?o y medio se dio noticia de esta correspondencia al ser adquirida por la diputaci¨®n de Ja¨¦n. Son 309 cartas escritas del pu?o y letra de Aleixandre, 26 de las cuales son a Hern¨¢ndez, entre 1935 y 1938, y el resto a su esposa Josefina Manresa, hasta el a?o de su muerte en 1984.
640 p¨¢ginas que sit¨²an y fijan la relaci¨®n de amigos, hermanos, confidentes, c¨®mplices y gu¨ªas literarios entre ambos poetas. Uno maestro entonces, el otro aprendiz y disc¨ªpulo. Uno protector y gu¨ªa, el otro joven descubridor del mundo. Uno destinado a ser Nobel de Literatura, el otro a ser amado por el pueblo. Aleixandre en discreta presencia durante el t¨²nel del franquismo, Hern¨¢ndez muerto en la c¨¢rcel al comienzo de esa oscuridad y silenciado por ella; y Aleixandre velando para que esa llama po¨¦tica no se apagara.
No es solo un estudio preliminar que entrelaza lo personal con lo literario, sino que cada carta va acompa?ada de un pie de p¨¢gina exhaustivo. Doctor en Filolog¨ªa, catedr¨¢tico de Lengua y Literatura de Espa?a y autor de obras como Miguel Hern¨¢ndez, un poeta del amor, la libertad y la juventud, Riquelme se asoma en la vida y sentimientos de Aleixandre y su anhelo de protecci¨®n. Cartas con pasajes cotidianos, literarios y gritos apagados. Un amor sublimado que luego habr¨¢ de proyectarse en la protecci¨®n y asesor¨ªa a la viuda de Hern¨¢ndez, su hijo Manuel Miguel y sus nietos.
Cuatro meses despu¨¦s de aquel encuentro que los poetas tienen en Madrid, en 1935, Aleixandre escribe: ¡°Me alegr¨® mucho tu carta. Qu¨¦ bocanada de tu caliente tierra; qu¨¦ chirriar de chicharras y qu¨¦ frescura de r¨ªo, y qu¨¦ oreo de piel mojada me trajo tu carta. Miguel, Miguel, yo aqu¨ª estoy solo¡±.
Cartas de letra clara y muy espaciada, que ¡°permite conocer el inmenso cari?o que ten¨ªa mi t¨ªo a Miguel Hern¨¢ndez y Hern¨¢ndez un cari?o extraordinario por ¨¦l¡±, dice Amaya Aleixandre, sobrina del Nobel espa?ol y albacea de su legado. ¡°La gente¡±, explica, ¡°a veces, siente hacia algunas personas algo superior a lo esperado, un sentimiento que lo sorprende. Mi t¨ªo tuvo en Miguel Hern¨¢ndez un amor muy especial. La amistad en s¨ª misma la consideraba un valor extraordinario. No creo que haya sido un sentimiento de homosexualidad. Cuando queremos a alguien lo queremos sin l¨ªmite, con naturalidad. Era un amor paternal con una necesidad de protecci¨®n hacia un poeta joven y bueno reci¨¦n llegado. La categor¨ªa de Miguel Hern¨¢ndez le cal¨® desde el comienzo¡±.
Es la amistad con alma. Un amor. Otro amor sin temores ni fantasmas. ¡°Aleixandre sinti¨® desde el primer encuentro una fuerte atracci¨®n por Hern¨¢ndez: un flechazo sentimental debido, entre otras causas, al don de gentes y la bonhom¨ªa del oriolano, a su simpat¨ªa, a su respeto y a sus ansias de ser un buen escritor¡±, explica Riquelme. ¡°En las cartas de Aleixandre a Hern¨¢ndez se aprecia un sentimiento amoroso que cuaj¨® en una relaci¨®n que sublim¨® la amistad. Lleg¨® a confesarle su dolorosa soledad y su desaliento por no poder declarar y disfrutar del amor libremente¡±, contin¨²a el experto. Tal vez, agrega, lo m¨¢s relevante de sus confidencias estribe en que proporciona la clave para comprender mejor su poes¨ªa inicial, ¡°en especial La destrucci¨®n o el amor y su anterior Espadas como labios: Miguel Hern¨¢ndez por un lado, pero tambi¨¦n Lorca o Cernuda estaban en el secreto de los sentimientos que pregonaba el primer Aleixandre¡±.
Como ese que abre La destrucci¨®n o el amor, que empieza as¨ª:
"Cuerpo feliz que fluye entre mis manos,
rostro amado donde contemplo el mundo,
donde graciosos p¨¢jaros se copian fugitivos,
volando a la regi¨®n donde nada se olvida.
Tu forma externa, diamante o rub¨ª duro,
Afinidades pol¨ªticas y po¨¦ticas
1. Posici¨®n ideol¨®gica de Aleixandre contra los golpistas, en favor de la democracia y la rep¨²blica: Reflexiones sobre el exilio interior y sobre la imposibilidad f¨ªsica de participaci¨®n en el conflicto b¨¦lico por la "mala salud de hierro" de Aleixandre.
2. Afinidades po¨¦ticas como trasfondo: "nosotros, los poetas activos" (dice Aleixandre a Miguel Hern¨¢ndez, MH). Es gu¨ªa y escuchador de otros poetas j¨®venes: Antonio Aparicio, Francisco Giner de los R¨ªos, o m¨¢s avezados como D¨¢maso Alonso, MH... Alienta la obra de MH, y no olvida su teatro, sabedor de que con el teatro se pod¨ªa ganar mejor el sustento de su vida.
3. Se desenmascaran mitos antialeixandrinos como el de difundir err¨®nea y malintencionadamente la concesi¨®n del premio de poes¨ªa Francisco Franco en 1949. Nunca recibi¨® dicho premio.
4. Aleixandre se define como poeta que canta y grita sobre la libertad y se regodea en ese "estar en el secreto" de las cosas ¨ªntimas de sus vidas: conecta con Lorca, con MH..., lucha contra la hipocres¨ªa social que termin¨® aisl¨¢ndolo en sus m¨¢s profundos pesares sentimentales.
5. Aleixandre prest¨® auxilio moral, alimentario, econ¨®mico y, tras la muerte de MH, editorial a MH. Muchos amigos acomodados de Aleixandre entregaron dinero no s¨®lo a MH sino tambi¨¦n a Josefina Manresa (y a su hijo) cuando MH hab¨ªa fallecido: "lo murieron".
De las cartas a Josefina, se pueden destacar dos aspectos:
1. La ayuda y el apoyo emocional y econ¨®mico a Josefina Manresa (y su hijo).? La precariedad de Josefina se aprecia en estos detalles: sellos para que respondiera y borradores de Josefina escritos en sobres y papeles cuarteados y rasgados...
2. Aleixandre es el verdadero velador, protector y "encumbrador" de lo que hoy conocemos como ese Miguel Hern¨¢ndez popular y universal. Apoyado en sus amigos Jos¨¦ Luis Cano y Leopoldo de Luis, junto a tr¨¢mites de D¨¢maso Alonso, Aleixandre se erige en el asesor literario de Josefina Manresa: recopila y acopia textos dispersos e in¨¦ditos de MH, rescata y recupera esa obra y, mediante la fijaci¨®n de textos, va conformando la pretendida obra completa de MH.
brillo de un sol que entre mis manos deslumbra,
cr¨¢ter que me convoca con su m¨²sica ¨ªntima, con esa
indescifrable llamada de tus dientes.
Muero porque me arrojo, porque quiero morir,
porque quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es m¨ªo, sino el caliente aliento
que si me acerco quema y dora mis labios desde un fondo. (...)".
Para quienes viven envueltos de tanta poes¨ªa el amor es todo lo que desprenden, seg¨²n Luc¨ªa Izquierdo, nuera de Hern¨¢ndez. Todo en ella es agradecimiento. Cuenta que en su familia siempre entendieron ese cari?o porque Aleixandre quer¨ªa protegerlo a ¨¦l y a su familia: ¡°Para nosotros el amor es a las personas. Cuando se trata de querer con el coraz¨®n y el alma no se da uno cuenta si es hombre o mujer¡±.
En las cartas se siente el palpitar de la vida, de unos sentimientos de naturaleza aut¨®noma y an¨¢rquica que lo trastocan todo con irrefrenable felicidad y nobleza.
Nacieron aquella primavera del 35. Un Miguel Hern¨¢ndez de 24 a?os quiere leer el reci¨¦n premiado La destrucci¨®n o el amor, de Aleixandre. Sin conocerlo, le env¨ªa una carta. Le pregunta si puede darle un ejemplar. Le escribe "en papel basto y l¨ªneas apretadas, escritas con una letra rodada y en¨¦rgica", que firm¨® como "Miguel Hern¨¢ndez / pastor de Orihuela". La carta se perdi¨®, pero no su sentido en la memoria de Aleixandre.
El poeta sevillano lo recibe en su casa madrile?a de Velintonia, 3, y le presta un poemario. Se vuelve a saber de ellos en mayo de ese mismo a?o cuando Aleixandre recibe un homenaje por aquella obra premiada y en una fotograf¨ªa en la que aparece en el centro, rodeado de otros poetas, se ve c¨®mo a la izquierda de la imagen alcanza a entrar un Miguel Hern¨¢ndez de perfil.
Silencio. Es hasta el 27 de julio del mismo a?o cuando aparece ya la primera carta de Aleixandre, desde Miraflores de la Sierra: ¡°Mi querido Miguel: me acuerdo mucho de ti, de nuestras buenas tardes y de esa como reverberaci¨®n de la tierra que metes en las habitaciones (¡) Si ves a tu novia (?ay!), cu¨¦ntame de ella y de ti, si no te es penoso. Cuando pienso en ella, me da pena. No me parece tu novia, pero s¨¦ que ella sufrir¨¢, hasta que el sentimiento se le deshaga en la ausencia y en el olvido¡±.
Y hablan de sus actividades, de literatura, de la vida, de poes¨ªa y cuando los versos de Aleixandre se hacen menos c¨®smicos y m¨¢s terru?eros, Hern¨¢ndez se siente m¨¢s pr¨®ximo: "el amor como fuerza c¨®smica y el cosmos como fuerza creadora. Lo plasma en sus odas como imitaci¨®n, pero el pante¨ªsmo es un rasgo del Hern¨¢ndez m¨¢s juvenil", explica Riquelme.
Sus vidas siguen, y el 24 de julio de 1937, Aleixandre lo describe: "...?l, rudo de cuerpo pose¨ªa la infinita delicadeza de los que tienen el alma no solo vidente, sino benevolente. Su planta en la tierra no era la del ¨¢rbol que da sombra y refresca. Porque su calidad humana pod¨ªa m¨¢s que todo su parentesco, tan hermoso, con la naturaleza. // Era confiado y no guardaba da?o. Cre¨ªa en los hombres y esperaba en ellos".
Durante el encarcelamiento a Miguel Hern¨¢ndez, Aleixandre es la gran figura tutelar, la persona m¨¢s pr¨®xima, asegura Riquelme: "Su ayuda fue moral, alimentaria, econ¨®mica, y una vez fallecido, tambi¨¦n editorial".
En la familia de Hern¨¢ndez solo tienen palabras de afecto y agradecimiento para Aleixandre. ¡°Proyect¨® su cari?o en Josefina, su hijo Miguel y sus nietos", recuerda Luc¨ªa Izquierdo. Cuando Manuel Miguel, su marido vivi¨® unos a?os en Madrid, iba casi todos los d¨ªas a comer con ¨¦l. Un mes y medio antes de morir, Aleixandre le pidi¨® a ella que fuera a verlo con sus hijos, que eran como sus nietos: "Cuando se quiere con el alma, ese querer no se olvida. No se acaba. Trasciende hacia los seres m¨¢s queridos¡±.
En septiembre de 1936, ya iniciada la Guerra Civil, Aleixandre le dice: "Miguelillo, c¨®mo sabes sorber como un gigante, como un hombre, toda forma de poes¨ªa. Ay, poeta, qu¨¦ l¨ªnea tan clara viene de tu sangre cuando me hablas. Qu¨¦ bien te siento. En fin, Miguel, ya ves, quedamos en que se dan gritos de amor o gritos de muerte. A veces pienso si estos gritos unidos, en m¨ª, ser¨¢n consecuencia de que yo no he sido totalmente feliz en casi ning¨²n amor".
Aleixandre nunca se olvida de la calidad po¨¦tica de Hern¨¢ndez y aventura su porvenir en diciembre de 1937: "Es el segundo libro que publicas desde que nos conocemos. Te voy viendo crecer y d¨¢ndome alegr¨ªa. Como todo poeta verdadero, ser¨¢s discutido. La envidia, triste flor de todas las edades, procurar¨¢ hincarte el diente, aunque se lo melle. Fatalmente hay que contar contigo, y esto algunos no podr¨¢n perdon¨¢rtelo".
Secretos, cartas que Josefina Manresa guardaba en un ba¨²l de haya, en una de las cuales Aleixandre le dice a Hern¨¢ndez: ¡°La amistad, sentimiento m¨¢s modesto, pero no menos verdadero, reclama no dir¨¦ sus derechos, pero s¨ª sus¡ aspiraciones: entra en tu cuarto, revuelve el aire, hace constar su presencia. Miguel, Miguelillo, existo, existimos¡±.
** Esa memoria, esa amistad, ser¨¢ recordada el viernes 19 de junio bajo el t¨ªtulo Miguel Hern¨¢ndez vuelve a Velintonia. Una velada que contar¨¢ con medio centenar de poetas y artistas.
"Mi coraz¨®n tiene un saldo en contra, una ternura en el vac¨ªo"
[Miraflores de la Sierra] 1 de septiembre [1936][1]
Mi querido Miguel: me ha impresionado mucho la desgracia que aflige a tu Josefina y a los suyos, y con ella a ti. Me ha dado mucha compasi¨®n. Siempre es terrible perder a un padre querido, pero perderlo as¨ª tiene que serlo mucho m¨¢s, mucho m¨¢s penoso y trist¨ªsimo, con una angustia y un dolor que dejan casi [estu[pe]factos].[2] Y luego ese problema de tener que seguir viviendo; el problema material de subsistir sin medios para ello. T¨², con tu gran coraz¨®n, sufres por ellos y para ellos y te llenas de preocupaci¨®n. Ayer habl¨¦ mucho de ti con Francisco Giner, de tus problemas, y le dije que a ver si pod¨ªa hacer su padre algo en cuanto a empleos por ti. Le dije lo que hac¨ªas en Espasa-Calpe y que tu trabajo era temporal y terminar¨ªa pronto. Francisco es bueno y te admira, y se interes¨® mucho, y cree que quiz¨¢ su padre pueda hacer por ti si sigue de ministro[3]. Se le ocurri¨®, improvisando (su padre es amigo de Olarra[4]), ver si el ministro se interesaba cerca del gerente[5] de Espasa para que pases a funcionario fijo. [6] Cuando regresemos todos a Madrid ser¨¢ el momento de ver qu¨¦ puede hacerse por su parte. T¨² ve pensando, y, si se te ocurre algo, cuando all¨ª te entrevistes (conmigo) con Francisco, se lo dices. Todo esto todav¨ªa no es nada, de modo que no nos alegremos prematuramente. Pero t¨² ve pensando. Francisco estoy seguro de que hablar¨¢ a su padre, cuando llegue el momento, con todo el cari?o. Claro que hay que esperar a que pase esta guerra que sufre Espa?a. Esperemos que no tarde mucho.
Me alegro [de] que te gustara el poema. No, no era desconfianza para el lector (?c¨®mo iba a serlo, siendo el lector t¨²?): mis explicaciones no lo eran: eran deseo, gusto de comunicaci¨®n contigo sobre ¨¦l.[7] Como si hubi¨¦ramos charlado all¨¢ en Velintonia. Miguelillo, c¨®mo sabes sorber como un gigante, como un hombre, toda forma de poes¨ªa.[8] Ay, poeta, qu¨¦ l¨ªnea tan clara viene de tu sangre cuando me hablas. Qu¨¦ bien te siento. En fin, Miguel, ya ves, quedamos en que se dan gritos de amor o gritos de muerte. A veces pienso si estos gritos unidos, en m¨ª, ser¨¢n consecuencia de que yo no he sido totalmente feliz en casi ning¨²n amor. He sufrido en el amor, pasando r¨¢pidamente de gloria a infierno, y viceversa, sin transici¨®n. Porque no me han querido nunca como yo he querido; aunque me hayan querido, nunca, ay, supieron quererme como mi coraz¨®n ped¨ªa. Solo una vez me quisieron as¨ª, con locura, con desatino, con frenes¨ª... y entonces yo no quer¨ªa. Ya ves. Otra vez quise de ese modo y fui querido lo mismo (es la ¨²nica), y el fin fue tr¨¢gico, de un modo que dej¨® huella en m¨ª para mientras viviera.[9]
De modo que mi coraz¨®n tiene un saldo en contra, una ternura en el vac¨ªo, y ha trabajado para el aire, para el polvo. Quiz¨¢ por eso no est¨¢ gastado por otra parte, y vive y canta con el robusto anhelo de una juventud que para ¨¦l no veo cu¨¢ndo acabe. Creo que cuando muera. Porque me parece que ser¨¢ joven hasta la tumba. Desde un comienzo supo que el amor y la muerte son como dos caras de la misma misteriosa presencia, y que el amor, tan arrebatador, tan inaprensible, es como la delicada y m¨¢gica apariencia del ¨²ltimo contacto, disoluci¨®n en la uni¨®n para siempre. En algunos sitios, al momento del ¨²ltimo goce f¨ªsico en brazos del amor le llaman ¡°la muerte chiquita¡±. F¨ªjate qu¨¦ maravilla: ?la muerte chiquita! Y eso es: porque es el aniquilamiento moment¨¢neo sobre un cuerpo que mata. Y qu¨¦ pena despertar, resucitar, para esa otra clase de muerte: la muerte vulgar de cada minuto. Pero, en fin, de todo se hace nuestra vida y no hay que renegar de nada.
Todo esto a prop¨®sito de un poema. Para que veas, que no son explicaciones, sino af¨¢n de comunicaci¨®n contigo. Como la poes¨ªa est¨¢ tan unida a la vida, hablar de una es hablar de la otra.[10] Y no es que yo piense en los incidentes concretos de mi vida cuando escribo. Es la mano de un hombre la que escribe, y lo que apetece al hombre poeta es que su poes¨ªa no sea suya solo, sino de otros hombres, otros que amaron y sufrieron, y que al o¨ªr la poes¨ªa digan algo que es suyo, como de otros, otros que amaron y sufrieron como ellos, antes que ellos, despu¨¦s que ellos...
T¨² sabes de esto como yo. Tu coraz¨®n es de carne, y hay en la vena de tu poes¨ªa un latido que es comuni¨®n humana con otros corazones. Los poetas as¨ª, cuando cantamos nuestro[s] sentimientos no hablamos de nosotros, ?no!; yo siento que por m¨ª hablan muchos hombres que no escriben versos.
Miguelillo, parece que veo brillar tu mirada charlando de todas estas cosas. Anteayer escrib¨ª a Carlos Fenoll. Ayer a Pablo. No, no saldr¨¦ de Miraflores por ahora. Cuando lo haga ser¨¢ para ir a Madrid, pero no creo que sea antes de fin de mes. Aqu¨ª hay tranquilidad. Estuve en Madrid, pero el calor me sentaba muy mal y me puse enfermo. Aqu¨ª estoy mejor; alg¨²n d¨ªa salgo fuera de casa y voy un poco por alg¨²n camino en el campo, generalmente con Francisco. Hay ocasiones, como la presente, en que habitar un cuerpo de tercera resulta mortificante y desesperante. No te creas que estoy peor que otros a?os; m¨¢s bien mejor, pero a ratos me apena ver fallar mi cuerpo por la salud y cuando m¨¢s necesario me ser¨ªa para hacer frente a todo.
Miguel, ya ves qu¨¦ carta tan larga te estoy escribiendo. Le he preguntado a Manolo si sabe algo del posible jurado de tu concurso. Si lo hay y lo sabe, te lo comunicar¨¦. Yo dudo que ahora se resuelva el asunto. Supongo que El labrador de m¨¢s aire vendr¨¢ contigo de tu Orihuela. Ya nos reuniremos con ¨¦l y con tus oriolanos.
Tu Josefina no me conoce. Pero dile que un amigo tuyo se acuerda de ella y a trav¨¦s de ti se une a su pena tan grande.
Escr¨ªbeme pronto. Ya ves yo. Y dime si todav¨ªa te podr¨¦ escribir a Orihuela.
Miguelillo, me alegra mucho ver nuestra amistad tan honda. Qu¨¦ fuerte me hace ella tambi¨¦n. Mientras vivamos seremos amigos. Te abrazo mucho y siempre igual, hasta siempre. Vicente
[1] Documento LELI 2.3.1464. En el sobre, sin remite, vuelve a figurar como destinatario ?Miguel Hern¨¢ndez. Orihuela (Alicante)?.
[2] El padre de Josefina Manresa, guardia civil, es asesinado en Elda (Alicante) el 13 de agosto de 1936. Vestido de paisano, sal¨ªa de la oficina de Correos.
[3] Con may¨²scula en la primera letra en el original, al igual que varias palabras despu¨¦s.
[4] En el original se manuscribe defectuosamente: ?O.larra?. Parece referirse a Manuel Olarra, entonces importante cargo de Espasa-Calpe en Madrid. La Editorial Espasa hab¨ªa sido fundada en 1860; en 1926 se uni¨® con la Compa?¨ªa An¨®nima de Librer¨ªa y Publicaciones Espa?olas (Calpe), convirti¨¦ndose as¨ª en una de las editoriales m¨¢s importantes de Europa, con gran proyecci¨®n en Argentina y M¨¦xico. La Guerra Civil produce un ¨¦xodo de casas editoriales hacia Am¨¦rica. En 1938 se instala Espasa-Calpe Argentina, bajo la direcci¨®n de Manuel Olarra; el gerente en Argentina de Espasa, hasta ese momento, era Gonzalo Losada. Motivos pol¨ªticos produjeron la escisi¨®n. Gonzalo Losada dio vuelos a su propia editorial: Editorial Losada. R¨¢pidamente, la competencia entre ambos sellos editoriales cobr¨® visibilidad a trav¨¦s de dos colecciones que resultaron ser trascendentes para el devenir. La ?Colecci¨®n Austral?, de Espasa-Calpe, se inici¨® con La rebeli¨®n de las masas, de Ortega, escrito en 1930, y para el a?o 1967 hab¨ªa publicado 1600 t¨ªtulos; lleg¨® a publicar a un ritmo de 10-20 t¨ªtulos nuevos por mes en primeras ediciones de 12 000 ejemplares cada una y reimpresiones mensuales de 6000 ejemplares; de la producci¨®n total, m¨¢s del 30% se exportaba: y Espa?a era la mayor destinataria. La ?Biblioteca Contempor¨¢nea?, de Losada, tuvo un desarrollo algo menor, ya que en el mismo per¨ªodo apenas hab¨ªa editado 400 t¨ªtulos y, a?os despu¨¦s, se transform¨® en la ?Biblioteca Cl¨¢sica y Contempor¨¢nea?. Llama la atenci¨®n la abundancia de escritores espa?oles en ambas colecciones. En ?Austral? se privilegian los escritores del 98: Azor¨ªn, Baroja, Unamuno, Valle Incl¨¢n; mientras que Losada conceder¨¢ espacio, por afinidades est¨¦ticas e ideol¨®gicas, a los poetas espa?oles contempor¨¢neos: Le¨®n Felipe, Garc¨ªa Lorca, Alberti, Salinas, Aleixandre, Miguel Hern¨¢ndez. No s¨®lo mov¨ªan a los editores razones afectivas o pol¨ªticas, sino tambi¨¦n econ¨®micas; no es dato balad¨ª que Argentina prove¨ªa, en la d¨¦cada primera de posguerra, el 80% de los libros que importaba Espa?a. En 1992, Espasa-Calpe se integr¨® en el Grupo Planeta.
[5] Por el h¨¢bito administrativo, Aleixandre vuelve a optar por la may¨²scula en la primera letra.
[6] La ocupaci¨®n de M. Hern¨¢ndez en Madrid con la recopilaci¨®n de datos y la redacci¨®n de algunas biograf¨ªas para la enciclopedia Los toros, coordinada por Jos¨¦ M.? de Coss¨ªo, no se aten¨ªa a un contrato con la editorial, sino al favor personal de Coss¨ªo que le pagaba de su propio peculio. Al no existir relaci¨®n laboral con Espasa-Calpe, cuando en los tr¨¢mites del Sumar¨ªsimo 21 001 contra el oriolano, los responsables de la editorial comunican que no es trabajador suyo. La palabra funcionario pertenece al uso popular impropio sem¨¢nticamente ya que no se trata de un empleado p¨²blico o estatal.
[7] Se refiere a la posible dificultad de comprender el poema ?Humano ardor?, remitido por correo a Miguel en la carta anterior (20 de agosto de 1936).
[8] Aleixandre ensalza la capacidad de interpretaci¨®n y comprensi¨®n po¨¦tica que atesora el Hern¨¢ndez autodidacto.
[9] Confesi¨®n ¨ªntima de Aleixandre a Hern¨¢ndez. El poeta sevillano parece lamentarse de la imposibilidad de convertir en dicha el amor entre seres humanos.
[10] Se acab¨® la ¨¦poca de la poes¨ªa pura: estamos inmersos en una poes¨ªa de la comunicaci¨®n, en trance de la poes¨ªa de la comuni¨®n. M¨¢s alejada del poeta en la torre de marfil juanramoniana que de una protopoes¨ªa de la experiencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.