Comerse un libro
Estoy convencida de que existe una armon¨ªa secreta entre los alimentos que consumimos y las lecturas que hacemos: ¡°Le gustaban las novelas victorianas. Era la ¨²nica clase de novelas que una pod¨ªa leer mientras se zampaba una manzana¡±, escribe Stella Gibbons en ¡°La hija de Robert Poste¡±. ?A qu¨¦ se refiere Stella Gibbons? ?A que si te atragantas con una manzana en el final de ¡°Cumbres borrascosas¡± existe un riesgo menor de morir en el intento de extraer el trozo de fruta apresado en tu garganta?
Algo similar le pregunto a Enrique Redel, editor de esta joya que ha seducido a una minor¨ªa inmensa: ¡°Desde los clubes de lectura nos dec¨ªan que nuestros libros se le¨ªan siempre con un t¨¦ al lado. As¨ª que dise?amos espec¨ªficamente unas bolsitas de t¨¦ con nuestro logo¡±.
En esta feria, por el contrario, el helado es la gasolina de todos los lectores. En todas sus formas, colores y texturas. No hay visitante que no tenga uno en la mano. M¨¢s helados que libros. Este es el resumen.
Me acerco a la caseta de la editorial Blume y abro al azar el libro ¡°Cocina casera¡± de Yvette van Boven. Se aparece ante m¨ª la receta de un sorbete de frambuesa. Empiezo a pensar que as¨ª sabr¨ªa el ¨²ltimo libro que acabo de devorar, ¡°Oso¡± de Marian Engel. Su editor me dice que a ¨¦l le sabe m¨¢s a cerezas reci¨¦n recogidas del ¨¢rbol.
Sigo andando hasta el final de la avenida y compruebo que existen casetas VIP: espacios amplios donde el aire corre con mayor facilidad que en las opresivas casetas tradicionales. Vislumbro una cola gigantesca que espera paciente a que la escritora Camila L?ckberg le firme su obra. ¡°En los libros de L?ckberg siempre hace fr¨ªo y huelen claramente a pescado¡±, me responde un fan de la escritora sueca ante mi pregunta gastroliteraria. Descubro que el segundo libro que public¨® era un tributo literario a la cocina de su famosa Fj?llbacka. ?Tienen tiempo para cocinar las grandes estrellas de la literatura? L?ckberg, desde luego, ha presumido siempre de hacer uno de los mejores risottos del mundo. Como en la cocina -me digo- la escritura requiere paciencia, creatividad y una pizca de descaro.
¡°El t¨ªo Rodolfo le¨ªa historias de las que emanaba un olor a clavo de clavel mezclado con una infusi¨®n que ten¨ªa un nombre precioso: kardad¨¦¡± recuerdo que escrib¨ªa Giulia Alberico en ¡°Los libros son t¨ªmidos¡±. La autora Bel¨¦n Garc¨ªa Abia me confiesa que una vez puso en su maleta un libro de Jean Genet junto a un queso manchego. ¡°Desde entonces, Genet siempre me ha sabido a queso¡±.
¡°?Son las recetas de cocina un g¨¦nero literario en s¨ª mismo?¡±, me hubiera gustado preguntarle a alguno de los aspirantes y miembros del jurado del programa MasterChef que firman en la caseta de Aliana Librer¨ªa Gastron¨®mica. Una multitud de nuevos adictos a la cocina me lo impide.
Antes de irme, me aproximo a la caseta 310 de Attichus-Finch y veo a Santiago Lorenzo firmando ¡°Las ganas¡±. Me han entrado ganas de decirle que su libro me sabe a pan sin aceite ni sal.
No estoy segura de si apreciar¨¢ mi elogio, as¨ª que me marcho en silencio y con el est¨®mago vac¨ªo.
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