Jos¨¦ Luis P¨¦rez Regueira, un americanista brillante
Miembro de la plantilla fundacional de EL PA?S, en su ¨²ltima etapa se consagr¨® a la literatura

Jos¨¦ Luis P¨¦rez Regueira falleci¨® ayer en Madrid despu¨¦s de una vida consagrada a sus tres pasiones: su familia, su esposa, Pilar, y sus hijos, David y Alejandro, el periodismo y la literatura, en la que se hab¨ªa sumergido desde hac¨ªa cuatro a?os con rigor y talento. Nacido en Plasencia el 23 de febrero de 1953, integr¨® la plantilla fundacional de EL PA?S, trabaj¨® en la corresponsal¨ªa de Par¨ªs, fue enviado especial y desarroll¨® buena parte de su carrera profesional en las secciones Internacional y Am¨¦rica.
Una enfermedad pulmonar de r¨¢pido desenlace se llev¨® a un hombre que disfrutaba con los amigos, las tertulias y el debate pol¨ªtico, y fue vehemente en la defensa de lealtades y convicciones. Era una delicia escuchar las evocaciones de joven reportero en la capital francesa, la convivencia con otro hist¨®rico de este diario, Feliciano Fidalgo, su encuentro andino con el periodista Rafael Latorre, o el detalle de sus policiacas peripecias en la Rumania de Ceausescu.
Siempre optimista, lleno de vida hasta que la perdi¨® de madrugada, 15 d¨ªas antes de su fallecimiento ayer, en la Fundaci¨®n Jim¨¦nez D¨ªaz, anticipaba el programa de comidas y chapuzones veraniegos en su finca toledana de M¨¦ntrida, que los amigos rebautizamos con el nombre de M¨¦ntrida Sur Mer. ¡°Creo que esta vez te voy a tener que regalar el tequila reposado que me van a traer unos amigos de M¨¦xico¡±.
M¨¦xico y Am¨¦rica Latina. Se hab¨ªa le¨ªdo todos los libros sobre el Siglo de Oro espa?ol y conoc¨ªa de punta a cabo la historia y evoluci¨®n de un subcontinente que le fascin¨® desde sus primeros viajes a M¨¦xico y Per¨² acompa?ando a la Ruta Quetzal de Miguel de la Quadra-Salcedo. Pocos meses atr¨¢s, su gran amigo Miguel present¨® su segundo libro:?Una cruz de jade para Cort¨¦s. Saliendo al paso de la historiograf¨ªa de obediencia pol¨ªtica escribi¨®, acertando, que Hern¨¢n Cort¨¦s no hubiera podido apoderarse de M¨¦xico sin la ayuda de los pueblos precolombinos tiranizados por el imperio azteca.
Comprob¨¦ su genio literario leyendo su primera novela, Las huellas del conquistador, que aborda el perfil de Hernando de Soto. ¡°Gracias a esta novela, he podido descubrir a un hombre verdaderamente fascinante, como casi todos sobre los que leo de esta ¨¦poca con una vida cargada de aventuras y momentos para la ¨¦pica¡±. Gracias a su primera obra, yo descubr¨ª a un americanista brillante, insospechado, de pluma formidable, pero apenas descubierto por unos ojeadores literarios adscritos a la endogamia o al ignorante menosprecio.
Sin saber que se mor¨ªa, Jos¨¦ Luis preparaba su regreso a la temporada veraniega de M¨¦ntrida Sur Mer. Ajenos tambi¨¦n al desenlace, Rafael Latorre y yo hab¨ªamos previsto reanudar las chinadas, los almuerzos con Jos¨¦ Luis en un restaurante chino, las sobremesas donde nos apabullaba y nos alegraba con su indesmayable ¨¢nimo, el entusiasmo emprendedor y la provocaci¨®n de sus agitadoras tesis pol¨ªticas. No podr¨¢ ser. Se nos fue, casi sin avisar, cuando m¨¢s quer¨ªa vivir y cuando m¨¢s quer¨ªamos que viviese.
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