¡®Arrepentimiento¡¯ (5): ¡®Ella no¡¯

¡°Ya est¨¢. Diez sobre diez¡±. Rober no espera m¨¢s, desde el mismo vest¨ªbulo del hospital llama por tel¨¦fono para cumplir el tr¨¢mite convenido que confirma el ¨¦xito de la muerte por encargo. Lo que queda por hacer es a¨²n m¨¢s f¨¢cil que matar: tirar la pistola al r¨ªo, cobrar la pasta, volver en avi¨®n a Santa Cruz y gastarlo con Mariel. Sin contarle nada. Ella s¨®lo se merece la parte buena de toda esta historia.

La c¨¢mara de seguridad del vest¨ªbulo graba a un chico de ch¨¢ndal negro y gorra negra tambi¨¦n, que camina con mirada baja y habla por tel¨¦fono. Quiero que las operadoras nos env¨ªen la lista de todas los m¨®viles que estaban en mitad de una llamada dentro del per¨ªmetro del hospital a las veinte cero uno. Es una lista que ocupa dos folios, no son muchos los candidatos pero la tarea de comprobaci¨®n necesita demasiado tiempo para afinar la b¨²squeda.

Apenas ha introducido la llave en la cerradura cuando oye cargar las autom¨¢ticas a su espalda

La polic¨ªa novata tiene un golpe de suerte que le valdr¨¢ un ascenso inmediato y ser¨¢ propuesto durante a?os como ejemplo en los ejercicios del temario de la Academia. La suerte es de quien se la trabaja: uno de esos tel¨¦fonos de la lista est¨¢ se?alado por un asterisco. La UDYCO tiene al titular sometido a vigilancia. Es el tel¨¦fono de un camello canario de medio pelo cuyo seguimiento promet¨ªa la captura de alguien de mayor enjundia. Aqu¨ª est¨¢ su nombre: Roberto M¨¢rquez, alias Rober. La misma noche del crimen ha tomado un avi¨®n de vuelta a su tierra y a la ma?ana siguiente ha alquilado con su novia un piso de treinta metros cuadrados con vistas al mar. Con el salario del crimen. Los siguientes cuatro d¨ªas los pasan follando en ese apartamento a¨²n sin amueblar. Al quinto sienten hambre y salen a picar algo. Rober rescata un par de billetes de la cartera y rodea a su chica con el brazo en un gesto, por primera vez en su vida, de triunfador.

Vuelven con un pack de cervezas y un fuet, no vaya a ser que la falta de provisiones trunque un nuevo arrebato de placer. Apenas ha introducido la llave en la cerradura cuando oye cargar las autom¨¢ticas a su espalda. Alguien pronuncia su nombre y luego a?ade: ¡°Manos arriba¡±. Rober hace caso, c¨®mo no, y el pack de cervezas va a estrellarse contra el suelo. El charco espumoso se desliza escalones abajo, como si huyera de la que le espera a Rober. ?ste se gira para mirar a su novia, que tambi¨¦n tiene los brazos levantados, y re¨²ne fuerzas para que no le tiemble la voz. Ella no sabe nada, ?me entienden? Conmigo pueden hacer lo que quiera, pero ella, no. Ella es inocente.

Mariel dedica a su novio una sonrisa que jam¨¢s podr¨¢ olvidar. Rober no sabe c¨®mo tom¨¢rselo, est¨¢ nerviosa, la pobre, no se lo esperaba, se r¨ªe por no llorar. Pero Mariel sabe lo que hace y aguarda hasta que Rober vuelve a mirarla para decirle algo que nadie oiga, los labios dibujan una palabra muda que Rober escuchar¨¢ cada despertar en su celda: ¡°Gracias¡±.

MA?ANA, CAP?TULO 6, Y ?LTIMO:¡®PARA SIEMPRE¡¯