Rulfo versiona a Rilke
Sexto Piso publica Eleg¨ªas de Duino, de Rainer Maria Rilke, diez poemas ¡°recreados¡± por Juan Rulfo. El libro permite ver la confluencia del esp¨ªritu de ambos escritores.
Cuando faltaban siete a?os para que naciera el escritor mexicano Juan Rulfo, el poeta austriaco Rainer Maria Rilke se encontraba inmerso en un bloqueo creativo. Por eso su amiga Marie von Thurn und Taxis lo invit¨® a pasar un tiempo a su castillo de Duino (cerca de Trieste, Italia). El autor de Cartas a un joven poeta lleg¨® en octubre de 1911 y, un d¨ªa, mientras daba un paseo por unos arrecifes, dijo en voz alta: ¡°?Qui¨¦n, si yo gritase, me oir¨ªa desde los coros celestiales?¡± Esas palabras retumbaron en su interior y, por fortuna, tra¨ªa consigo una peque?a libreta. As¨ª que de inmediato las apunto. Esa frase ser¨ªa el principio de las Eleg¨ªas de Duino, un conjunto de diez poemas trascendentales en su obra (¡°una tormenta sin nombre, un hurac¨¢n del esp¨ªritu¡±, seg¨²n ¨¦l mismo), que concluir¨ªa hasta 1922, cuando en Jalisco (occidente de M¨¦xico) Rulfo ya era un ni?o de cinco a?os.
No se trata de una traducci¨®n, sino de una recreaci¨®n, de una reescritura, de una nueva obra en s¨ª misma. Este libro nos har¨¢ leer de forma muy distinta, por siempre, tanto la obra de Rulfo como la de Rilke, dos de los m¨¢s grandes poetas de nuestro tiempo.
En su juventud, el autor de Pedro P¨¢ramo era un asiduo lector de poes¨ªa. Adem¨¢s de fijarse en varios autores hispanoamericanos, Rilke le atra¨ªa por la concepci¨®n que ten¨ªa sobre la muerte y por su forma de imaginar la misi¨®n de un poeta. Por su tr¨¢nsito entre lo visible y lo invisible, entre lo fr¨¢gil y lo indestructible, entre lo divino y lo profano, entre la vida y la muerte, aristas presentes en su decena de eleg¨ªas. La editorial Sexto Piso publica ahora la versi¨®n que Juan Rulfo hizo de ese libro, aclarando que ¡°no se trata de una traducci¨®n, sino de una recreaci¨®n, de una reescritura, de una nueva obra en s¨ª misma. Este libro nos har¨¢ leer de forma muy distinta, por siempre, tanto la obra de Rulfo como la de Rilke, dos de los m¨¢s grandes poetas de nuestro tiempo.¡±
La versi¨®n de Juan Rulfo de Eleg¨ªas de Duino est¨¢ basada en tres traducciones: la de Gonzalo Torrente Ballester, Mechthild von Hesse Podewils y Jos¨¦ Domenchina. Fue en 2006 cuando las investigadoras Guadalupe Dom¨ªnguez y Susy Rodr¨ªguez encontraron esta recreaci¨®n que, obviamente, difiere de lo que hasta ahora hab¨ªamos podido leer en nuestra lengua. Dice la ¡°versi¨®n rulfiana¡±:
?Qui¨¦n, si gritara yo, me escuchar¨ªa
en los celestes coros? Y si un ¨¢ngel
inopinadamente me ci?era
contra su coraz¨®n, la fuerza de su ser
me borrar¨ªa; porque la belleza no es
sino el nacimiento de lo terrible; un algo
que nosotros podemos admirar y soportar
tan s¨®lo en la medida en que se aviene,
desde?oso, a existir sin destruirnos.
¡°Rilke no es un s¨ªmbolo de nuestro tiempo, es su contrapeso. Guerras, matanzas, carne lacerada en las batallas¡ y Rilke. Gracias a Rilke nuestro tiempo ser¨¢ perdonado. Por la ley del contrapeso, del equilibrio, Rilke ten¨ªa que haber nacido en nuestra ¨¦poca: ha sido su ant¨ªdoto. En esto estriba su rigurosa contemporaneidad. El tiempo le hizo surgir. Rilke era ¡ªes¡ª tan necesario en nuestro tiempo como el sacerdote en el campo de batalla: para rezar por unos y por otros, por ellos y por nosotros. Para que sean iluminados los que a¨²n viven y para que sean perdonados los que han muerto¡±, dijo la poeta rusa Marina Tsviet¨¢ieva (1892-1941).
¡°?lvaro Mutis me dijo muerto de risa: ¡®Lea esa vaina, carajo, para que aprenda¡¯; era Pedro P¨¢ramo. Aquella noche no pude dormir mientras no termin¨¦ la segunda lectura; nunca, desde la noche tremenda en que le¨ª La metamorfosis de Kafka, en una l¨²gubre pensi¨®n de estudiantes de Bogot¨¢, casi 10 a?os atr¨¢s, hab¨ªa sufrido una conmoci¨®n semejante. Al d¨ªa siguiente le¨ª El llano en llamas y el asombro permaneci¨® intacto; mucho despu¨¦s, en la antesala de un consultorio, encontr¨¦ una revista m¨¦dica con otra obra maestra desbalagada: La herencia de Matilde Arc¨¢ngel; el resto de aquel a?o no pude leer a ning¨²n otro autor, porque todos me parec¨ªan menores¡±, dijo Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez sobre la influencia del autor jalisciense en su obra.
En ¨¦pocas distintas, el esp¨ªritu (los temas y las preocupaciones) de los dos escritores confluye en estas Eleg¨ªas de Duino. En 1926, cuando muri¨® Rainer Maria Rilke, Juan Rulfo todav¨ªa no cumpl¨ªa los diez a?os de edad, pero ya era hu¨¦rfano de padre y no tardar¨ªa en serlo de madre, algo que moldear¨ªa toda su obra.
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