La dura vida del cr¨ªtico de jazz
Jornada intensa con Azar Lawrence, The Bad Plus o Dee Bridgewater actuando
Llevo d¨¦cadas escuchando la misma cantinela: que si vives como un pach¨¢, que si menudo chollo te has buscado¡ d¨ªgase de una vez por todas: pocos oficios hay m¨¢s sacrificados que el del cr¨ªtico de jazz. ?Creen que exagero? Permita el lector que le relate, siquiera someramente, mi jornada de trabajo de ayer, s¨¢bado, en ¨¦sta 50 edici¨®n del Festival de Jazz de San Sebasti¨¢n que toca a su fin.
Primera cita: 11 de la ma?ana, foyer del teatro Victoria Eugenia; acto de entrega del premio Donostiako Jazzaldia 2015 a Benny Gonson y subsiguiente rueda de prensa. Una hora m¨¢s tarde, arranca la jam session con la que el festival celebra sus 50 a?os de existencia y los 25 de la revista Cuadernos de Jazz. La afluencia de p¨²blico ha obligado a trasladar el escenario, del club situado a los pies del Victoria Eugenia, al teatro mismo. Lleno absoluto, ambiente de gala, sobre el escenario, un elenco art¨ªstico de relumbr¨®n. Lo mejor de las jam sessions: el artista puede hacer lo que le viene en gana a cada momento sin que haya quien se lo reproche; lo peor: que, a veces, va, y lo hace.
En los tiempos heroicos exist¨ªa la figura del maestro de ceremonias que, discreta pero firmemente, paraba los pies al solista excesivamente impetuoso o prolijo; como un servicio de orden, pero sin porra. Ayer no hubo comandante que mandara parar, y se not¨®, que si Azar Lawrence arramplaba con el saxof¨®n, los dem¨¢s invitados pod¨ªan estar haciendo cola el tiempo que hiciera falta antes de salir a escena. C¨®rtate un pelo, Lawrence,
Curioso: los dos principales reclamos de la sesi¨®n ¨Cel propio Azar Lawrence, y el tambi¨¦n saxofonista Charles McPherson ¨C coincidieron en un memorable festival Newport en Madrid celebrado en el Teatro Monumental all¨¢ por el a?o 1974. Para quien suscribe, una de sus primeras oportunidades de escuchar jazz de verdad. Eran otros tiempos, claro.
La cosa, que la jam session debiera haber terminado sobre las 2, y eran las 2.30 y ah¨ª segu¨ªamos; y las 2.50, y ah¨ª segu¨ªamos. Lleg¨® el momento en que desde las profundidades del patio de butacas brot¨® un rugido pavoroso, espeluznante¡ era el sonido de nuestros est¨®magos manifestando su m¨¢s rotunda disconformidad. Qu¨¦ bonitas son las jam sessions, pero no a la hora de comer.
Un r¨¢pido avituallamiento sin bajarse de la bicicleta y corriendo al Kursaal para el concierto de media tarde. Ni una entrada sin vender para ver a los Bad Plus tocando junto a Joshua Redman. Los nuevos tiempos del jazz, o as¨ª.
The Bad Plus parece un grupo de pop, y tocan como un grupo de pop, pero no se lleven a enga?o: en realidad, son un grupo de pop. La suya es una forma inteligente de responder a la pregunta: ?qu¨¦ sentido tiene tocar jazz en 2015?. La respuesta: haciendo que el jazz suene a cualquier cosa, menos a jazz.
Si ¡°TBP¡± es un grupo de pop tocando algo que se parece al jazz, The New Standard Trio son exactamente lo contrario: 3 m¨²sicos de jazz ara?ando el subconsciente de una generaci¨®n que creci¨® escuchando a los Doors y Led Zeppelin. Ah¨ª est¨¢ un organista ¨CJamie Saft- para quien el nombre de Jimmy Smith significa poco comparado con el de Jon Lord, de Deep Purple (o Ray Manzarek, si lo prefiere el lector). Y 2 que le acompa?an ¨CSteve Swallow y Bobby Previte- sabiendo lo que tiene que hacer: tocar y callar. En el jazz del siglo XXI, algunos llevan la voz cantante y los dem¨¢s callan.
The New Standard Trio abrieron la un tanto extra?a velada en la Trini que complet¨® la cantante Dee Dee Bridgewater: como juntar el tocino con la velocidad. DDB es una estupenda comunicadora al punto de hacer creer a quien la escucha que es lo que no es. Y no: no es Ella Fitzgerald, ni es Sarah Vaughan. Divertida, s¨ª lo es. Y el personal, hay que reconocerlo, se lo pasa en grande con ella. La Trini, llena, o eso se nos dijo. La impresi¨®n, una vez dentro, era otra. Y es que, en el Festival de Jazz de San Sebasti¨¢n, hay llenos y llenos.
Aullaba el hombre lobo en lo alto del Gorbea cuando servidor, o sus restos, se dejaron caer por el museo San Telmo para escuchar a Gonzalo Tejada. De nuevo la cola hasta Hondarribia, m¨¢s o menos, y los tres cuartos de hora esperando a pie firme que no se las salta un roman¨ª. Al menos no llovi¨®. Y consegu¨ª entrar. Otros muchos no pudieron.
A un lado, el escenario; al otro, la pantalla. Aparece Marilyn Monroe cantando Diamonds are a girl?s best friend; luego los m¨²sicos ofrecen su propia versi¨®n del asunto. El espect¨¢culo, bautizado con el nombre de la artista (Norma Jean Baker), resulta de lo m¨¢s entretenido. Irreprochables, los protagonistas: Roger Mas, al piano; Carlos Falanga, a la bater¨ªa; Mikel Andueza, a los saxos; adem¨¢s del propio Tejada, al contrabajo. Con esto que la noche termin¨® y¨¦ndose en un suspiro. Quedaban los noruegos ¨CNils Petter Molvaer con Sly & Robbie -en el Victoria Eugenia, y Lee Fields en el Escenario Verde (cerveza gratis), pero uno tiene sus l¨ªmites. A¨²n siendo cr¨ªtico de jazz.
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