Toca r¨¢pido o muere
Demasiadas apreturas y una programaci¨®n cuestionable en el Jazz al d¨ªa de San Sebasti¨¢n
Vale. La frase no es m¨ªa. Pero d¨ªganme si existe nada m¨¢s apropiado para encabezar una cr¨®nica en la que va a hablarse de John Zorn. Le pregunto al portador de la camiseta ¡ªun muchachote del Norte¡ª por el origen de la frase estampada a su espalda: ¡°Es el lema de Lock Up, una banda de metal r¨¢pido¡±. L¨®gico. Lock Up o John Zorn: la diferencia est¨¢ en el matiz y puede que en el precio: 45 cucas, la butaca. El Kursaal, a medio llenar. L¨®gico, tambi¨¦n.
En el rinc¨®n de la izquierda, Bill Laswell, con aspecto de homeless, tocando el bajo el¨¦ctrico con sensorround; la mitad del de escenario para Dave Lombardo, el esforzado ex baterista de Slayer, con dos de todo: dos bombos, dos cajas..; y, en la otra esquina, John Zorn, pantalones de camuflaje, una silla, y un saxo. ¡°Para tocar ¨¦sta m¨²sica¡± me cuenta Lombardo durante el desayuno del d¨ªa despu¨¦s, ¡°hay que tener dos cosas: agilidad y rapidez¡±. ¡°Y m¨²sculo¡±, a?ado, por a?adir. ¡°No tanto¡±, me contesta. Como muestra, sus b¨ªceps: fuera de los tatuajes, nada del otro mundo.
Agilidad, rapidez¡ ?y qu¨¦ m¨¢s?. Busco en el propio John Zorn la respuesta a mis cavilaciones: ¡°a lo que hacemos nosotros lo llamamos m¨²sica¡±. Pues bueno, pues me alegro: eso y nada es lo mismo. Con esto que se habla de un tipo de m¨²sica peculiar que se escucha tanto como se siente, quiero decir, f¨ªsicamente; como un muro de sonido inexpugnable ¨Cturbio, tenso, desquiciado- erigido sobre un nivel de decibelios s¨®lo ligeramente inferior al de un Boeing 2707 tomando vuelo. La ¡°m¨²sica¡± del denominado ¡°Bladerunner Trio¡± le entra a uno no solamente por los o¨ªdos Por el intestino delgado, tambi¨¦n. Y por los pulmones, las fosas nasales¡ por todos lados. No hay nada que se parezca a un tema o composici¨®n: ¡°todo lo que tocamos anoche fue improvisado¡±, me asegura Lombardo. ¡°De la primera a la ¨²ltima nota¡±. Hay quien lo soporta y qui¨¦n no. A mi lado, la muy conocida chelista japonesa de vacaciones en San Sebasti¨¢n ¨Csiendo haber olvidado su nombre- toma las de Villadiego. No ha durado ni 10 minutos en su localidad. Y, como ella, unos cuantos. Pero as¨ª es John Zorn: lo tomas o lo dejas.
En la encrucijada
50 a?os despu¨¦s, el festival de jazz de San Sebasti¨¢n vuelve a verse en la encrucijada. Demasiadas apreturas, una programaci¨®n, cuanto menos, cuestionable (incluyendo una no siempre acertada elecci¨®n de los escenarios); demasiadas colas y, en muchos casos, una calidad de sonido manifiestamente mejorable¡ disfrutar del jazz durante el festival ha venido constituyendo una empresa dif¨ªcil, por no decir imposible, am¨¦n de agotadora.
Confusos y desorientados, los integrantes de la caravana del jazz abandonamos la sala en perfecto desorden y sin saber muy bien qu¨¦ decir. ¡°No s¨¦ si me ha gustado¡±, la frase m¨¢s repetida.
Nos esperaba la Trini para la doble jornada de despedida del festival en su 50 edici¨®n. ?bamos a asistir a uno de esos raros fen¨®menos que produce el jazz de tanto en tanto: Andrea Motis.
Le supongo al lector informado acerca de quien, con 15 a?os, andaba ya pate¨¢ndose los escenarios del jazz en la compa?¨ªa de su pap¨¢ ¨Chay que tener cuidado con las malas compa?¨ªas- y la a?adida de su ¡°descubridor¡± y director musical, Joan Chamorro. La chica mona que canta y toca la trompeta, versi¨®n jazz¨ªstica del mito ¡°lolitesco¡±. Llegada a la edad de merecer, Motis sigue la misma, tanto como su repertorio muy convencional, que ha llevado por los 5 continentes, y m¨¢s, porque no hay. La cosa, que Andrea Motis arrasa all¨¢ donde va. Y en San Sebasti¨¢n, anoche, lo mismo. ?Qu¨¦ tiene de especial la susodicha, aparte sus 20 resplandecientes primaveras?: encuentre la respuesta el lector por s¨ª mismo. Ante fen¨®menos como el que nos ocupa, el cr¨ªtico manifiesta su perplejidad y desconcierto m¨¢s absolutos.
Actuaciones como la de anoche ¨Cuna broma, ni eso- ponen en evidencia la fragilidad de una propuesta art¨ªstica perfectamente inapropiada para un escenario y un festival como ¨¦ste. En otros tiempos, pensaba uno mientras la susodicha se arrancaba con ¡°Poor butterfly¡± con ese, su aire de no haber roto un plato en su vida, hubieran rodado cabezas; en los actuales, el asunto se traduce en medio centenar de discos vendidos y el personal bailando swing por las esquinas; m¨¢s, seguramente, que con la estrella de la jornada, una Melody Gardot de pa?uelo pirata, pantalones de l¨¢tex y gafas Ray-Ban. La ¨²ltima diva del jazz, o as¨ª, no s¨®lo ha endurecido su imagen, tambi¨¦n su m¨²sica. El bis es tremendo. Puro funk con un toque bluesy. Cuenta, quien lo presenci¨®, del encuentro en el backstage entre las 2 protagonistas de la noche; aqu¨ª, la gatita, su vestidito y su trompeta, mirando y sin saber d¨®nde mirar; all¨¢, la tigresa a medio desvestir, de no muy buen humor. Pero eso, mejor, lo dejaremos para una pr¨®xima cr¨®nica. Menores de edad, abstenerse.
Babelia
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